***** Una de las grandes noticias de 2020, lo seguiremos diciendo, es que el catálogo de los estudios Ghibli suban a Netflix. La cantidad de obras maestras que Hayao Miyazaki y compañía han logrado es abrumadora. Kaguya es el último film de Isao Takahata, otro genio, y en este caso deja el realismo estilizado tradicional de la firma por un estilo mínimo, de trazos evidentes, donde el lápiz y el pincel aparecen en cada fotograma. El cuento es una historia tradicional: una niña nacida en una caña de bambú, adoptada por dos ancianos sin hijos, que tiene un destino mágico vinculado con la Luna. Es, como corresponde, un relato agridulce de amor y de pérdida sobre el reconocimiento constante del mundo. Pero más allá de las aventuras y el delicado equilibrio entre la imagen y la música (la banda del gran Joe Ishaishi es una joya aparte), es un espejo japonés de tradiciones universales, un cuento moral que trasciende su origen. Difícil encontrar una película más bella en todo sentido.
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