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SOCIEDAD | 17-08-2020 11:59

La increíble historia de la última heredera de San Martín

Josefa Dominga Balcarce fue la última descendiente. Participó de la Primera Guerra Mundial y fue clave para reconstruir la historia de su abuelo.

“Dulzura con los criados, pobres y viejos”, “Estimular en Mercedes la caridad con los pobres” e “Inspirar amor a la Patria y a la Libertad” son tres de las doce máximas que José de San Martín le escribió a su hija Mercedes en el año 1825 y que su nieta, Josefa Dominga ‘Pepa’ Balcarce y San Martín, la última descendiente del Libertador, las cumplió hasta el último día de su vida, convirtiéndola además en una heroína silenciada por la historia argentina. Pepita, tal como la llamaba el prócer, no sólo fue la encargada de reconstruir la trayectoria de su abuelo ante el Museo Histórico Nacional, sino que también se convirtió un personaje transcendental para el pueblo francés durante la Gran Guerra.

Josefa, la pequeña que se puede observar junto a su hermana María Mercedes y San Martín en la escultura del ‘Abuelo Inmortal’ que es encuentra en la plaza Grand Bourg frente al Instituto Nacional Sanmartiniano, nació en París aunque tenía nacionalidad Argentina y estuvo casada con Fernando María de los Dolores Vicente Jacinto Ceofás Gutiérrez de Estrada y Gómez de la Cortina, un secretario de la Legación de México en la capital francesa. Según su tío, el poeta Florencia Balcarce, quién solía visitar mensualmente a su familia en París, le escribía a sus allegados en Buenos Aires y afirmaba que “Pepita entendía muy bien el idioma español desde sus primeros años de vida”. En ese sentido, Viviana Künhe, autora de ‘Ser mujer no es un obstáculo, el caso de Josefa Dominga Balcarce y San Martín’, reveló: “Era una mujer culta, instruida en distintas lenguas y conocedora a la perfección de la cultura materna. Acervo que cultivó no solamente desde el perfecto conocimiento de la lengua sino también de las tradiciones culinarias”.

Si bien nunca pisó el territorio nacional, la última representante del Libertador no dudó en ningún momento de su “sangre celeste y blanca”, ya que al firmar sus correspondencias le llamaba “mi Patria” a la Argentina. En ese sentido, a través de sus conversaciones con Adolfo Carranza, fue la encargada de acondicionar el Museo Histórico Nacional con los objetos más preciados de su abuelo, que no fueron vendidos sino donados para todos los habitantes del Rio de la plata pudiesen contemplar la última habitación dónde descansaba el prócer en su residencia de Francia. Asimismo, dispuso que la valiosa propiedad heredada de sus bisabuelos maternos en la esquina de las actuales calles Teniente General Juan Domingo Perón y San Martín se entregue al Patronato de la Infancia.

“No se puede resumir la vida de Josefa a la donación de las pertenencias del Libertador ni de su mansión en el centro porteño, sino que fue una mujer que dejó de lado su riqueza y comodidad para servir a los más necesitados”, expresó Künhe haciendo referencia al trabajo humanitario que realizó la última descendiente del Libertador en Francia. En ese sentido, en 1904, al poco tiempo de su viudez, Pepita montó en su residencia de Brunoy la sede de la Fundación Balcarce y Gutiérrez de Estrada, entidad que se encargaba de brindar ayuda a los ancianos e indigentes de la región. Si bien no se propuso llevar adelante un establecimiento modelo, pero lo fue ya que al poco tiempo el proyecto se convirtió en un ejemplo de estructura existencial y de vanguardia para toda Francia.

Sin embargo, el espíritu Sanmartiniano de Josefa lo demostró durante la Primera Guerra Mundial, en un momento donde las mujeres de los sectores más favorecidos de la sociedad se limitaban a cultivar actividades lúdicas, artísticas y culturales. Ella, a sus 82 años, estuvo presente en la primera línea del enfrentamiento bélico. Atenta al avance de las tropas enemigas, decidió ampliar la estructura de su hogar de ancianos para convertirlo en un hospital de emergencia destinado a socorrer a los heridos de guerra. Asimismo, el centro de salud terminó convirtiéndose en el nosocomio más importante de la región como consecuencia de su equipamiento médico.

A raíz de su valentía, de rechazar las recomendaciones de los militares franceses y permanecer en el hospital para atender a los soldados, provocó que la condecorada con la Medalla de la Reconaissance y la Cruz de la Legión de Honor. Asimismo, el reconocimiento de Josefa en Brunoy sigue vigente a pesar de que en Argentina su labor humanitaria y servicial continúe silenciada.

 

*Por Pilar Padula, alumna de segundo año de la Escuela de Comunicación de Perfil.

 

por Pilar Padula

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