Sunday 16 de March, 2025

MUNDO | 06-03-2025 08:10

Trump "domó" a la prensa y silenció a los demócratas

El ecosistema mediático de EE.UU. ha cambiado: Trump elige a sus entrevistadores mientras la oposición demócrata sigue sin estrategia clara para enfrentarlo.

El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca no solo ha reconfigurado la política estadounidense, sino que ha generado un cambio profundo en la relación entre el poder y la prensa. Lo que en otros tiempos era una dinámica de confrontación y escrutinio, hoy parece haber sido reemplazado por un ecosistema mediático dócil, donde los cuestionamientos incisivos han dado paso a una serie de elogios cuidadosamente orquestados.

La administración Trump ha logrado imponer un nuevo esquema de control informativo: los periodistas que pueden cubrir al presidente ahora son seleccionados directamente por la Casa Blanca. Esto ha transformado la conferencia de prensa en un espectáculo propagandístico donde las preguntas no buscan respuestas, sino reforzar la narrativa oficial. En un episodio reciente en el Despacho Oval, mientras el vicepresidente J.D. Vance atacaba sin reservas a Volodímir Zelenski, Trump respondía con comodidad a preguntas que parecían ensayadas de antemano. 

La prensa: de contrapeso a herramienta de validación

La transformación del ecosistema mediático estadounidense no ocurrió de la noche a la mañana. Trump ha cultivado a lo largo de los años un grupo de medios afines, que incluyen a Fox News, One America News (OAN) y Real America’s Voice, donde los reporteros actúan más como voceros del régimen que como periodistas independientes. La estrategia ha sido efectiva: al elegir qué medios tienen acceso al presidente, la Casa Blanca se asegura de que las preguntas que se le hagan sean suaves y elogiosas, convirtiendo a la prensa en un amplificador de su agenda política en lugar de un contrapeso crítico.

Trump, Vance y el trumpismo 2.0

Por otro lado, los medios que mantienen su independencia, como Associated Press, han sido marginados del acceso a la Casa Blanca, a veces por razones absurdas. La consecuencia de esta política es un panorama informativo donde la opinión pública recibe una versión filtrada y edulcorada de la realidad, mientras el periodismo de investigación queda relegado a los márgenes.

Esta estrategia ha permitido que Trump domine la narrativa política sin una oposición mediática real. No es solo una cuestión de restringir el acceso, sino de reconfigurar la naturaleza misma del periodismo presidencial. En lugar de preguntas incómodas sobre corrupción, política exterior o problemas internos, Trump recibe interrogantes diseñadas para engrandecer su figura y reforzar su discurso. La prensa libre, en su sentido más puro, parece haber sido desplazada por una versión dócil y complaciente, que juega dentro de los límites establecidos por la Casa Blanca.

El silencio estratégico de los demócratas

Mientras Trump consolida su poder y refuerza su maquinaria mediática, el Partido Demócrata sigue sin encontrar una respuesta efectiva. Su incapacidad de articular un discurso sólido tras la derrota electoral ha resultado en una oposición apagada y errática. La imagen del bloque demócrata en la última intervención de Trump ante el Congreso es ilustrativa: en lugar de enfrentarlo con argumentos contundentes, los congresistas optaron por un gesto simbólico (levantar paletas con la palabra “falso” cada vez que el presidente emitía una afirmación dudosa). Un gesto que, aunque llamativo, carece de impacto real.

Demócratas

La falta de liderazgo y cohesión en el partido opositor permite que Trump gobierne sin apenas resistencia efectiva. La ausencia de una estrategia clara por parte de los demócratas ha convertido sus protestas en meros actos de performatividad política, sin consecuencias reales en la opinión pública o en la agenda legislativa.

En lugar de presentar una alternativa clara y convincente, los demócratas parecen atrapados en una crisis de identidad, sin poder definir si su papel es el de una oposición combativa o el de un grupo que busca diferenciarse sin confrontar directamente. Esta tibieza política no solo fortalece a Trump, sino que deja un vacío en el debate público, donde las voces críticas quedan ahogadas por la omnipresencia del oficialismo mediático.

La política como espectáculo

Trump ha comprendido mejor que nadie que la política moderna es, en gran medida, una extensión del entretenimiento. Su última intervención ante el Congreso tuvo todos los elementos de un reality show: desde ataques personales hasta la entrega de premios y gestos espectaculares para la audiencia. En uno de los momentos más llamativos, sorprendió a un adolescente con una invitación a West Point en plena transmisión, convirtiendo lo que solía ser una ceremonia solemne en una dinámica de concurso televisivo.

Trump

Este estilo de liderazgo, basado en la teatralidad y el impacto mediático, ha demostrado ser una herramienta poderosa. Trump no solo dicta la agenda política, sino que controla la forma en que se presenta ante el público. Cada aparición suya es un evento cuidadosamente calculado para reforzar su imagen de líder fuerte y carismático, dejando a sus adversarios sin espacio para maniobrar.

Mientras el espectáculo continúa, la maquinaria de Trump avanza sin oposición real. Con un Partido Demócrata desorientado y una prensa domesticada, el camino está despejado para que el presidente refuerce su control sobre el país sin mayores contratiempos. La pregunta es si la sociedad estadounidense despertará a tiempo para recuperar los espacios de debate y rendición de cuentas que han sido erosionados en esta nueva era política.

El futuro inmediato de Estados Unidos se juega en la capacidad de sus instituciones para resistir la tendencia hacia la concentración del poder en una sola figura. Si la prensa y la oposición política no logran reconstituirse como actores de peso, el país podría entrar en una fase de consolidación autoritaria disfrazada de normalidad democrática. La historia ha demostrado que los regímenes más peligrosos no siempre llegan con golpes de Estado, sino con la erosión progresiva de los contrapesos institucionales y la resignación de sus ciudadanos.

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Maximiliano Sardi

Maximiliano Sardi

Editor de Internacionales.

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