****1/2 Había una vez un cineasta que amaba las historietas y el terror, era amiguísimo de los hermanos Coen y no tenía un sope. Después de un par de éxitos hechos con lo que había a mano y deseoso de hacer “Spider-Man”, que siempre amó, hizo “Darkman”, la historia de un científico buenazo al que unos mafiosos hacen tortilla. Pero él se convierte en un ser sin dolor, que viste como el Fantasma de la Opera, tiene la ira de Hulk, se disfraza con una piel sintética que dura pocas horas y va a rescatar al amor de su vida de los malos, además de buscar venganza. Esta ensalada de Sam Raimi (que después sí, claro, ¡Haría Spider-Man!) era al mismo tiempo acción (la secuencia del camión, el cable y el helicóptero es magistral y no había computadoras, gente), terror, aventura y melodrama romántico.
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