El primero en dar el portazo fue Neil Young, el cantautor, compositor e intérprete de clásicos como “Heart of Gold”, avisó que retiraría sus canciones de Spotify, si la plataforma de streaming musical más poderosa del momento, no daba de baja el podcast de Joe Rogan, un polémico militante antivacunas. El músico dejó su ultimátum: "O Rogan o Young. Pero los dos no".
Y Spotify eligió a Rogan, dejando en claro que las escuchas de los grupos extremistas, son un tráfico más importante en la plataforma que los clásicos del rock: Joni Mitchell siguió los pasos de Young y retiró su música de Spotify como protesta por la emisión del popular podcast, “The Joe Rogan Experience”, acusado de promover teorías conspirativas sobre el coronavirus y alentar a no vacunarse.
“He decidido eliminar toda mi música de Spotify. Gente irresponsable está difundiendo mentiras que están costando la vida de personas. Me solidarizo con Neil Young y la comunidad global científica y médica”, aseguró la cantautora canadiense en su página web donde compartió un comunicado a los casi 300 científicos que hace unas semanas advirtieron a Spotify de que estaba permitiendo la difusión de mensajes que "dañan la confianza" en la investigación médica.
Respuesta
El escándalo golpeó a Spotify, acusada de difundir fake news como Facebook, y el director ejecutivo de la plataforma de música y programas pregrabados, Daniel Ek, debió salir a dar la cara: “Ha habido mucha conversación sobre información sobre covid-19 en Spotify. Hemos escuchado las críticas y estamos implementando cambios para ayudar a combatir la desinformación”, escribió Ek en Twitter.
Y agregó: “Estamos trabajando para agregar un aviso de contenido a todo episodio de un podcast que incluya una discusión sobre el covid-19″. “Lanzamos varios recursos educativos y campañas para crear conciencia y desarrollamos y promovimos un centro de información global de covid-19″, concluyó el máximo responsable de Spotify.
Para muchos, una respuesta tibia, que no reconoce las barbaridades que promueve “The Joe Rogan Experience”, un podcast de perfil trumpista que suele entrevistar a personajes de la extrema derecha estadounidense como Alex Jones, Milo Yiannopoulos, Gavin McInnes o Chris D'Elia, y médicos antivacunas como el virólogo Robert Malone (cuya cuenta en Twitter fue cerrada por difundir fakenews sobre la pandemia), que comparó las medidas anti-Covid con el Holocausto.
Rogan, famoso por conducir el programa “Fear Factor” (MTV), se sumó a la plataforma en septiembre de 2020 tras un contrato millonario (Spotify pagó una cantidad estimada de 100 millones de dólares) que le aseguró a su público extremista: las acciones de la compañía se dispararon un 7% cuando se hizo público el anuncio.
Política
Poderosa razón económica para intentar apagar el incendio sin perder escuchas: “tenemos una gran responsabilidad a la hora de encontrar un equilibrio entre la seguridad para los oyentes y la libertad de los creadores”, remarcó Spotify que asegura haber eliminado 20.000 podcasts relacionados con el Covid desde el inicio de la pandemia.
Pero no el de Rogan que además milita la transfobia: ya Spotify tuvo que salir a defender a Rogan cuando entrevistó a la autora Abigail Shrier, periodista de The Wall Street Journal y autora de “Un daño irreversible”, polémico libro en contra de la educación con perspectiva de género.
En sentido opuesto, YouTube se mostró la semana enérgica en tachar a quienes desinformen sobre el Covid-19 en la plataforma de videos: vetó los canales del comentarista político Dan Bongino, que trabaja como panelista el trumpista Fox News.
Y anunció que prohibirá más canales que infrinjan repetidamente las normas de uso, sin importar la cantidad de seguidores que tengan: Bongino administraba dos canales que contaban con cerca de un millón de suscriptores, y criticó las acciones calificándolas de “censura” por parte de las compañías tecnológicas.
“Cuando un canal recibe un aviso sobre un contenido que está en contra de nuestros términos de servicio, no publicar tampoco usar otro canal para eludir la suspensión”, explicó Ruth Porat, ejecutiva de Alphabet, la compañía madre de Youtube y el gigante Google.
Vetados
Desde el estallido de la pandemia y las revolucionadas elecciones estadounidenses de 2020, las redes sociales han tomado medidas para reducir la desinformación, especialmente la que proviene de figuras influyentes con millones de seguidores.
El expresidente Donald Trump permanece vetado en Facebook e Instagram, y así seguirá por lo menos hasta enero de 2023, después de que fuera temporalmente suspendido por difundir información falsa sobre los comicios que perdió contra Joe Biden. “Esta penalización solo se aplica a nuestros servicios. Trump es y seguirá siendo libre de expresarse públicamente por otros medios.
Nuestro enfoque refleja la forma en que intentamos equilibrar los valores de la libertad de expresión y la seguridad en nuestros servicios, para todos los usuarios”, explicó a mediados del año pasado la empresa que comanda Mark Zuckerberg, investigada por el Congreso estadounidense justamente por la influencia que tuvo en las elecciones del 2016, al facilitar la difusión de fake news pagadas por distintas usinas de contenido apócrifo financiadas por Rusia.
Y no es la única red de noticias que ha ganado millones con contenido antivacunas. Al tope de la lista está Substack, la plataforma de boletines informativo por suscripción que es cada vez más una meca de teorías conspirativas y frecuentemente engañosas sobre el coronavirus. Allí, Joseph Mercola, osteópata defensor de la medicina alternativa y un destacado defensor de los antivacunas -cuyas declaraciones ya han sido restringidas por YouTube y Facebook-, advirtió que “los no vacunados pronto podrían ser encarcelados en campos administrados por el gobierno”.
Ganancias
Amparado en su “tolerancia a la publicación de escritores con los que no estamos de acuerdo", Substack gana millones de dólares con la desinformación: Mercola es uno de los 10 autores más populares en la plataforma que se fundó en 2017, y es parte de una creciente cosecha de servicios basados en suscripción.
La misión de la compañía con base en San Francisco es “ayudar a los creadores, autores y otras personas influyentes a recibir pagos por construir relaciones más íntimas con audiencias devotas”, definen. Los lectores pagan por mes para suscribirse a un determinado autor que se queda con el 90% de los ingresos, mientras que Substack retiene el 10 por ciento.
Según el Center for Countering Digital Hate, una organización sin fines de lucro que se enfoca en combatir la desinformación, Substack gana al menos 2,5 millones de dólares al año de solo cinco líderes antivacunas que han acumulado decenas de miles de suscriptores, cada uno de los cuales paga 50 dólares al mes.
Substack se negó a comentar, pero poco después de que The Washington Post hiciera consultas a la plataforma, el director ejecutivo Chris Best escribió: “Mientras más instituciones poderosas intenten controlar lo que se puede y no se puede decir en público, más personas estarán listas para crear narrativas alternativas sobre lo que es verdad, impulsadas por la creencia de que existe una conspiración para suprimir información importante”.
Joan Donovan, directora de investigación del Proyecto de Tecnología y Cambio Social en el Centro Shorenstein de Medios, Política y Políticas Públicas, marcó que la actitud de empresas como Substack solo invita a un mayor escrutinio: “La marca Substack está ligada a sus creadores más controvertidos. Su inacción frente a un creador que haya causado tanto daño, hace que sea imposible separar a los malos actores de un mal producto”, sentenció.
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