La digitalización produjo tantos cambios en las últimas décadas que es probable que todavía no tengamos una total conciencia de todo lo que se ha modificado a nuestro alrededor. El acceso a la cultura, sin dudas, es uno de las esferas humanas que más se ha revolucionado en estos tiempos. En este contexto vertiginoso, las bibliotecas afrontan un desafío serio: mantener su atractivo y seguir convocando a los visitantes.
En la actualidad, la Ciudad de Buenos Aires cuenta con 31 bibliotecas públicas. La recién inaugurada “Parque de la Estación”, en el barrio de Balvanera, es la última en sumarse a la lista tras 11 años sin modificaciones. Además, la Argentina es pionera en el mundo en la creación de las llamadas “bibliotecas populares”, instituciones creadas por y para la comunidad. Con este formato de gestión hay 1300 establecimientos en todo el país y 39 en capital. Ambas, a su modo, buscan el mismo objetivo. ¿Qué relación existe entre los dos modelos?
Solos en compañía. “Las bibliotecas en esta nueva era de acceso a la información han cambiado, han corrido el eje que tuvieron en el pasado que era preservar el archivo y la memoria de una sociedad. Eran lugares oscuros, silenciosos, donde había una relación muy directa con el libro. En las últimas décadas se ha corrido ese foco, que está mucho más puesto en las personas y en la sociedad”, señala Javier Martínez, Director General del Libro, Bibliotecas y Promoción de la Lectura de la Ciudad de Buenos Aires, en diálogo con NOTICIAS.
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Desde esta perspectiva, la idea de la biblioteca como un lugar para ir en soledad y sumergirse en el silencio de la lectura parece ir quedando atrás, a medida que se van priorizando las actividades y los espacios de circulación del conocimiento. “Las bibliotecas tienen que ofrecer sitios donde uno pueda estar todo el día con su material propio si así lo requiere. Esto es algo que pasa en otros ámbitos privados también, como en las cafeterías: la gente necesita leer en comunidad. Es ese concepto, que en Estados Unidos se llama ‘alone together’, de estar solos pero en compañía”, agrega Martínez.
En la misma dirección va a manifestarse Enrique Avogadro, Ministro de Cultura porteño: “Buenos Aires ama los libros, es uno de los hábitos de consumo cultural que más caracteriza a la ciudad. No obstante, hoy en día las bibliotecas no son sólo lugares para la lectura o la consulta de libros sino también espacios destinados al encuentro cultural y la formación”, destaca a NOTICIAS. “Sin ir más lejos, acabamos de inaugurar la biblioteca Parque de la Estación en Once a la que podría llamarse una ‘biblioteca extendida’: centro cultural, con actividades al aire libre, lugares de trabajo pero también de ocio y placer”, agrega.
La arquitectura también cambió. Las nuevas bibliotecas tienen luz y espacio. Los libros están en paneles móviles que le dan flexibilidad a los lugares. Y, además, todas tienen computadoras y Wifi.
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Cultural y popular. La Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP) es el organismo dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación que se encarga de fomentar el fortalecimiento de las bibliotecas populares como un espacio para el desarrollo comunitario. Leandro De Sagastizábal, actual presidente de la institución, señala cuáles son las particularidades de este tipo de establecimientos: “Las bibliotecas populares poseen algo fundamental: son creadas por la comunidad. Un grupo de vecinos decide que lo mejor para su comunidad es un ámbito como una biblioteca y decide dedicar parte de su vida a ese proyecto que es voluntario y sin remuneración alguna”.
Si bien el Estado Nacional, el provincial y el municipal puede apoyarlas con subsidios o con aportes puntuales para proyectos, las bibliotecas populares existen desde 1870 gracias a esa dinámica particular: la unión de voluntades en una determinada comunidad. En ese sentido, De Sagastizábal enumera a NOTICIAS las funciones que puede tener una biblioteca hoy en día a pesar de Internet: “En primer lugar, custodiar un patrimonio cultural importantísimo. En segundo lugar, ser un espacio fundamental para la iniciación de la lectura, tanto desde lo biológico, la infancia (muchísimas tienen ‘bebetecas’ incluso), como desde lo social. Por último, son un espacio valioso de integración, de acciones cooperativas y de aprendizajes culturales”, afirma.
Apuestas a futuro. En el caso de la Ciudad de Buenos Aires, tanto las bibliotecas públicas como las populares trabajan de manera coordinada con la Dirección General del Libro, Bibliotecas y Promoción de la Lectura. Y Javier Martínez resalta la importancia de la comunicación entre ambos modelos: “Existe un diálogo muy importante con las bibliotecas populares y con la CONABIP. La idea es que eso se potencie aún más en los próximos años, porque hay muchísimo que aprender entre los dos sistemas. Tienen lógicas bastante distintas de trabajo, pero eso es lo que lo hace más interesante. Necesitamos mucho de la experiencia y el conocimiento del entorno que tienen las bibliotecas populares”, resalta.
Por su parte, De Sagastizábal complementa: “Yo creo que el fundamental aporte de una biblioteca popular no solo a otras bibliotecas, sino a la sociedad argentina en su conjunto, es la importancia de involucrar a la comunidad en un proyecto social, plural, democrático y de indudable espíritu inclusivo”. Martínez da un paso más y se anima a proyectar un sistema único de bibliotecas que recoja los aportes de ambos modelos: “Vamos trabajando en esa posibilidad. Hace unos años empezamos a hacer algo similar a la ‘Noche de las Bibliotecas’, en donde ambos tipos de instituciones abren sus puertas al público para mostrar su archivo, sus instalaciones y sus actividades. Esa es una gran manera de empezar a pensar articular y generar una gran red y un sistema único, que es lo que queremos”.
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De esta manera, las bibliotecas llegan al siglo XXI con la idea de renovarse sin perder su tradición: los libros ahora también van a ser testigos de cómo la cultura se crea en diálogo y comunidad junto al brillo de las pantallas.
La última inaugurada. Después de 11 años, la Ciudad abrió una nueva biblioteca. Se llama “Parque de la Estación” y está ubicada en pleno corazón del barrio de Balvanera. El edificio está en la intersección de las calles Presidente Perón y Gallo, ocupa 700 m2 y cuenta con espacios flexibles para ambientar las salas de acuerdo a diferentes necesidades.
Además, tiene mesas de trabajo compartido, livings de lectura, auditorio y exhibición de libros, un amplio sector infantil para actividades lúdicas, zona de lectura y sala de producción. Posee un catálogo heterogéneo: literatura, música, teatro, literatura infantil y más.
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