Javier Milei no es un loco demasiado liberal que quiere privatizarlo todo. Su letanía sobre “el respeto irrestricto al proyecto de vida del prójimo” es un disfraz del populismo de “las buenas costumbres” del nacionalismo cristiano internacional. El credo ahí es un instrumento para avasallar la legitimidad republicana y declarar un despotismo que resulte barato en impuestos.
Su partido es la extensión de la insurrección trumpista, del neofalangismo de Vox y sus equivalentes como el autócrata iliberal Orbán en Hungría.
Parte del disfraz es la cuestión del gasto público, asociándolo de manera arbitraria a cualquier cosa favorable a las minorías o libertades personales. Las minorías cumplen el papel del mal a extirpar. Se les atribuyen todos los problemas como una “ideología de género”. La felicidad del pueblo consiste en que ya no existan y que regresen los “valores tradicionales”. Odian el espíritu cosmopolita de la globalización, pero a su vez son un conglomerado internacional de vengadores contra la tolerancia, que encima es esencia de la sociedad libre en términos de Stuart Mill.
Su “anarcocapitalismo de largo plazo” es el llamado “paleoliberalismo”, un engendro conceptual cuyo ideólgo es el alemán Hans-Hermann Hope, para quien el Estado es un estorbo a la supremacía blanca heterosexual “natural”, análisis sobre el que me he extendido en mi libro “Lo impensable”.
En nombre de la “batalla cultural”, Milei va a acabar con la educación sexual integral, habrá que esperar prohibiciones de libros como las de su aliado de la Florida y otros estados trumpistas. Ya dijo que gobernará prescindiendo del Congreso mediante consultas populares; eso es una dictadura plebiscitaria como le llamaría Weber. Que nadie se asombre después.
El “loco” es un mascarón de proa. Sus militantes expresan abiertamente la xenofobia, homofobia, transfobia y misoginia que él calla y sobre la adhesión al orden internacional que propicia el déspota ruso.
Seguro que a Cristina le viene bien Milei como el único oponente frente al que puede subsistir, y al mundo que quisiera ver triunfar Putin cualquiera le viene de maravilla.
¿Es nazi Milei? No, tampoco lo era von Papen.
* Periodista y escritor. Autor de "Lo impensable: el curioso caso de los liberales mutando al fascismo".
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por José Benegas*
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