****1/2 Hace unos años vimos una película de terror perfecta, que se guardaba lo sobrenatural para el sorprendente final y nos daba miedo durante el resto del metraje. Se llamaba “La Bruja” y permitía ver a un director interesante. “El faro”, segunda película de Robert Eggers, cumple la promesa. Filmada en formato canónico (es decir, la pantalla “cuadrada” que fue estándar en el cine hasta los años cincuenta) y en blanco y negro, narra la extraña relación entre dos hombres: el guardián de un faro y su ayudante recién llegado. La tensión entre ellos poco a poco deriva en algo que puede ser tanto la presencia –de acentos lovecraftianos– de lo sobrenatural e imposible, como un deslizamiento progresivo en la locura. Sin la menor concesión y con terror genuino, su belleza formal está al servicio del clima alucinatorio.
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