El reloj marca las 13 horas del martes 5 de enero. Franco Macri (85) se asoma al balcón de su casa del complejo Terrazas de Manantiales, ubicado en Punta del Este, y mira la inmensidad del Atlántico. Lo hace solo, como si fuera una costumbre obligada que respeta desde el primer día de sus vacaciones, el 15 de diciembre. El mar está agitado, al igual que el día que hoy tendrá el padre del presidente de los argentinos, Mauricio Macri (56). Espera el arribo de algunos allegados muy cercanos a almorzar, de los pocos que tienen permitido visitarlo. Minutos más tarde, NOTICIAS registra el momento del almuerzo, con el empresario a la cabeza.
Para Franco, estas vacaciones distan mucho de aquellos años gloriosos en los que su casa era el centro de reunión con amigos y familiares. Hoy, apenas está acompañado por su custodio de toda la vida, quién monta guardia en la puerta principal de la casa, y su asistente personal, una joven que comenzó trabajando en el servicio doméstico con él hace unos diez años y hoy es la persona de máxima confianza del empresario. Pero la sorpresa la dio una de sus ex, Nuria Quintela, la joven que con apenas 19 años había conquistado a Franco y fue su mano derecha hasta el 2010. Tras la ruptura, ambos quedaron muy amigos, tanto que luego de Navidad, la joven oriunda de Caballito llegó a Punta del Este y se instaló en la casa del empresario junto a su novio.
Recuperación en Punta. El susto que le dio Franco Macri a su familia la madrugada del 17 de octubre, cuando tuvo que ser internado de urgencia por una hemorragia interna que lo puso al borde de la muerte, obligó a sus hijos a tomar una decisión drástica: “Tiene que descansar. No permitan que lo moleste nadie más que las personas autorizadas a hacerlo”. Con esas palabras, el propio presidente le habría dejado en claro a la asistente de su padre cómo tenían que ser las vacaciones del fundador del Grupo Macri y consejero de la República Popular China para las inversiones en Latinoamérica. Y los que se encargan de cuidarlo respetan ese dictámen al pie de la letra.
“Está recuperándose y es un hombre que está grande; no está muy bien”, le aseguró a NOTICIAS un íntimo amigo de Franco. Esa frase fue confirmada por este medio al día siguiente, el miércoles 6, cuando al intentar hablar con el empresario recibimos una respuesta evasiva.
Por su salud es que casi no sale de la casa y tiene una serie de actividades que respetar. La salida al balcón es su rito. Allí, sentado, mirando el mar, seguramente recuerde aquellos poblados almuerzos y las inolvidables fiestas –que aún permanecen en la memoria de los propios uruguayos de más de 35 que viven en la zona- que organizaba hasta hace algunos años frente al mar. Hoy, su vida es otra. Está obligado a respetar una dieta estricta y casi no sale de la casa. Hace unos días fue el cumpleaños de una de sus nietas; lo celebraron en el parador Ovo Beach pero el abuelo no fue. Apenas si le permiten armar algún que otro almuerzo al que solo puede invitar a personas muy allegadas. También salió un par de veces a cenar. Una a ‘No me olvides’ y otra al ‘Fish Market’, ambos ubicados en Manantiales, muy cerca de su casa. Va acompañado de su asistente, que le sigue los pasos las 24 horas. El fundador del Grupo Macri elige esos lugares porque son propiedad de si hijastro Nicolás Palacios (42) –hijo de la madre de Florencia Macri-, quién fue uno de los pocos que pasó las fiestas en la casa de Franco acompañado por su novia, la modelo Virginia Guidetti.
El único hijo del empresario que está en Punta del Este es Gianfranco, junto a sus hijas. Pero sus más fieles acompañantes de este verano resultaron ser su ex, Nuria Quintela y su actual novio, Rudy Rojas, el director de Regia Magazine. Invitados por el propio Franco, se instalaron en el complejo de Manantiales y, desde que pisaron suelo uruguayo, conviven con él. Franco y Nuria terminaron su relación en el 2010 pero quedaron muy amigos.
En busca de paz. “¡Feliz 2016! Deseo que este año prime la armonía para vencer las dificultades y que la unidad de los argentinos depare la prosperidad”. Ese no es solo un deseo que Franco posteó en Twitter, sino que es parte del cambio de postura que él mismo viene mostrando en el trato con su hijo, Mauricio, desde principios del 2015. Un cambio que día a día parece ir profundizándose.
Hasta principios del año pasado, la relación entre padre e hijo era de un cortocircuito constante. Todo lo que el hoy presidente de los argentinos se proponía, su padre intentaba boicotearlo. Pero la relación parece encaminarse aunque, a pesar del vuelco de postura de su padre, el líder de Cambiemos aún no logra confiar en él. “No quieren que hable. Por momentos, como cualquier persona mayor, desvaría un poco”, aseguró un amigo íntimo de Franco. Sucede que fueron muchos años de enfrentamiento que parece haber terminado pero que dejó en la relación heridas difíciles de sanar.
Sucede que durante décadas, Franco demostró un enfrentamiento ciego con su hijo mayor. Acusó a Mauricio de quitarle una de sus empresas (Socma), se opuso públicamente a que se presente como candidato a presidente de Boca Juniors (en 1995), hizo lo mismo cuando el líder del PRO decidió candidatearse a Jefe de Gobierno porteño en el 2003 y lo atacó muy duro cuando expresó su deseo de enfrentar a sus aliados políticos, los Kirchner, en las presidenciales del 2011. Hasta cuando se postuló a presidente de la Nación lo desafió declarando -a NOTICIAS, en el verano del 2014- que el próximo presidente tenía que salir de La Cámpora.
Pero luego de aquella madrugada en la que Franco pensó que se moriría, las cosas comenzaron a cambiar. Sobre todo, luego de ver que el primero en llegar al hospital a verlo fue Mauricio. “Con el cerebro quiero que sea presidente. Con el corazón no, porque es mucho sacrificio”, dijo el magnate a mediados del 2015.
Otro gesto de acercamiento lo dio Franco en el bunker de Costa Salguero, cuando su hijo se convirtió en el presidente de los argentinos. “¿Qué te dijo tu viejo?” le preguntó Chiche Gelblung en su programa “Argentina Despierta”. “Nada, me dio un abrazo silencioso, con los ojos vidriosos”, respondió Mauricio. Ahora, respetar los pedidos de su hijo presidente, es para Franco una manera de demostrarle que puede confiar en él. No vaya a ser que diga algo que le cause a Mauricio más problemas de los que ya tiene.
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