En los últimos años emergieron, desde la periferia del típico canje de redes sociales, consumidores genuinos que sienten la necesidad de decir lo que realmente les genera tener en sus manos productos marca comprados por ellos mismos. La modelo rusa Polina Nioly fue la primera influencer que despotricó contra las marcas de lujo en un video viral: “Si comprás zapatos en Versace por 5 mil dólares, sabé que es una tendencia que va a durar poco porque las marcas más baratas la copian y en dos meses, usarlos dan vergüenza. Es gastar una cantidad enferma de dinero que solo crea insatisfacción y ansiedad".
Pero no fue solo un ataque a la psicología del segmento ABC1 de la moda, también agredió directamente a Louis Vuitton y Prada: “Las marcas de lujo comenzaron a hacer pret-a-porter, por lo que tuvieron que bajar la calidad porque no daban abasto con las prendas. Lo mejor es comprar ropa vintage o de diseñadores independientes por un dinero razonable”. Quien continuó esa línea fue la chilena Isii Fernadeez, quien apuntó a Christian Dior cuando compró un rouge y expuso su experiencia en redes: “Por el precio que pagué no se ve Dior. Están regalando el prestigio con estos tipos de productos”.
El caso de la influencer peruana Valeria González fue también muy comentado. En su habitual recorrido por los shoppings de su Lima natal, se detuvo en la tienda Falabella, donde hizo un análisis exhaustivo de unas zapatillas Adidas que tenían un precio desorbitante mientras enfocaba detalles de la dudosa calidad del estampado y la tela. El video inmediatamente fue visto por millones de cibernautas, sin embargo a los pocos minutos fue borrado. Dicen que de la misma firma alemana se comunicaron con ella para rogarle que lo quite de la web.
El turco Tanner Leatherstein es sin duda el más extremo. Experto en marroquinería, en sus videos de Tik Tok destruye accesorios de lujo para demostrar si lo que se paga por ellos es coherente con el producto final. Ha destruido carteras y billeteras de miles de euros para evidenciar que la gente paga tres o cuatro mil euros por el nombre Chanel, Dolce & Gabbana o Bottega Veneta, cuando no deberían costar, incluyendo un gran margen de ganancia, más de 150 dólares.
Incontrolables, displicentes y cultores del no canje para tener absoluta libertad de expresión, los influencers "antilujo" son la nueva tendencia en redes. Y mientras las marcas temen un posible desbaratamiento de su concepto comercial, ellos no paran de multiplicar seguidores.
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