Friday 13 de December, 2024

MUNDO | 23-05-2016 15:05

Marcela Temer, ¿otra mujer decorativa?

La primera dama de Brasil y su relación con el poder. El paralelismo con Juliana Awada y los cambios de roles con Dilma.

En Brasil hay otra grieta. La discusión no gira sólo en torno a derechas o izquierdas y a golpe de Estado o proceso legal. La cuestión del cambio de roles en el feminismo del poder se coló entre los temas más discutidos con dos protagonistas de peso: la salida de Dilma Rousseff y la aparición como protagonista de la primera dama, Marcela Temer.

La esposa del presidente interino tiene 33 años recién cumplidos (42 menos que su marido), fue modelo y se recibió de abogada, aunque nunca rindió el examen que la habilitaría a ejercer. Conoció a Michel Temer a los 19, el mismo año en que había sido electa “Miss Paulista”, pero dejó su carrera por la de su marido: se casó un año después y desde ese momento ejerce el rol, que presume, de acompañante y cuidadora: su tarea es encargarse de su marido, de su hijo (ahora de seis) y de la casa.

Su contrafigura, claro está, es Dilma. La primera presidente mujer en Brasil comenzó a militar en política a la edad en que Marcela conocía a su esposo y abandonaba su trabajo. Peleó contra la guerrilla y soportó torturas. Cuando fue detenida, en su ficha de la policía quedó una frase que la pinta de cuerpo entero: “No está arrepentida”. Por eso, uno de los cantos predilectos de sus seguidores es: “Dilma, guerrera de la patria brasilera”.

“He honrado los votos que las mujeres me dieron. Nosotras tenemos algo en común: somos dignas”, se despachó al despedirse la presidente sometida al Impeachment. Y la discusión de género, que se venía calentando a fuego moderado, hirvió. ¿Es menos digno el rol de Marcela, por el hecho de no interesarse en política?

A mediados de abril, la revista Veja de Brasil hizo un perfil sobre la flamante primera dama. “Bella, recatada y hogareña”, se tituló. Suficiente. Las organizaciones feministas estallaron por lo que consideraron la cosificación de la mujer. “Es inaceptable que un medio de comunicación perpetúe la imagen de mujer objeto”, escribió en su muro de Facebook la diputada Luiza Erundina. Las críticas se regaron por todo el país y, con la salida de Dilma, inundaron los medios y se trasladaron al mundo.

Por momentos importan lo mismo los ajustes que debe imponer esta nueva administración, que el hecho de que Marcela siga siendo cultora del perfil bajo y no salga a responder las críticas.

Su marido sí lo hizo. En una entrevista, Temer contó que pensaba incluir a su esposa en la cartera social del gobierno: “Ya conversamos sobre eso”, soltó. “¿Pero ella tiene información sobre el área?”, preguntó la periodista. “Es abogada y tiene mucha preocupación por el acontecer social”, contestó, escueto, el presidente.

Paralelismos. En Argentina, Juliana Awada comenzó a robarse las miradas durante la campaña de Mauricio Macri a la presidencia. Bella, con onda y desideologizada. Apenas habla y, cuando lo hace, ruega que no se le pregunte sobre política. Su lugar, dice, está en atender las necesidades de su marido y de la hija de ambos, Antonia. Abandonó su carrera en la empresa textil familiar para dedicarse full time a su marido.

Cualquier semejanza con Marcela Temer, es pura coincidencia.

Es lo más parecido al triunfo de la no-noticia. Ambas son devotas del perfil bajo, hacen un culto de no opinar de política y desearían pasar completamente inadvertidas. Pero algo las condena a ser colocadas al centro de la escena y no es sólo la belleza evidente.

“Awada suscribe a un modelo de burbuja doméstica que cuesta asociar a una mujer de 41 años que pasó por Oxford”, escribió Alejandra Daiha, editora ejecutiva de NOTICIAS en la nota de tapa del 12 de marzo. Aquel artículo, que mostraba a la primera dama argentina como una “mujer decorativa”, creó una tormenta de polémicas, tal como sucedió con la nota posterior de la revista brasilera Veja y su perfil sobre Marcela.

En Brasil, los blancos de las críticas sobre Marcela Temer se centran en su modo de vida, que catalogan de ostentosa. Viajes a Europa y remodelaciones fastuosas en su vivienda, son los ítems que sobresalen. Los argumentos parecen endebles en un país manchado por una corrupción sin precedentes, aunque podrían ser efectivos para mancillar la raquítica imagen de su marido, que entró tambaleando a la presidencia.

Mientras tanto, Marcela sigue sin aparecer públicamente. Su marido habla por ella, mientras está en el ojo de la tormenta. La cuestión estará en si debe tomar un cargo de gobierno y responder a las acusaciones o logra seguir observando la batalla política que vive Brasil en el lugar que más le reconforta, adentro de su hogar.

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