Wednesday 8 de May, 2024

MUNDO | 23-07-2023 08:34

El infierno del paraíso

La izquierda autoritaria volvió a ser funcional al liderazgo ultraconservador de Rusia. En los mismos días murió Milan Kundera, el escritor que desveló esas oscuras hipocresías.

Milán Kundera entendió que el paraíso del totalitarismo queda en el infierno. Eso hace que su mirada sobre el siglo 20 sea imprescindible y resulte crucial para conjurar los sectarismos del siglo 21.

Como una señal de la historia, el escritor checo murió en el mismo puñado de días que los regímenes cubano, venezolano y nicaragüense mostraban una vez más su funcionalidad con el presidente ruso que ordenó la invasión de Ucrania.

Igual que los liderazgos populistas que los secundan, se auto-perciben “progresistas” y se atrincheran en discursos izquierdistas, pero censuraron la participación en la cumbre UE-CELAC del presidente de un país invadido, para favorecer el expansionismo belicista del invasor. Y lo hicieron justo en los días en que el presidente ruso amplió la legislación homofóbica que hizo aprobar por la Duma en el 2013, destruyendo el avance hacia la diversidad sexual que había impulsado el gobierno de Boris Yeltsin en 1993.

El primer paso retardatario de Vladimir Putin fue prohibir la difusión de todo tipo de información sobre “relaciones sexuales no tradicionales”, o sea, que impliquen reconocer la diversidad sexual. Aquel paso hacia la marginación y censura de la homosexualidad se auto-justificaba en “el propósito de proteger a los niños de la información” que niega “los valores tradicionales de la familia”.

En el 2022 endureció las leyes apuntadas a cancelar socialmente a los homosexuales y ahora dio otro paso en dirección a los tiempos en que existía el “delito de sodomía”. El último golpe a la comunidad LGTBQ fue prohibir todo tipo de intervención médica para el cambio de sexo, sea por cirugías o por medicamentos. ¿El argumento esgrimido? “impedir la degeneración de los niños” rusos.

Como los sectores oscurantistas de las iglesias católica y ortodoxa, Putin reprime la diversidad sexual acusando de “degenerados” a quienes no sean heterosexuales. También en eso es un ultraconservador. Pero regímenes izquierdistas y sus aliados que se consideran “progresistas” se alinean con el presidente de Rusia,  situándose en la vereda opuesta a los ucranianos, a la diversidad sexual y a la democracia liberal.

El escritor que murió justo cuando el izquierdismo autoritario exhibía las mismas contradicciones y oscuridades que caracterizan a las derechas extremistas y el conservadurismo recalcitrante, reveló ese rasgo absurdo de los ideologismos totalitarios.“La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”, escribió Kundera. Por eso es importante no olvidar lo que denunció con varios  de sus libros: el totalitarismo, que es el autoritarismo absoluto. La Broma fue su primera novela. En ella describe la oscuridad del totalitarismo, explicándolo como un espacio que no da lugar al humor.

La parafernalia discursiva, la espectacularidad escénica y los recargados relatos que sacralizan la posición propia y demonizan a la  opuesta, entran en lo que Kundera describió a través de la palabra alemana que rescató en “La insoportable levedad del ser”: kitsch.

Ese término es usado como sinónimo de cursi, o de mal gusto, pero el significado que le dio el escritor checo es más profundo: aquello que aparenta una grandeza que no tiene; el engaño que consiste en disfrazar de crucial lo fútil y dar apariencia de trascendental a lo intrascendente.

Los primeros de mayo en los países del Pacto de Varsovia se celebraban con actos multitudinarios que irradiaban la sensación de que esos pueblos habían abrazado la ideología imperante. Toda la simbología y el protagonismo de las masas eran el imponente envoltorio de de un vacío abismal. Todo era una monumental simulación del supuesto vigor de las convicciones, para ocultar el océano de dudas, miedos y desilusiones en el que naufragaba el individuo en la sociedad totalitaria.

En la novela que publicó en 1984 usa el término decimonónico que usaban los críticos del “avant-garde” para describir el engaño de los actos multitudinarios que el comunismo organizaba en todas las ciudades del Pacto de Varsovia, para celebrar los Primero de Mayo. Las masas en las calles describían una aceptación popular que no existía. La monumentalidad y la multitud eran el envoltorio de un vacío. Lo que parecía tener todo el peso de la historia, era en realidad una levedad insoportable.

Ese engañoso envoltorio caracteriza también al discurso ultraconservador y al discurso-interpretación histórica del izquierdismo autoritario y los populismos que lo secundan. Mentiras grandilocuentes que quedan al descubierto cuando regímenes como los de Cuba, Venezuela y Nicaragua cierran filas con un líder ultraconservador que práctica el expansionismo territorial causando guerras catastróficas.

Como las religiones, el ultra-conservadurismos y las izquierdas dogmáticas abrazan las convicciones absolutas que postulan como verdades únicas. En las antípodas, Kundera negaba las verdades únicas. Como explicó el filósofo checo Vaclav Belohradsky, “la gran tesis de Kundera es que la verdad que no reconoce una verdad opuesta, es un kitsch”.

No fue la única palabra reveladora que puso en valor Milán Kundera. Desde su exilio en París siguió escribiendo novelas que desnudaban la naturaleza oscura del comunismo, como el “Libro de la risa y el olvido”. En sus páginas, Kundera recurre a una palabra de la lengua checa que no tiene traducción exacta, pero el autor describe como la sensación atroz que provoca “la visión repentina de la propia miseria”. Esa palabra tan reveladora del tormento humano que causa habitar el sistema totalitario, es “litost”.

Desde el absurdo distópico, otro inmenso escritor checo, Franz Kafka,  había mostrado rasgos del totalitarismo antes de que el totalitarismo exista. Si bien se publicó en 1925, la novela El Proceso fue escrita mucho antes y Kafka no quiso publicarla, voluntad en buena hora traicionada por su amigo Max Brod.

El Proceso describió el carácter absurdo del totalitarismo antes de que el estalinismo convirtiera el régimen creado por Lenin en un sistema totalitario, y antes de que Hitler engendrara su propio monstruo criminal.

Kundera no imaginó al totalitarismo que describió en sus novelas “La Broma” y el “Libro de la risa y el olvido”; lo vivió y padeció en el país que por entonces se llamaba Checoslovaquía. Por eso su obra tiene un gran valor político, además de lucidez filosófica: mostrar un sistema que puede regresar a los países que lo padecieron.

Por ese peligro siempre latente en un mundo que va olvidando todo, es que reflexionó sobre Nietzsche y el eterno retorno en las páginas de La insoportable levedad del ser.

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Claudio Fantini

Claudio Fantini

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