★★ Casi treinta años más tarde, Netflix tuvo la gran idea de recrear una telenovela que fue bisagra en su tiempo. Entonces mezclaba el viejo romance chico ricochica pobre con música y con elementos complejos como el terrorismo (hablamos, en Colombia, de los tiempos de las FARC), sin descontar al tipo resentido y la mujer celosa. Pero lo que entonces era parte de una tradición, aquí ha quedado como una especie de planchado fashion. En general es una convención del género que la protagonista parezca salida de un cuento de hadas así esté en un cafetal recogiendo granos a mano. Pero aquí la cosa ya pasa de “estilización fantasiosa” para parecer una directa autoparodia: Laura Londoño (buena o mala, es lo de menos) es, en este contexto, increíble. Cada plano parece una publicidad millennial, lo que distrae de una trama que pierde rápidamente interés.
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