Felipe Pigna cuenta que San Martín “había pasado la mayor parte de su vida en España, particularmente en el Sur y por tanto tenía un claro acento andaluz. Así lo cuentan quienes lo conocieron que también recuerdan que tocaba muy bien la guitarra y entonaba cantos típicos de aquellas zonas de España”.
A los 30 años, José de San Martín era un militar español soltero, de guarnición en Cádiz. No es raro, pues, que viviera una amistad colorida con Pepa, la Gaditana, "una manola de vida alegre", según Benjamín Vicuña Mackenna “Vida de San Martín”. La relación entre ambos debe haber sido de genuino afecto, pues Pepa le hizo llegar una carta en manos de un militar español, antiguo colega de San Martín, para ser entregada en caso de que don José cayese prisionero. Cosa que ya le había ocurrido un par de veces en su carrera militar.
Cuando San Martín llega a Buenos Aires, en 1812, ya convencido de los ideales de la Revolución Francesa y la Española de 1808, en cuyas filas había combatido, lo hace a bordo de la fragata "George Canning". El Libertador había nacido en Yapeyú (o tal vez en Calera de las Vacas, cerca de Carmelo, Uruguay, donde nacieron varios de sus hermanos) pero no conocía a nadie en Buenos Aires. El cumpleaños número 34 del General se celebró a bordo. El líder de aquel numeroso grupo de militares que venían a ponerse a las órdenes del gobierno de Buenos Aires era, aparentemente, Carlos María de Alvear, que acababa de casarse en Londres, en 1809, con una andaluza muy mona llamada Carmen Quintanilla.
Alvear estaba bien relacionado, por parte de padre y madre (los Balbastro) con la pequeña sociedad de Buenos Aires, y se propuso, ante todo, "colocar" socialmente a San Martín. La elegida resultó Remedios Escalada, de sólo 15 años. La niña ya estaba pedida por el teniente coronel Gervasio Dorna, del Regimiento de Patricios. Pero este joven fue rápidamente desairado: moriría durante la guerra de Independencia, en el Alto Perú, en 1815.
San Martín venía a llenar necesidades imperiosas del nuevo país que estaba naciendo en Buenos Aires. Aquí no había, prácticamente, militares de carrera, sobre todo en el bando patriota. Los asuntos de guerra se confiaban a abogados como Belgrano y Castelli, o comerciantes como el potosino Cornelio Saavedra, que además se había iniciado en las armas a los 47 años.
San Martín se casó rápidamente con Remedios: apenas habían pasado cinco meses desde que bajara de la fragata "Canning" en el puerto de Buenos Aires. Era el 12 de septiembre de 1812. Todo indica que el matrimonio no fue feliz. Apenas sirvió para que San Martín se insertara en el ambiente muy cerrado de Buenos Aires, donde de todos modos siempre desconfiaron de aquel personaje un poco inesperado. Tuvieron una sola hija (Merceditas, nacida en 1816) y, durante los once años de su vínculo, estuvieron separados seis años y dos meses. Las desavenencias conyugales no se limitaban a las diferencias con la suegra, sino que hay rumores de infidelidades por ambas partes aunque no existen pruebas de relaciones extramatrimoniales por parte de Remedios, más que algunas infidencias malintencionadas
San Martín era un militar nato, con un sentido del deber casi obsesivo, y fuerte rechazo hacia toda frivolidad. Sin embargo, tocaba bien la guitarra, cantaba y bailaba con mucha gracia. Era alto y de muy buen aspecto.
Durante sus doce años de victorias y derrotas en las guerras americanas, se acepta generalmente que San Martín vivió varios amores.
María Josefa Morales
Mejicana, condesa de los Ríos y viuda. Fue compañera del general mientras planeaba la expedición a Perú.
Según Daniel Balmacena en su libro “Romances Turbulentos de la historia argentina”. Sudamericana, 2012, esta situación se interrumpió en 1818, cuando Remedios de Escalada llegó a Mendoza con la hija de ambos, Mercedes. Ya llevaban seis años de casados y hay muestras sobradas de la antipatía mutua que había entre el Libertador y su suegra, Doña Tomasa de la Quintana, quien lo llamaba “soldadote”, “plebeyo” y “cholo”.
La mulata Jesusa
Junto con Remedios llegó a Mendoza la criada de confianza de la joven señora. Mientras planificaba el ataque a Lima, don José decidió que Remedios volviera a Buenos Aires, cosa que su esposa hizo bajo protesta y llevando un ataúd dado su débil estado de salud pues padecía de tuberculosis. Bien sabía que dejaba a su marido con Jesusa, y que el viaje que emprendía era peligroso por el largo trayecto y su frágil salud.
Jesusa permaneció junto al general y viajó con él a Perú. Allí tuvo un hijo natural, fruto de estos amores.
Rosa Campusano
Vivía en Lima. De sangre africana vivieron juntos en la residencia “La Magdalena”, antigua casa de descanso de los virreyes del Perú. Hija bastarda de un funcionario español con una mulata, fue amante de un acaudalado comerciante español que la introdujo en la sociedad limeña. Los secretos de alcoba que obtuvo de un oficial realista fueron suministrados a los patriotas que así pudieron anticiparse al accionar del enemigo.
Carmen Mirón y Alayón
Siguiendo el viaje del general, llegamos a Guayaquil donde, a pesar de la brevedad de su permanencia, mantuvo una relación con una dama de Andalucía,Carmen Mirón y Alayón, que terminó en descendencia:Joaquín Miguel de San Martín y Mirón conoció a su padre mientras este vivía en Europa.
Sin embargo, la pareja más conocida de San Martín mientras estuvo en Mendoza, fue una dama mejicana llamada María Josefa Morales de los Ríos, viuda de Pascual Ruiz Huidobro, conocido militar español que apoyó la Revolución de Mayo, fallecido en Mendoza en 1813. En esa provincia eran conocidos como "el Pepe y la Pepa". En instrucciones al administrador de su chacra en los Barriales, San Martin le pidió que la cuiden como "a mi mujer propia". Al final de la campaña, cuando permaneció por unos meses en Mendoza, le dejó su famoso sable y el estandarte de Pizarro que la Pepa le devolvió cuando "don José" ya vivía en Francia.
Obviamente la relación con la madre de Remedios empeoró cuando el general, a pesar de estar en Mendoza y saber que su esposa agonizaba, no se atrevió a volver a Buenos Aires por miedo a las represalias por su desobediencia al Directorio, cuando en 1819 le fue ordenado que volviese de Chile con el ejército de los Andes para defender al gobierno porteño de las tropas artiguistas de López y Ramírez.
Finalmente, Remedios murió el 3 de agosto de 1823, a los 25 años, sin volver a ver a su marido, quien hizo construir un sepulcro en el Cementerio de la Recoleta donde recordaba a su"esposa y amiga".
Según la profesora adjunta de Historia Latinoamericana de la Universidad de Buenos Aires, Silvana Ablin, hay que tener en cuenta que a principios del siglo XIX la sociedad era más libre y las normas de la Iglesia en América no estaban tan presentes como hacia fines de ese siglo. Las mujeres tuvieron un rol muy destacado en la independencia, desde aquellas que pertenecían a la elite, como Juana Azurduy que luchó en las montoneras, las criollas que participaron en tertulias donde se discutía de política, se hacían donaciones para comprar armas, hasta las negras y mulatas que ayudaron a San Martín.
El general —cual un estratega que estudia todos los detalles antes de empezar la batalla— desechó cualquier amor que pudiera poner en peligro su carrera. El misterio de una bella mujer nunca perturbó sus planes de guerra. En el Perú, con plenos poderes, estuvo rodeado de damas, jóvenes y maduras, y sólo le hubiera bastado levantar su dedo índice para quedarse con cualquiera. No lo hizo. La audacia y la temeridad, evidentemente, las reservaba para los días de combate.
Ya en Francia, en el exilio, San Martín buscó refugio en el ajedrez, en la pintura de paisajes costeros, y soslayó, al parecer, todo enamoramiento. Sólo vivía de recuerdos, que le dolían más que la edad.
*Por Liliana Chimenti, alumna de segundo año de la Escuela de Comunicación de Perfil.
por Liliana Chimenti
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