Dos episodios, en apariencia inconexos. El primero: un bebé de dos años, llamado Dante, se queda dormido en el “sector peluches” del jardín "De paso, paseo", de La Plata, donde sus padres lo dejaban cada día para poder ir a trabajar. Nadie se dio cuenta del nene roncando entre conejos, así que cuando llegó la hora del cierre cerraron el lugar… con Dante adentro. Su papá llegó tarde a buscarlo y se encontró con el nene encerrado. Hubo que llamar a los bomberos para liberarlo. Y podría haber sido una tragedia, sí. El segundo episodio: del 7 al 11 de noviembre, organizada por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y ONU Mujeres, tuvo lugar la XV Conferencia Regional de la Mujer de América latina y el Caribe. ¿Su tema? La sociedad de cuidado entrevista como lo que es: un horizonte para alcanzar el desarrollo con equidad de género. Más allá de lo largo de su nombre y de lo -si se quiere- complejo de los conceptos en juego, la traducción es muy simple. Porque de lo que se trata, en definitiva, es de crear -para Dante, para los abuelos de Dante, para los familiares de Dante y para aquellas personas próximas a Dante que tengan alguna enfermedad o discapacidad que así lo amerite- un sistema de apoyos. De ayudas. En la Argentina, ese proyecto ya existe. Se llama Cuidar en igualdad y fue presentado al Congreso en mayo de este año. Pero desde entonces duerme en las tres comisiones que deberían tratarlo. Casi como Dante, entre los peluches.
¿De qué va ese proyecto? Simple: de una trama compleja que combina espacios, leyes, actores y servicios. Y esto comprende desde la creación de infraestructura como guarderías y espacios de cuidado (hoy escasos en Buenos Aires, casi inexistentes en algunas provincias) hasta licencias extendidas para padres (que en algunos casos cuentan con sólo dos días para recibir a un recién nacido), una oferta más amplia y más calificada de servicios de cuidado y muchas cosas más que hoy, todavía, suenan a quimera. O, mínimo, a privilegios sólo aptos para economías ultradesarrolladas como las de los países nórdicos. Sin embargo, diversas experiencias llevadas adelante hasta ahora en la región demuestran que el sector de los cuidados puede ser, también, un impulsor del desarrollo económico.
¿QUIÉN SE ENCARGA DE CUIDAR? Como quedó reflejado durante los cuatro días que duró la conferencia, las experiencias de políticas públicas de cuidado exitosas existen y no son sólo europeas. Las hay en Uruguay, en México, en Costa Rica, en Chile. Con mayor o menor grado de desarrollo, las iniciativas para que el cuidado deje de ser un “problema” de las familias y se convierta en una responsabilidad de todos (puesto que, en definitiva, toda sociedad que quiera perpetuarse en el tiempo necesita de personas que cuiden de los niños, los enfermos, los adultos mayores) avanzan en toda América latina. Especialmente después de que, como puso en evidencia la pandemia del Covid-19, quedó claro que los cuidados ocupan un lugar central en todas las sociedades. El problema es que todas esas horas dedicadas a llevar y traer chicos del colegio, acompañar a padres y madres mayores al médico, revisar la tarea, preparar la comida o hacer las compras, son, en realidad, horas invisibles. Mejor dicho: horas invisibilizadas, tiempo transparente que alguien -casi siempre una mujer, no importa si una madre, una abuela o una señora contratada a tal efecto- aporta sin que nadie se ocupe de tarifarlo. Precisamente por eso, desde hace algunos años, en varios países del mundo algunas economistas se han propuesto transformar en plata contante y sonante el aporte de las mujeres a las economías de sus países. Y los resultados fueron impactantes.
EL VALOR DE LO QUE “NO VALE”. Así fue como se llegó a la conclusión de que las mujeres generan, con sus horas de trabajo impago, entre el 15 y el 28 % del Producto Bruto Interno (PBI) de varios países de la región. Como lo destaca un documento de la CEPAL, “actualmente, 10 países de América latina y el Caribe calculan el aporte monetario del trabajo no remunerado de los hogares. Algunas de las aproximaciones realizadas en la región cuantifican que este tipo de trabajo tiene un valor de entre un 15,9% y un 27,6% del PBI. En promedio, el 74% de este aporte lo realizan las mujeres”. Y, como quedó demostrado en la reciente conferencia, con el actual escenario de sobrecarga laboral y agotamiento para las mujeres, junto con la creciente demanda de cuidados que implicará a futuro una sociedad tan envejecida como la nuestra, el camino más lógico es hacer de los cuidados un motor para un cambio que, lejos de ser cosmético, resulte realmente transformador.
Justamente por eso, durante su alocución en la conferencia, José Manuel Salazar-Xirinachs, el secretario ejecutivo de la CEPAL, aseguró que “cuando pensamos en la muy significativa elevación de la demanda de cuidados que se prevé por el envejecimiento de la población, es claro que las políticas fiscales en la región tendrán un reto muy importante en los próximos años, que es el de abrir el espacio fiscal para aportar los recursos adicionales necesarios para financiar la expansión de las redes de cuidado”. ¿Un dato entre irónico y cruel en toda esta cuestión? Para implementar un sistema integral nacional de cuidados en la Argentina (SINCA), bastaría con que el Estado se decidiera a revisar algunas exenciones impositivas. De hecho, con que sólo jueces y juezas comenzaran a pagar Ganancias, el sistema ya tendría fondos.
Pero, además, el máximo representante de la CEPAL enfatizó que “estamos en un punto de inflexión como países y como región. Este no es un momento para cambios graduales y tímidos, sino para políticas transformadoras y audaces que realmente muevan las agujas del desarrollo”. En ese sentido, la creación de un sistema nacional, universal y gratuito de cuidados permitiría que, como ya sucede en Uruguay, el trabajo de cuidados no sólo dejara de recaer sobre las familias sino que además generara empleos de calidad, espacios de cuidado realmente seguros y, sobre todo, una visión nueva sobre este asunto: la de la co-responsabilidad. Hasta entonces, los Dantes de Argentina seguirán como hasta ahora, soñando entre peluches mientras llegan los bomberos.
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