La reunión fue la más tensa desde el inicio de la gestión de Cambiemos. María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta ya le habían sugerido a Mauricio Macri que debía oxigenar su gobierno cambiando al jefe de Gabinete en dos oportunidades, en los tres años y medio de mandato, pero nunca lo habían hecho con tanta firmeza como ese miércoles 17.
A tres días de las demoledoras PASO, muchos en Cambiemos ya habían empezado el duelo. Estaban en la primera etapa, en la ira. Y Vidal fue quien lo manifestó. Marcos Peña había estado en la primera parte de la reunión en la Quinta de Olivos, pero la tensión entre los integrantes de la mesa chica era tal que debió retirarse. Allí fue donde la gobernadora lo puso entre la espada y la pared: “Hay que dar un gesto político importante, Mauricio. Un cambio drástico”, le pidió. Macri la entendió. Y por primera vez les dijo que sí, que era hora de desprenderse de Peña, “sus ojos”, como lo llamó alguna vez.
Ensayaron cambios. Rodríguez Larreta llamó a Rogelio Frigerio para pedirle que ocupara la Jefatura de Gabinete. Al Ministerio del Interior iría un radical. Y Nicolás Dujovne debía irse de Hacienda: las opciones eran Luciano Laspina y Hernán Lacunza. Por la experiencia en la gestión, eligieron al segundo.
Rodríguez Larreta y Vidal se fueron de Olivos con una pequeña satisfacción, en medio de tanto caos. Por fin habían logrado torcer el destino del funcionario al que muchos acusan como el responsable de la humillación que les dio el peronismo. El mariscal de la derrota.
Sin embargo, algo pasó, aunque nadie sabe explicar qué. Horas después, la gobernadora recibió el llamado del Presidente: “Marcos se queda”, le dijo. Vidal no pudo reaccionar ante la sorpresa. Una vez más, la relación simbiótica entre el primer mandatario y su jefe de Gabinete pudo más que cualquier otra cosa. Si llegaron juntos hasta la Casa Rosada, se irán juntos si Alberto Fernández reafirma el resultado de las primarias en las generales. No hay otra opción.
Los peores días. Marcos Peña volvió a aparecer públicamente el martes 20, al lado del Presidente, durante la jura de Hernán Lacunza como ministro de Hacienda. El jefe de Gabinete no dio ninguna entrevista y ni siquiera se reunió con su propia tropa, como jefe de campaña. De hecho, la última semana suspendió la reunión que mantenía todos los viernes con su equipo proselitista en Balcarce 412, el búnker PRO.
Mientras tanto, ante la ausencia de Peña, un grupo de militantes empezó una campaña paralela. “La vamos a dar vuelta”, se llama. Es una página web y una consigna que se viralizó en las redes con el actor Luis Brandoni como protagonista. Los ideólogos son conocidos en el mundo Cambiemos: se trata de “los caceroleros” que organizaron las marchas más importantes de la era anti K. El “8N”, en 2012 y el “1A” en abril de 2017, entre otras.
“Si llama Marcos, le vamos a decir que nosotros tenemos nuestra propia estrategia. Con la suya nos fue peor que nunca”, dice uno de los organizadores a NOTICIAS. La credibilidad del jefe de Gabinete, puertas adentro, está por el piso. Lo mismo piensan muchos de los candidatos que tuvieron que poner la cara en los barrios más complicados por la crisis y recibieron reprimendas. “No teníamos herramientas para hacer campaña. Lo único que nos daban eran videos para que viralicemos por WhatsApp”, protesta un dirigente bonaerense. Y completa: “Faltó hacer un esfuerzo para juntar fiscales. Ni siquiera abrieron locales partidarios”.
La militancia también lo castigó: Peña fue el principal apuntado el domingo 11 a la noche en el búnker de Costa Salguero, cuando nadie podía explicarse cómo perdieron por el 15 por ciento, si según las encuestas del oficialismo estaban a dos puntos de diferencia.
Lo que viene. Macri decidió no hacer campaña, al menos hasta que se estabilice la situación económica.
Se prometieron llevar a buen puerto al Gobierno y después ver qué pueden hacer. Aunque en Juntos por el Cambio ya hayan empezado con la ingeniería para lograr la hazaña. Son cálculos matemáticos sobre la cantidad de votos que deben conseguir para arrastrarlo a Alberto Fernández al ballottage, muy difíciles de llevar a cabo, pero que al menos les dan esperanzas de sobrevida.
El jueves 22, Macri quiso cortar de cuajo todas las especulaciones. En un seminario organizado por el Grupo Clarín en el Malba, sentenció: “No habrá más cambios de Gabinete. Creo que quienes critican a Marcos Peña están criticando al Presidente”.
Macri siempre tuvo la sospecha de que muchos de los dirigentes que criticaban a Peña lo hacían para no pegarle directamente a él. Sin embargo, como jefe de campaña, el alter ego del Presidente y el gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba no pudieron prever la abultada derrota.
Lo tenían tan confundido que en el almuerzo del domingo 11 en Los Abrojos, el Presidente ensayaba ante sus amigos un discurso con tintes triunfalistas. Había dejado lejos el celular para no “contaminarse” con los boca de urnas que deambulaban. Horas después se caería el cartón pintado y llegaría la más grande decepción de su carrera política. Nadie vio venir la dura derrota. Y todos responsabilizan a Peña.
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