“Para que todos sepan cómo es la historia”, dijo Alberto Fernández al ponerse la gorra de Braian Gallo. En ese pase de gorra del joven discriminado en las redes al Presidente electo está una de las mejores muestras de cómo es Alberto. Siente propio el dolor del otro. Se compromete con la realidad que busca transformar.
Es muy apasionado por sus seres queridos, por sus amigos, por la música, por su equipo de futbol, por sus ideas, por lo que cree que es verdad, y también sabe pedir disculpas si está equivocado.
Es maestro en la Universidad Pública, con orgullo. Hasta se dio el gusto de homenajear en campaña a quien fue su guía en la docencia, Esteban Righi. Cuestionó a los que piensan que “la educación es un gasto". Para él, es una de las misiones esenciales del Estado.
Los especialistas en campañas electorales deberán estudiar las de 2019. De un lado estaba toda la mercadotecnia, con sus laboratorios de big data, trolls y cadenas mediáticas. Del otro, gente común peleando por sus conviccciones.
Tiene un perro de verdad, no uno para Instagram. Se llama Dylan, lo cuida, lo ama, tanto como a la poesía de su inspirador Bob Dylan. Estos días recordé una de sus composiciones: "Ustedes, que fabrican las grandes armas/ Ustedes, que construyen los aviones de la muerte/ Ustedes, que construyen todas las bombas/ Ustedes, que se esconden tras los muros/ Ustedes, que se esconden detrás de escritorios/ Sólo quiero que sepan/ Que puedo verlos a través de sus máscaras".
Cualquier referencia al triste presente de Brasil y sus gobernantes no es coincidencia. Con esta elección no volvió solo un partido político. Han vuelto valores más humanos.
por Eduardo Valdés, ex embajador
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