“Venezolanos. tenemos años luchando para unir a nuestro país alrededor de valores comunes en un movimiento cívico de redención para la libertad. LO LOGRAMOS. Tenemos meses construyendo una plataforma robusta para la defensa del voto que pudiera demostrar incuestionablemente nuestro triunfo. LO LOGRAMOS. Le ofrecimos al régimen que aceptara democráticamente su derrota y avanzar en una negociación para asegurar una transición pacífica; sin embargo, han optado por la ruta de la represión, la violencia y la mentira”, escribió en X María Corina Machado, líder de la oposición venezolana que desafía al régimen chavista que encabeza Nicolás Maduro, a quien le exigen que se respete el verdadero resultado de la votación.
“Es hora de tener confianza unos en otros. De mantenernos activos y firmes. Tomó tiempo ganar; ahora toca COBRAR”, concluyó Machado. El mensaje de la ex candidata presidencial proscripta, quien fue la principal artífice de la victoria de Edmundo González Urrutia (probada por las actas publicadas en resultadosconvzla.com, habló de “cobrar” como sinónimo de cosechar. Pero las diferencias en el uso del idioma hacen posible que los argentinos interpretemos un revés trágico.
Tras el flagrante fraude perpetrado por el régimen, siguió la represión. Decenas murieron entre los manifestantes en los días posteriores a las elecciones del 28 de julio. Y miles fueron detenidos por órden den fiscal general Tarek William, acusados de ser cómplices de un plan de golpe de estado.
Cantado
El resultado era previsible. La victoria de la oposición se expresaba ya en las encuestas. El 75% de los venezolanos reclamaba un cambio. Pero solo el 35% lo veía posible (datos de la consultora argentina Methodo, que no pudo medir candidatos en Venezuela, pero si el humor social). Prueba de que un alto porcentaje temía que Maduro y Cia obraran como obraron.
Machado ya había sido proscripta buscando evitar esta derrota. Y su círculo político fue perseguido: sus colaboradores, Pedro Urruchurtu Noselli, Humberto Villalobos, Claudia Macero, Omar González, Fernando Martínez y Mottola y Magalí Meda, debieron asilarse en la embajada argentina en Caracas para no ser presos políticos del gobierno chavista. Y luego las gestiones de la cancillería argentina resultaron infructuosas para conseguir un salvoconducto que les permitiera dejar el país.
Hoy el cuadro de situación es todavía más complejo, admite a NOTICIAS el abogado del grupo de MCM al que pertenecen los asilados, Miguel Angel Martinez Meuchi. La delegación diplomática argentina fue expulsada de Venezuela como las de otros países que se manifestaron en contra del fraude (regresó al país vía Lisboa y Madrid luego de que los vuelos a países “no amigos” fueran cancelados), y ahora la embajada argentina es administrada por Brasil, tras las gestiones de la canciller Diana Mondino, y agradecimiento mediante de Javier Milei al país vecino.
Brasil, Colombia y México se abstuvieron de votar en comité de la OEA la moción que reclamaba al gobierno venezolano la revisión de las actas, y aunque sus líderes piden por la resolución del conflicto, no condenarán a Maduro, a quien tantas veces abrazaron. La única salida para los venezolanos, desgraciadamente, será la resistencia.
Ejército
Tarea no sencilla. Enfrente no solo está un gobierno que maneja todos los resortes del estado. También un ejército que, desde hace muchísimo tiempo, está involucrado con negocios ilegales. Los “narcosobrinos” de Nicolás Maduro (Efraín Campo Flores, sobrino de su esposa Cilia) fueron detenidos en 2015 en un proceso para ingresar 800 kilos de cocaína pura a Estados Unidos, y condenados a 18 años aunque solo cumplieron 5 cárcel: Venezuela negoció su liberación con la administración de Joe Biden a cambio de rehenes estadounidenses del régimen.
Pero el caso de los sobrinos de Maduro sirvió como ejemplo de una infiltración más amplia del narcotráfico en el estado: Diosdado Cabello, quien preside la Asamblea Nacional de Venezuela ha sido señalado repetidas veces como el jefe del Cártel de los Soles, compuesto por oficiales de alto rango del ejército venezolano. De allí quizás que las Fuerzas Armadas de Venezuela tenga más generales que todos los países de la OTAN, jefes de una red ilegal con ramificaciones en todo el mundo. Y que de ningún modo piensan ceder poder.
Con tal cuadro, las expectativas de que algo cambie en Venezuela son pocas. Y más altas las chances de que un nuevo giro autoritario por parte del gobierno de Nicolás Maduro acabe definitivamente con cualquier esperanza de normalización, y expulse en una nueva hégira a millones más de venezolanos: el principal temor de Brasil, Colombia, México y Estados Unidos, que creen que un tercio de la población actual podría dejar el país, y no quieren acoger más migrantes que puedan complicar sus economías y fronteras (un tema central de paso, en la campaña estadounidense de Donald Trump). Desgraciadamente, ese proceso, parece ya estar en marcha.
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