Wednesday 18 de September, 2024

EMPRESAS | 17-08-2024 08:14

Target: la base de la pirámide

Apuntar a las franjas menos favorecidas implica un cambio de paradigma de todo el negocio.

No es lo que supo ser. La imagen de un país de clase media choca con un muro de datos. En el último informe de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, el ingreso promedio de la población fue de $233.695 y un poco más alto de la parte que genera ingresos $369.085. Aun suponiendo que los datos del segundo trimestre (abril-junio) hayan sido lógicamente más altos, buena parte de la población está bajo lo que se denomina la línea de la pobreza. El consultor Guillermo Oliveto, titular de la consultora W que realiza una exhaustiva radiografía del consumo en Argentina, en su última medición sobre datos de INDEC y la estimación que realiza la Universidad Di Tella, el 37% de los hogares y 48% de la población es pobre. La clase “media baja” (25% de los hogares) y una “media alta” (17%). Ante semejante panorama que el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA califica como de “pobreza estructural” es difícil que se revierta luego de ir acumulándose con cada crisis macroeconómica.

Las respuestas. Más de una empresa se vio interpelada por esta realidad. Recientemente, la comercializadora de electrodomésticos Frávega distribuyó 100 kits de equipamiento para la conexión satelital de alta velocidad a escuelas Secundarias Rurales Mediadas por Tecnologías (SRTIC) de Salta, Jujuy y Tucumán para el programa en el que casi 3.000 estudiantes de comunidades remotas pueden finalizar su secundaria.

Por otra parte, el Banco Santander hace 12 años instaló en Gregorio Laferrere (La Matanza) una sucursal, atendida por empleados del barrio y que rápidamente incorporó un call center para facilitar la comunicación con los nuevos clientes también atendido por vecinos, en un círculo virtuoso de empleo e inclusión financiera.

También McDonald’s promovió a Yermina Benítez, una joven que ya trabajaba como supervisora en una tienda de la compañía de comidas rápidas para ser la propietaria de un nuevo local que se abrió en el Barrio 31, donde ella ya vivía. Muy pronto le cambió la vida a más de 40 personas de ese lugar accediendo a algo que es cada vez más complicado: un empleo formal y con posibilidad para desarrollarse.

La idea. En 2018 Diego Llepeue, por entonces gerente del canal gastronómico de Grido, la empresa cordobesa que es el principal fabricante de helados del país y también el que más franquicias gestiona (más de 2.000 locales) y con 800 empleados en forma directa, tuvo un encuentro que marcó su propio destino profesional para los siguientes años. El presidente del grupo, Lucas Santiago le expresó que tenía un objetivo para la empresa que había fundado en 2000: “democratizar el helado”. Un desafío que exigía para toda la empresa mucho ingenio antes el contexto macro adverso que, precisamente marcó a fuego a la economía en estos cinco años.

Desde ese entonces, Llepeue se dedicó a liderar una nueva unidad de negocios de la compañía cordobesa: Heladerías Sociales Vía Bana. La idea, inspirada en las lecciones del economista, banquero y emprendedor bengalí Muhammad Yunus (Premio Nobel de la Paz en 2006) tenía por objeto poder acercar el producto del cual se muestran orgullosos a sectores de la población que de otra manera estarían aislados de este mercado. Yunus había fundado con la francesa Danone la empresa Grameen Danone Foods, una compañía comercial social lanzada en 2006 y diseñada para facilitar a los niños muchos de los nutrientes relevantes que normalmente faltan en su dieta en las zonas rurales de su Bangladesh natal. “A diferencia de ese emprendimiento fabuloso, en que la gente pobre retiraba el yogur para venderlo en su domicilio, lo que nosotros implementamos fue un modelo de expansión de las franquicias de Grido con un formato diferente del tradicional para que el mismo producto pudiera llegar casi a la mitad de precio a los consumidores”, explica. Pero para eso, a diferencia de acciones filantrópicas (cuando la empresa da), esto se planteó como una línea de negocios con objetivos precisos. Uno de ellos, además del precio al que deberían venderse los helados es la de alentar el establecimiento de una red de heladerías sociales que bajo el paraguas de la marca Vía Bana pudiera ser gestionado por una persona física en su propia casa y con la debida alta en la AFIP como monotributista. “Cada franquiciado tiene un ‘padrino’ que es un distribuidor que se encarga de acompañar al emprendedor en su nuevo rol, Grido le aporta gratuitamente la cartelería y la puesta a punto del local y le financia la primera compra de mercadería”, puntualiza el ejecutivo.

Actualmente la red de Vía Bana cuenta con más de 1.000 puntos de venta y en todos los casos se ubican en barrios en los que se marca la diferencia. El cálculo es que cada local pueda vender unos 3.500 kilos anuales, lo que les asegura para la familia del emprendedor poder acceder a la canasta básica, una proeza a esta altura del partido. La gran mayoría de las licenciatarias son mujeres y muchas de ellas son sostenes de hogar. La fórmula para poder llegar al objetivo de vender barato y no alterar el equilibrio necesario es que la emprendedora trabaja en su propia casa y no tiene empleados (es una tarea que se comparte en la familia). Como lo cuenta Sandra Vera, que gestiona el local en la zona sur de Resistencia junto con su hija María Florencia, una joven con síndrome de Down. “El programa es muy inclusivo y me dio una respuesta a una interrogante que me surgió ni bien nació mi hija: cómo podría insertarse laboralmente”, dice emocionada. Hoy María Florencia es la propietaria de la franquicia y va aprendiendo cómo llevarla en familia, lo que constituye su ocupación presente y su esperanza para el futuro.

Por sus características, llegan muchas consultas y pedidos para adherirse a la red de heladerías sociales. A los interesados que cumplimentan los requisitos se les realiza una entrevista y sobre toda la información se hace la selección final. “No hay tope en esto, porque para Grido no es un subsidio sino una unidad de negocio que puede seguir creciendo”, concluye Llepeue. No se transforma toda la realidad, pero sí el metro cuadrado más próximo.

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Tristán Rodríguez Loredo

Tristán Rodríguez Loredo

Editor de Economía.

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