Cuando Israel dice que Hamás usa a los habitantes de la Franja de Gaza como “escudo humano”, se equivoca. En los conflictos, el “escudo humano” cumple el rol de impedir que el enemigo ataque y éste no es el caso. La organización que impera sobre ese pueblo atormentado que se hacina en un puñado de kilómetros cuadrados tiene certeza absoluta, igual que el resto del mundo, que Israel va a responder un ataque con otro ataque mayor.
No existe ninguna posibilidad de que el Estado judío deje un ataque sin responder porque, si lo hace, se vuelve vulnerable. De manera inexorable, responderá un bombardeo con otro bombardeo. Hamás lo sabe. Por lo tanto, no es para evitar ataques israelíes sobre Gaza que su pueblo siempre está desprotegido. Y si no es como escudo, entonces lo que hace Hamás con los habitantes de su territorio es usarlos como misil humano.
La alusión al “escudo humano” se basa en algo evidente: Hamás nunca protege a la población con defensa antiaérea, ni instala radares y alarmas que avisen a la gente que debe guarecerse en refugios seguros. En rigor, tampoco hay refugios suficientes. Además, siempre coloca las lanzaderas de sus cohetes en áreas densamente pobladas, convirtiéndolas en blanco de la inexorable respuesta israelí que buscará destruir las estructuras de artillería.
La explicación está en la estrategia de Hamás. Y esa estrategia no pasa por escudarse en los gazatíes, sino en usarlos como armas contra los israelíes. Un proyectil que dispara en la dimensión de la opinión pública mundial contra la imagen del Estado judío.
Las imágenes de cadáveres y de destrucción, con hombres, mujeres y niños deambulando entre escombros como sombras del dolor, son disparadas hacia el mundo para que destruyan la imagen del Estado judío, criminalizándolo. Y ese blanco siempre está desprotegido. Más aún, se trata de un flanco débil de Israel debido a Benjamín Netanyahu y su política de expandir asentamientos y clausurar las negociaciones con la Autoridad Nacional Palestina (ANP) para avanzar hacia el nacimiento de un Estado palestino.
Por eso Hamás obtuvo victorias en esta nueva escalada. Uno de esos triunfos es que muchos medios de prensa en el mundo hayan hablado del enfrentamiento “entre Israel y Palestina”. Hamas no es Palestina sino una facción dentro de Palestina. La facción que impera en la Franja de Gaza desde 2006, cuando, tras vencer en las urnas a Fatah, el partido de Yasser Arafat que lideró la OLP y encabeza la ANP, echó de ese territorio a sus dirigentes y funcionarios, asesinando a muchos de ellos. Algunos de los funcionarios de la ANP y de los dirigentes de Fatah, fueron arrojados desde edificios a la vista de los gazatíes para que a nadie quedara duda sobre quien manda en ese territorio.
El jeque ciego Ahmed Yassín había creado una organización religiosa de caridad y socorros mutuos siguiendo el modelo de la Hermandad Musulmana, la organización fundamentalista egipcia. Hasta Israel canalizó ayuda a Gaza a través de esa entidad islamista. Pero Yassin la convirtió en el Movimiento de Resistencia Islámica, cuyo acrónimo es Hamás, creó su brazo armado, la milicia Ezzedim al Kassem, y proclamó la guerra santa contra Israel y contra Al Fatah para crear en toda Palestina un Estado teocrático.
Mientras lanzaba atentados suicidas contra blancos israelíes, asesinaba a miembros de Fatah. Fue entonces cuando organizaciones como Amnistía Internacional y Human Right Watch lo calificaron como “terrorista”. A Netanyahu se lo puede acusar de haber enterrado las negociaciones con la ANP que preside Mahmud Abbas y de haber fragmentado Cisjordania con asentamientos hasta volverlo un territorio inviable para la existencia de un país independiente. Pero ese es otro plano.
En el plano de los duelos de misiles con Hamás, las superpotencias debieran acordar que se instale en Gaza una fuerza de interposición de la ONU para impedir los ataques hacia Israel y, por ende, las demoledoras respuestas israelíes que padece el atribulado pueblo gazatí.
El gobierno israelí sabe cuál es la verdadera estrategia de su enemigo. Quienes lo acusan de responder a Hamás sin preocuparse por minimizar las víctimas civiles, se equivocan. Si no intentara minimizar las bajas civiles probablemente destruiría la infraestructura de Hamas en dos o tres días, arrasando todo lo que hay en Gaza con una ofensiva aplastante y total.
No es por sensibilidad humanista que evita arrasar Gaza como podría hacerlo, sino por atenuar el impacto que tiene la única arma de Hamás que puede dañar a Israel: las imágenes desgarradoras de ese pueblo desprotegido y desesperado; aturdido de muertes, lágrimas y destrucción. Los habitantes de Gaza no son usados como escudo humano; son usados como proyectil.
Las armas poderosas de Hamás nunca fueron los cohetes que lanza sobre Israel apuntando a blancos civiles. Sus líderes son conscientes de que en estos duelos, la defensa antiaérea de Israel atajará la mayoría de los proyectiles que vuelen hacia ciudades, mientras que su aplastante superioridad militar golpeará de forma demoledora a quienes los atacan desde la Franja de Gaza. Saben que jamás podrán ocasionar en Israel más daño que el que puede ocasionar Israel en Gaza. Quedó demostrado en el 2008 con la operación Plomo Fundido, en el 2012 con la operación Pilar Defensivo y en el 2014 con la operación Margen Protector.
Entonces, por qué vuelven a iniciar este tipo de escalada. ¿Negligencia estratégica? No. Los palestinos de Gaza que mueren bajo los misiles, y los que pierden sus hogares y sus familiares, no están para detener cada réplica israelí, sino para que sus imágenes desoladoras impacten contra la imagen del Estado judío en la dimensión de la opinión pública mundial. Hamas los apunta en esa dirección. Y en esa dimensión sus misiles siempre dan en el blanco.
Pero en esta oportunidad, Hamás incorporó otra arma de gran poder destructivo: el trabajo en las redes sociales y plataformas de internet que realizó en los últimos años, para generar activismo dentro de la sociedad israelí, logrando enfrentar en violentos choques entre vecinos a ciudadanos árabe-israelíes con ciudadanos judíos.
Desgarrar por dentro la sociedad israelí es el blanco al que apuntó la organización que impera en la Franja de Gaza. Destruir la convivencia que siempre han tenido las distintas etnias que componen la sociedad israelí, es un objetivo más preciado que las ciudades a la que lanza proyectiles. Mediante las redes sociales y las imágenes de muerte y destrucción en Gaza, Hamás también logra que los cisjordanos salgan a protestar y enfrenten la represión de los israelíes en Cisjordania. Ese flanco tampoco está protegido por la cúpula de hierro.
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