(CUATRO ESTRELLAS)
Vuelve -quizás por última vez- el asesino estatal interpretado por don Denzel, transformado en gran estrella de acción gracias a esta serie. Si lo que busca es el placer cinemático de las escenas de violencia, esta película es perfecta: no sólo porque las coreografías y los movimientos están registrados con enorme precisión, sino porque Washington hace de su justiciera máquina de matar un ser humano completo.
Ha madurado desde la primera entrega, y aquí el trabajo lo hace por y para sí: salvar su paraíso en el sur de Italia de la mafia. Como una película de terror invertida, el monstruo esta vez va a por los malos y cumple (cuando no, dignifica) lo que no es más que una premisa para crear movimientos.
En el fondo, no es otra cosa que una película de superhéroes o, para decirlo mejor, el tipo de films que permite comprender sobre qué tradición (el justiciero implacable e infalible) está construido el mito de los hombres en calzoncillos largos.
Washington tiene una gran virtud como actor: entiende a su criatura. Ese ha sido siempre su talento, tanto como Malcolm X o como este Robert que siempre deja un pequeño espacio para el arrepentimiento. Hay un mundo detrás del personaje, dice Washington, y eso le provee una profundidad y un interés que, de otro modo, el film no tendría.
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