Al momento de su muerte, en la casa de Diego Maradona se encontraban su sobrino Jonathan Espósito; un asistente, Maximiliano Pomargo (cuñado del abogado del ídolo, Matías Morla), un empleado contratado para su seguridad física, una enfermera y una cocinera.
Morla, quien se encuentra en una guerra declarada con la familia del jugador, fue el primero en cuestionar la atención que éste había recibido. Mientras se desarrollaba el velorio en la Casa Rosada, emitió un duro comunicado. “Es inexplicable que durante doce horas mi amigo no haya tenido atención ni control por parte del personal de salud abocado a esos fines”, expresó y definió como una “criminal idiotez” el hecho de que la primera ambulancia en llegar a la casa, tardara media hora. “Este hecho no debe ser pasado por alto y voy a pedir que se investigue hasta el final de las consecuencias”, dijo.
A Morla no se le permitió el ingreso al velatorio. “Es un momento íntimo y familiar”, justificó él la situación.
La investigación sobre si hubo o no mala praxis en la atención de Maradona tomará seguramente características judiciales. Pero no será la única batalla en ese terreno.
La grieta entre el entorno y la familia viene desde hace tiempo y ha sido motivo de culebrones en los medios. Unas horas después de que Morla hiciera público su comunicado, mientras la gente despedía los restos del DT, una señora gritó: “¡Morla asesino!”. Acto seguido, pudo verse a Dalma Maradona aplaudir junto a otro grupo de familiares que estaba en el lugar.
Morla trabaja con Maradona hace seis años. Quienes lo conocen, aseguran que fue él quien salvó al ex jugador cuando éste estaba en bancarrota. “Una semana antes que Morla llegara, Maradona estaba vendiendo anillos para salir de joda”, recuerdan.
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