La Eva que derrotó a Evo Morales es la senadora del MAS que legitimó a Jeanine Áñez como presidenta interina. Por esa razón, y porque Eva Copa no acató con sumisión sus decisiones: Evo Morales le impidió ser la candidata del MAS a la alcaldía de El Alto, la segunda ciudad más poblada de Bolivia. Ella lo desafió postulándose por otro partido y arrasó en las urnas al candidato impuesto por el ex presidente.
Evo fue derrotado por Eva en la urbe que está junto a La Paz, pero el líder del MAS se tomó revancha con otra mujer. La detención de Jeanine Áñez mostraría a la Justicia adoptando la versión que Morales intenta imponer sobre los sucesos del 2019. Y este giro puede ser peligroso.
Las imágenes resultaron inquietantes. La policía introduciendo a la ex presidenta interina en lo que parece un calabozo de comisaría. Si los jueces sentenciaran a Añez por dar un golpe de Estado, podrían ir después por Eva Copa y los otros legisladores del MAS que, en aquel turbulento noviembre del 2019, firmaron el acuerdo que dio legitimidad al interinato.
¿Hubo golpe de Estado? ¿el gobierno interino fue ilegítimo? A simple vista, las respuestas parecen concatenarse: si se establece que hubo golpe, se establece también que el gobierno originado en esa ruptura institucional fue ilegítimo. Sin embargo la complejidad del caso permite afirmaciones que parecen contradictorias: hubo golpe de Estado y tuvo legitimidad el gobierno de transición.
Existen elementos objetivos para ambas afirmaciones, aunque la versión que más tarde impulsó Morales niegue tal legitimidad. Que los jueces hayan asumido esa versión, en la cual Evo sólo fue víctima y no tuvo ninguna responsabilidad en aquellos trágicos sucesos, podría ser el preludio de persecuciones políticas. Los acontecimientos no se agotan en el golpe. A Evo lo derrocaron, pero eso no lo libera de responsabilidades, ni convierte en delito al gobierno interino.
El origen del caos fue una maniobra fraudulenta que posiblemente alteró el escrutinio. Incluso si el escrutinio no fue alterado, la interrupción del conteo cuando alcanzaba el 84 por ciento de los votos y el resultado implicaba una segunda vuelta en la que podía ganar Carlos Mesa, sólo puede entenderse como maniobra fraudulenta. Por eso cuando el escrutinio se reinició con Evo ganando en primera vuelta, la elección ya estaba estropeada y las protestas eran la consecuencia inexorable.
En ese caos, el ultra-conservador Luis Camacho impulsó el accionar de turbas violentas que quemaron casas y secuestraron familiares de funcionarios y legisladores del MAS, para exigirles que dimitan y hagan renunciar a Morales. El incendio de la vivienda de la hermana del presidente y el linchamiento de Patricia Arce, alcaldesa de Vinto a la que embadurnaron con pintura y arrastraron por las calles, son algunas de las tantas pruebas de la ferocidad insurreccional desatada.
Camacho inició su cruzada en Santa Cruz, enarbolando una Biblia que luego levantó Áñez al ingresar al Palacio del Quemado. La violencia organizada impuso la renuncia de Morales, del vicepresidente García Linera y de la presidenta del Senado Adriana Salvatierra. La sucesión continuaba por el senador que la bancada mayoritaria decidiera en sesión extraordinaria. Pero turbas con barricadas ardientes rodeando el Congreso impidieron el ingreso de muchos legisladores oficialistas. En esas condiciones, un puñado de senadores encumbraron a la vicepresidenta segunda: Jeanine Añez.
Reflejando el caos imperante y reconociendo la responsabilidad de Evo, la Confederación Obrera Boliviana (COB) le recomendó dimitir. Pero que el general Williams Kaliman, como jefe del ejército, haya aparecido en TV “aconsejando” al presidente que renuncie, es Golpe de Estado. Un jefe militar sólo puede aconsejar a un mandatario si éste se lo pide, y en privado. Pero si aparece en televisión rodeado por la cúpula castrense, aconsejando al jefe de Estado que renuncie, no está dando una opinión sino un pronunciamiento.
Lo que en realidad hizo el jefe militar fue anunciar que el ejército no haría nada contra las turbas que actuaban como guerrillas urbanas. No obstante, también es un hecho objetivamente verificable que el presidente y su vicepresidente, Alvaro García Linera, renunciaron. A diferencia de Hugo Chávez, que nunca firmó la renuncia durante el golpe de militares venezolanos en el 2002, Evo dimitió y huyó del país.
Bolivia quedó al borde de un abismo. Si Eva Copa y otros legisladores del MAS no hubieran aceptado un gobierno interino a cambio de nuevos comicios, el caos desembocaba en guerra civil. No sólo ese acuerdo en el Congreso dio legitimidad al interinato. También lo hizo el mismo Tribunal Constitucional que había legitimado el desacato de Evo al referéndum que le impedía postularse en 2019.
El propio Luis Arce había reconocido legitimidad al que calificó como “gobierno de transición constitucional”. El acuerdo no implicó darle carta blanca. Cuando Áñez ordenó brutales represiones y tomó decisiones arbitrarias, Eva Copa la enfrentó y logró que la transición desembocara en los comicios acordados.
En 2019 hubo golpe de Estado en un país con la institucionalidad debilitada por Evo Morales, primero invalidando lo decidido en un plebiscito y después interrumpiendo el escrutinio en una maniobra fraudulenta. Tras una breve estancia en México, pasó por Cuba y allí adoptó una versión de los hechos en la que él no tuvo ninguna responsabilidad en aquella cadena de estropicios.
Aplicando esa versión incompleta, la Justicia que acaba de encarcelar a Áñez podría ir después por Eva Copa. Seguramente eso es lo que desea Morales. El líder del MAS acrecentó su rencor cuando Copa se negó a deponer su postulación en El Alto para alinearse con Zacarías Maquera, el candidato que Morales había impuesto.
Copa arrasó en las urnas a Maquera, propinando una dura derrota a Evo Morales, quien había hecho campaña por su candidato en El Alto, acusándola de traidora. Las elecciones de alcaldes y gobernadores mostraron un retroceso del MAS. Pero no debilitaron al presidente Arce, sino al jefe del partido: Morales. Su liderazgo quedó debilitado por el retroceso del MAS, aunque al mayor impacto lo recibió en El Alto, la ciudad donde Eva derrotó a Evo.
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