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MUNDO | 11-02-2021 14:30

Una alianza indispensable para enfrentar al Covid-19

A una pandemia global se la enfrenta con una alianza global, pero los gobiernos del Primer Mundo demuestran su egoísmo.

Si un rascacielos se incendia y uno de sus moradores logra sofocar las llamas en su departamento, no puede echarse a descansar tranquilo pesando que ya está a salvo. Si el incendio sigue en otros pisos, tarde o temprano llegará de nuevo a ese departamento, o fundirá el esqueleto de hierro y derrumbará el edificio.

Algo similar plantea la pandemia. Al tratarse de una crisis sanitaria global, no existe la salvación individual de países o regiones.

O se vence al Covid19 en el orbe, o en algún momento regresará a la urbe.

Bombardeado por el virus, el mundo ha caído en el caos. Construir un orden para combatirlo implica crear una alianza global que diseñe y organice la producción masiva y la logística para la distribución mundial de vacunas, además de diseñar y llevar a cabo una campaña global de vacunación.

No hay salvación por separado. Ante un enemigo global, la lucha es global. Los líderes del mundo lo saben, pero aún no actúan en consecuencia. Eso muestran los acuerdos entre gobiernos y laboratorios, así como los conflictos entre estados y compañías farmacéuticas por el cumplimiento de esos acuerdos. También lo expresa el titular de la Organización Mundial de la Salud al denunciar que los países ricos están acaparando las vacunas en desmedro de los países pobres. Tedros Adhanom Gebreyesus explica lo que es obvio: la única forma de vencer al coronavirus es vacunando a escala global.

Eso no está ocurriendo porque los países se lanzaron a un inútil sálvese quien pueda. Pujan como si no comprendieran que el mundo atacado por la pandemia no es equivalente al Titanic tras chocar con el témpano. En aquel naufragio, algunos podían salvarse si abandonaban a otros en las aguas heladas. En el mundo de la pandemia global, actuando individualmente los países sólo pueden salvarse de manera momentánea.

De nada sirve vencer al coronavirus en un país si continúa en otros.

Las victorias individuales sólo pueden ser momentáneas. Si la pandemia es global, la forma de enfrentarla también debe serlo.

El coronavirus está ganando la guerra porque la especie humana no está políticamente preparada para enfrentar un enemigo de ese tipo.

Por cierto, sin una alianza global anti-pandemia es posible doblegar al coronavirus, pero el camino es más largo y deja muchas más millones de muertes, agravando los derrumbes económicos que cierran empresas, funden negocios y destruyen puestos de trabajo.

La continuidad del sálvese quien pueda y de las pujas geopolíticas ocasionará más muerte y sufrimiento.

El 2020, que fue el año de la pesadilla, quedará también en la historia como el año de la proeza científica debido a la creación en tiempo récord de vacunas potentes; mientras que el 2021, que será el año de la resistencia tenaz del coronavirus a través de sus mutaciones, debería quedar en la historia como el año de la “proeza política”: deponer nacionalismos, competencias y pujas geoestratégicas, para conformar la alianza sanitaria global que pueda acelerar el final de la pandemia.

Esa coalición inédita debe comenzar por Estados Unidos, China, Europa, Rusia y Japón, pero necesita incluir a la totalidad de los países.

De eso deberían estar hablando desde hace meses los gobiernos de las potencias más avanzadas en el terreno tecnológico y científico.

Pero ni siquiera empezaron.

En el 2020, tres factores posibilitaron la proeza científica de crear vacunas en tiempo récord: la circunstancia excepcional que obligaba a la aceleración de los tiempos, el desarrollo tecnológico alcanzado por los laboratorios y el nivel de interconexión entre laboratorios y demás centros de investigación científica.

En la fase 2021 de la lucha contra la pandemia, al principal desafío lo impone la resistencia que opone el virus con sus mutaciones permanentes y en constante aceleración.

La simultaneidad y alcance global de las campañas de vacunación parece el arma indispensable para afrontar esta fase. Está claro que, hasta no vencerla en todos los rincones del planeta, la pandemia continuará causando brotes y rebrotes.

La crisis sanitaria alcanza una dimensión que obliga a los gobernantes a calzarse el traje de estadistas para conformar una coalición internacional tan inédita como el trance histórico que afronta la especie humana. La competencia por el liderazgo económico y tecnológico debe deponerse si lo que está en juego es la vida de millones de personas y lo que está siendo afectado es la economía mundial.

No importan las diferencias culturales ni los intereses enfrentados.

Si los líderes de las grandes potencias no forman un comando conjunto contra el coronavirus, ningún país podrá afrontar los futuros desafíos de la era de pandemias que ha empezado.

Franklin Roosevelt y Winston Churchill estaban en las antípodas de Stalin y sus países tenían intereses contrapuestos a los intereses soviéticos, pero la amenaza global que representaba el nazismo hizo que, como estadistas que fueron, entendieran la urgencia de aliarse con la URSS.

Ala urgencia de alianzas imposibles hoy la impone la pandemia. Si el ataque contra el virus no es global, simultáneo y coordinado, la crisis persistirá por más tiempo y multiplicará por decenas de millones las convalecencias tortuosas, las muertes y los daños económicos y sociales con sus secuelas de sufrimiento.

De nada sirve bajar los contagios en una parte del mundo si crecen en otros rincones del planeta. Sin una alianza global que globalice la vacunación, el virus reaparecerá indefinidamente diezmando poblaciones vulnerables y debilitando la economía mundial, ergo, la de cada uno de los países.

Si la alianza a la que obligó el nazismo en el siglo 20 fue militar, la alianza a la que obliga el coronavirus es científica, tecnológica y logística.

Esa alianza global no sólo es indispensable para afrontar la era de crisis sanitarias que ha empezado. También lo es para enfrentar lo que estaría generando esta era de pandemias: el calentamiento global.

De nada sirve que un grupo de países tomen medidas para controlar el cambio climático, si otros países siguen actuando como si no existiera. O se establece una alianza que globalice las medidas, o la destrucción del hábitat seguirá su marcha.

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Claudio Fantini

Claudio Fantini

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