Ojos hirientes. Profundos. De poeta irascible o criminal romántico. Temible por ese corpachón de oso blanco, manos exprimidoras de escritor, luchador de stand up o fanático pizzero, de mecánico de trenes diría. Más cafeína en sangre que nadie en el planeta. Más bueno que un muffin. Más malo que una araña. Empate de talento y prepotencia de trabajo. Jamás un no como respuesta, a lo sumo uno que otro te re cago a trompadas. Jamás un halago chupamedias, a lo sumo un qué tal comandante. La última vez que hablamos preguntó: “¿Me vas a invitar a la fiesta de Noticias en el MALBA o voy de colado?”. Le dije, todo por WhatsApp: “Venite de colado que te sienta mejor”. Así lo hizo. Y me buscó para que no quedaran dudas de que él siempre estaba, copa en mano para desearnos lo mejor. Hoy me pregunto yo qué hacía Diego Gualda muriéndose un domigo 1 de enero a media tarde, a los 42 con 42 grados a la sombra. Su joda más pesada, seguro...
por Edi Zunino*
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