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EN LA MIRA DE NOTICIAS | 14-05-2019 18:31

Nosiglia y Manzano hoy, a 30 años del triunfo menemista

En el aniversario de la disrupción riojana que alteró los códigos del poder en la Argentina, los legendarios operadores se asoman a la grieta que complica el proceso electoral 2019.

El “Coti” y el “Chupete” simbolizaron las nuevas mañas de la política tras el restablecimiento de la democracia. A Enrique Nosiglia le tocó tejer la trama con los hilos del poder real para sostener a Raúl Alfonsín al frente de la Casa Rosada durante la turbulenta transición institucional argentina. Paralelamente, José Luis Manzano brillaba como el joven operador parlamentario de la lenta resurrección peronista tras la derrota del '83, que desembocaría en la revancha electoral del PJ, el 14 de mayo de 1989, con la primera victoria de Carlos Saúl Menem, el verdadero ganador de la batalla cultural, donde perdió por goleada la transparencia y la humildad contra el modo menemista de hacer política, que continúa hasta el presente, sin interrupciones.

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Nosiglia y Manzano aprendieron tanto de negocios mientras eran funcionarios que terminaron volviéndose empresarios, aunque nunca se alejaron de la política, porque desde siempre tuvieron muy claro que, en la Argentina, dinero y votos son dos caras de la misma moneda. A ambos les tocó, no casualmente, ser ministros del Interior de sus respectivos presidentes. Como ministro menemista, a Manzano le tocó maniobrar la liberación del joven heredero secuestrado Mauricio Macri. Por esas cosas del destino histórico, ahora Nosiglia opera contrareloj la “liberación” de Macri del cepo autoimpuesto para su automática candidatura presidencial: no necesariamente para negarle su chance a la reelección al hombre a quien ayudó a lanzar su carrera política como presidente de Boca, sino para abrir más la discusión -con o sin PASO- sobre el rol del panradicalismo en la oferta electoral de Cambiemos modelo 2019.

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Por su parte, Manzano se mostró la semana pasada en Washington escuchando atentamente los argumentos de Axel Kicillof para llevar tranquilidad a los inversores globales alarmados con el incierto escenario argentino. Su aparición sucedió casi al mismo tiempo que la de su socio Daniel Vila en la platea que aplaudió a Cristina Kirchner en la Rural. El dato sugestivo es la amistad manifiesta de los empresarios mediáticos mendocinos con Sergio Massa, a quien La Cámpora considera un aliado oportuno para sumar peronismo al proyecto cristinista. Sea cual fuere el plano mental óptimo que baraja Manzano para la contienda electoral 2019, su espectro ronda por la trastienda de campaña del peronismo atomizado, que luego del “cordobazo” del compañero Schiaretti empieza a amigarse con la idea de un pacto sorpresa contra Macri. Especialmente en un día como hoy, cuando Cristina vuelve después de un largo adiós a la sede partidaria del PJ, a fotografiarse junto a Hugo Moyano, Alberto Fernández y otros entrañables enemigos del alma con ansias de recuperar el poder y/o la inmunidad judicial. Faltaba Menem, que hoy festeja por Twitter el 30 aniversario del triunfo en las urnas que lo llevó a la presidencia. Irónica jornada de lealtad partidaria, definida por Moyano con sinceridad barrionuevista: “Los peronistas somos así, un día decimos una cosa y otro día otra”.

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Con la implosión del paradigma posmoderno PRO del purista Durán Barba, vuelve a sonar la vieja escuela de peronistas y radicales, que se vienen alternando en el poder camuflados en experimentos transversales, saltando grietas con la audacia de los que las saben poco profundas, porque ellos mismos las inventaron para manipular a la tribuna. O a la gilada, como la piensan en privado. Es tiempo de Nosiglias y Manzanos para gestionar esta democracia que vuelve a cero. Una y otra vez.

*Editor ejecutivo de NOTICIAS.

por Silvio Santamarina*

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