Pocos temas en la medicina coleccionaron opiniones tan unánimes durante tanto tiempo como el impacto de las grasas en la salud. Desde la década de los ´50, cuando surgieron los primeros estudios analizando la función de esa sustancia en el organismo, se establecieron dos grandes dogmas en nutrición. El primero de ellos es que la grasa saturada, la que está en la carne roja, la manteca, el chocolate y el queso, hace mal al corazón. Por el contrario, la otra pauta indica que la grasa insaturada, abundante en los aceites de girasol y de oliva, y en los pescados, protege a las arterias.
Una dieta saludable sería aquella con la menor cantidad posible de grasa saturada y con porciones generosas de la insaturada. Estos conceptos comienzan a cambiar, y ahora los especialistas proponen un cambio de orientación: la grasa saturada no es siempre diabólica, y la insaturada no siempre es tan inofensiva.
Hasta hace poco, el máximo de consumo de grasa recomendado era del 7% del total de calorías diarias. Ahora, el límite se extendió al 10%. Puede parecer poco, pero esa diferencia representa algo así como una cuchara y media de sopa de manteca o un bife de cuadril. Esta caida en los parámetros ya consta en los manuales de la FDA de los Estados Unidos.
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por Adriana Dias Lopes
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