Por la renuncia intempestiva de Andrew Little, hasta entonces presidente del Partido Laborista, Jacinda Ardern asumió el liderazgo de la centroizquierda a semanas de la elección del 2017. En un puñado de días revirtió el derrumbe en las encuestas, logrando en las urnas un número de bancas que le permitió armar una coalición que parecía imposible, entre la derecha populista, la izquierda ecologista y su propio partido, una fuerza tradicional de perfil socialdemócrata.
Además de la pandemia, a su gobierno lo sorprendió la destructiva erupción de un volcán en la isla Wakaari. Y no todos los sobresaltos vinieron de la naturaleza. En marzo del 2019, un lunático islamófobo masacró musulmanes en las mezquitas Al Noor y Linwood, de la ciudad de Christchurch.
Temple. Demasiados sobresaltos en tan poco tiempo. Sin embargo la joven y sonriente primera ministra los afrontó con templanza, llevando calma y confianza a la sociedad. Eso le valió su reelección hace unos días. Por cierto, que en esas islas haya sólo cinco millones de habitantes que conviven en una sociedad culta y organizada, facilitaron el éxito de las medidas para luchar contra la pandemia.
Esas medidas incluyeron el cierre hermético de las fronteras, además de rigurosas cuarentenas. Al segundo enclaustramiento lo aplicó cuando apenas habían aparecido cuatro casos en una familia. El resultado fue sorprendente: apenas 25 muertes.
Nueva Zelanda logró también ser el primer país del mundo en tener cien días consecutivos sin que se registren casos. La economía sufrió el impacto, cayendo en recesión, pero Ardern aparece y explica. Los neozelandeses entienden sus explicaciones y la ven concentrada en los problemas. Valoran además que jamás adopta poses de gran líder ni de estrella política.
Cambios. Ardern sigue batiendo récords políticos en un país que se luce no sólo en el rugby: se despega en materia de igualdad de género. Es la segunda elección en la que el poder se dirime entre mujeres: la laborista Helen Clark venció en 1999 a la conservadora Jenny Shipley, y fue primera ministra durante tres mandatos, mientras que Ardern conquistó el gobierno al vencer a Judith Collins, una abogada brillante que ocupó varios ministerios durante los gobiernos de la centroderecha entre 2008 y el 2017.
El último gran logro de Jacinda Ardern fue un triunfo electoral tan abrumador que le permite formar gobierno en soledad, prescindiendo esta vez de las bancas del partido Nueva Zelanda Primero y el Partido Verde, a pesar de que el sistema basado en la representación proporcional, vigente desde la reforma de 1996, fue diseñado para propiciar gobiernos de coalición.
La contracara del éxito laborista es la abrupta caída del conservador Partido Nacional. Los desafíos que tiene Ardern por delante son gigantescos. La economía se contrajo más del doce por ciento y la deuda creció. La fórmula es su capacidad de reacción ante las adversidades, y su voluntad de diálogo y su disposición a escucha: le permite tomar de las propuestas izquierdistas y derechistas.
Ardern es la comprobación de que el centrismo es la posición verdaderamente progresista. En un tiempo de extremos, fanatismos y anti-sistemas, la primera ministra neozelandesa pone la razón donde otros colocan ideologismos.
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