Saturday 22 de June, 2024

SOCIEDAD | 20-05-2024 07:13

Anticipo: Lola Lanusse, una historia de resiliencia

En su libro, la nieta del ex presidente cuenta cómo fue abusada y superó una grave enfermedad.

No sabe cuándo ni cómo comenzó exactamente. El tiempo es impreciso. Lola quiere hablar sobre los abusos que sufrió por parte de su padre cuando era niña. Una realidad interna con la que convive desde que tiene uso de razón. Varias de esas imágenes las tiene bloqueadas, aclara. Son ráfagas dolorosas, tratando de encontrar paz. (…)

Eran caricias espantosas, sin tiempo ni lugares precisos. Cuando Lola tenía 10 años, viajaba junto a sus padre y hermanos a San Carlos de Bariloche y tuvieron un accidente automovilístico. Como el trayecto era largo, pasaron la noche en un hotel céntrico de la capital de Neuquén. “Papá pidió una habitación. Le dieron una con dos camas: una camera y otra de una plaza. ¿A quién le toca dormir en la cama camera con papá? Obviamente, a mí”, cuenta Lola. Recuerda que esa noche hubo caricias indebidas. (…) Callaba todo ese tormento porque consideraba que era su culpa. Ese era un castigo que se merecía. (…) “Fueron caricias espantosas y no deja de ser un horror, porque era mi padre quien las hacía. Creo que en eso algo tuvo que ver mi mamá. De alguna manera, me puso en ese lugar. No me cuidó”, concluye Lola (…)

En determinados momentos, Lola sintió compasión por su madre. Con tres hijos y un esposo violento física y psicológicamente, al que ella y sus hijos le tenían pánico, hizo lo que pudo. Una escena habla por sí sola: el padre arrastrando a su esposa de los pelos hasta el baño. La hacía pesar en una balanza porque estaba excedida de peso. (…)

Tomó coraje y fue a hablar con sus abuelos Cano y Lala. El encuentro fue muy tenso, casi dramático. Les contó todo lo que su madre estaba sufriendo y también se animó a hablar de los abusos que su padre había cometido con ella. Después de escucharla, el abuelo Alejandro Lanusse, ya retirado del ejército, le respondió: “Todo lo que me estás diciendo es una barbaridad y ofende el nombre de tu padre. Por lo tanto, los voy a carear”. (…)

A los dos días, tuvo lugar el careo entre Lola y su padre. Si su abuelo lo había dispuesto así era porque no creía que uno de sus hijos fuera responsable de abusar de su propia hija. A Lola le tocó enfrentar nuevamente el tema. “Yo le decía: ´Por favor, papá, te pido. Decilo delante de tus padres, deciles lo que me hacías a mí´”. Pero el padre se hizo el desentendido, no confesó la verdad. El resultado final del humillante careo fue que sus abuelos paternos no validaron su testimonio ni la apoyaron (…)

Una mañana de septiembre estaba ejercitando junto con otra chica en la pista Vulcano. Eran “vueltas de gigante”, movimientos muy rápidos con el esquí. En ese momento, Lola perdió de vista a su compañera, que iba adelante. Cuando la volvió a encontrar metros después, se chocó con ella a una velocidad muy fuerte y cayeron con un gran impacto un terreno más abajo. Lola se quedó quieta, sin hacer movimientos, a la espera de que la auxiliaran. (…) El caso requería un inmediato traslado a Buenos Aires para ser atendida en otro centro asistencial (…). No tenía daños óseos ni medulares pero sí había sufrido un impacto fuerte en la columna. Coincidencia: era la misma zona en la que, también veintitrés años después, le descubrirían un tumor (…)

El martes 19 de abril de 2016, al día siguiente del descubrimiento de una mancha que apareció en una radiografía que se hizo en la cervical (a pedido de su osteópata tras un accidente ocurrido mientras entrenaba), Lola y Jorge viajaron a Neuquén. (…) (Una amiga neuróloga le dijo) Nunca imaginé que en veintiún años de carrera que tengo, iba a tener que decirte esto: tenés un tumor en la médula. Hay que operar. (…) Había que extirpar el tumor. Luego hacer la biopsia para saber si era benigno o maligno. Por su forma, según recuerda Lola, lo más probable era que fuera benigno. Pero la preocupación principal de los médicos consistía en extraerlo: el tumor ocupaba tres cuartas partes de la médula. (…)

Luego de la operación el mundo de Lola cambió. Los primeros pasos se parecían más al andar de un pato criollo o un bebé que dependía de la ayuda de alguien. (…)

La terapista ocupacional fue parte de quienes la acompañaron en la rutina de rehabilitación. Un día le hizo hacer un ejercicio que Lola odió profundamente. Consistía en colocar monedas dentro de una alcancía. Lola debía levantar las monedas y depositarlas en su destino final a pocos centímetros de distancia. Parecía sencillo pero no para ella. Empezó a observar sus dedos para aprender a utilizarlos como pinzas: la consigna era sostener algo entre el pulgar y el resto. (…)

Lola aprendió a convivir con el dolor en el cuerpo. A veces la paralizaba y otras solo la limitaba. Tenía muy poca motricidad fina y debía recuperarla. Entonces se daba ánimo: “Un poco más”. Volver a peinarse sin asistencia fue también todo un logro. (…)

“Durante un tiempo no tuve ganas de hacer pis, como se puede sentir en condiciones normales. No sentía en la uretra la sensibilidad al orinar. Sí percibía olores y me daba cuenta cuando se trataba de otra cosa, sobre todo después, cuando me limpiaban”. (…)

Después de la intervención quirúrgica, ponerse los esquíes fue una de las primeras metas. Ocurrió a los tres meses. La cuestión era salir del encierro del cuerpo y también de su casa. Entonces pidió ayuda a sus amigos. Los médicos nunca estuvieron de acuerdo con esa decisión, que juzgaron “irresponsable”. (…)

El Volcán Lanín siempre le llamó la atención. La magnetizó desde que era una niña. “Algún día lo voy a subir”, pensaba. El 7 de diciembre de 2020, Lola y el equipo fueron al Lanín para poder subir a la cima al día siguiente. (…) Cuando Lola llegó a la cumbre, cayó de rodillas. Si bien estaba cansada, se sentía feliz.

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