Si de analizar el fenómeno de la cancelación se trata, no todas los casos son iguales. Y tipificarlos debería ayudar a entender si el enojo social, en cada caso, es proporcional a la ofensa. Cuando hay una condena judicial, la condena pública es lógico que corra a la par, incluso que se sostenga una vez cumplida la sentencia. Es, por ejemplo, lo que sucede con Bill Cosby, la estrella de la televisión familiar norteamericana de los '80, condenado por abusar y drogar a 65 mujeres. Y localmente, con Héctor “Bambino” Veira.
“El Bambino cumplió una condena, pero fue en los '90. Si uno mira el contenido televisivo, por ejemplo de esa época, o incluso de diez años atrás, hay situaciones que hoy no se pueden producir por los cambios que hubo. Ahora, décadas después, la figura del Bambino pasó a ser desaprobada, y hasta se le retiró su estatua de San Lorenzo”, apunta Batalla.
Hay casos de celebridades que han logrado limpiar su imagen luego de pasar un tiempo tras las rejas, como Robert Downey Jr. o Mike Tyson. Y ejemplos aun más polémicos, como el de Gloria Trevi y O. J. Simpson, que se volvieron todavía más famosos desde la cárcel. Pero no es la norma. En otro casillero están quienes eluden una condena judicial, fruto de una efectiva defensa técnica en la Corte. Allí la cancelación funciona como un ajuste de cuentas público.
Una subdivisión aquí separa a los anteriores ante la moral y el ojo público, a quienes se han perjudicado ellos mismos (casos de famosos rehabilitados del alcohol y las drogas, de Maradona a Chano), de quienes le han hecho mal a terceros. A los primeros, la sociedad los vuelve a abrazar casi siempre si la expiación resulta creíble. Con los segundos eso es más difícil, y el perdón debe venir antes del agraviado.
Y dependerá también de cuán grave sea el crimen del que se acusa al cancelado. Los casos de abusos, más aun los que involucran a menores, suelen ser socialmente imperdonables. Así ocurre con la denuncia de Thelma Fardin a Juan Darthés. “Lo de Darthés se produjo justo con el surgimiento del movimiento ‘Ni una menos’ y tuvo una exposición mediática muy grande”, precisa Batalla.
La palabra de la víctima pesa por lógica, tras décadas de silencio ante la opinión pública, mucho más que la del acusado, que suele primero negar, y luego esgrimir el consentimiento, sabiendo que reconocer el hecho es una condena judicial segura. Allí la estrategia legal prima, y el acusado suele abrazar el ataque como la mejor defensa. Y se convierte habitualmente en acusador, del denunciante y de periodistas, como sucede con Darthés, representado legalmente por Fernando Burlando.
Categorías aparte para los casos de violencia y los “pecados de palabra”, sobre los que la mirada pública ha variado su posición en las últimas décadas. Si las agresiones verbales y físicas entre varones eran festejadas antes, y los cruces entre personas de distinto género amparados, ya no lo son más. El cachetazo de Will Smith a Chris Rock en los Oscar es un ejemplo de lo primero.
También los dichos de Gustavo Cordera justificando la violación, que le valieron una causa por “incitación a la violencia”. Las ofensas discriminatorias por religión, género, raza o discapacidad llevan también a la cancelación, aunque esta sea prueba selectiva, y plausible de rescate al amparo del “humor incorrecto”. “Esta actitud cancelatoria parece querer hacer obligatorias todas las posiciones. El problema es que la cancelación es una justicia expedita, que no espera la sanción y la presentación de la prueba. Y ese es el riesgo”, remata Amado.
No es el único problema que plantean las cancelaciones. Como se ve, muchas veces esta justicia popular va a contramano de lo expedido por los tribunales. Lo cual no es raro cuando el 80 por ciento de los argentinos desconfía de la Justicia. Pero, ¿qué se hace con el cancelado? ¿La sociedad lo aísla idefinidamente? ¿Es solo tarea para el tiempo, cicatrizar y olvidar?
Es un debate que cruza a los medios y las redes, pero también al ojo público en el gusto por la posverdad. El "vox populi, vox dei" se prueba a veces más humano que divino. La serie "Los Simpson", que todo lo anticipó, lo reflejó en el capítulo 9 de la sexta temporada. Allí se ve a un Homero acusado por los medios de abusar de la niñera de sus hijos. Aun cuando logra mostrar su inocencia, la duda subsiste, y la reparación es ínfima respecto al daño causad
por Maximiliano Sardi y Marcos Teijeiro
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