***** Difícil de encontrar, por fin tenemos este thriller divertido y casi surreal de Welles, donde un magnate contrata a un periodista en la mala para que averigüe ciertas cosas, mientras se van sucediendo crímenes. Pero esto, que podría ser el motivo básico de cualquier película policial, es en el caso de Welles una excusa para reflexionar sobre el poder y para ejercer, con un placer indisimulable, el arte del cine y la puesta en escena. Welles crea a otro de sus monstruos simpáticos, trabajados entre la sátira y la tragedia, al que no podemos dejar de mirar, que no podemos impedir que nos seduzca. Es decir, otro retrato del Diablo, a los que el realizador, actor, guionista y productor estaba perfectamente habituado. El final en el aeropuerto es de antología; todo lo demás, también.
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