Vistos desde fuera, parecería que los electores argentinos pertenecen a una academia. La ultima campaña presidencial de los Fernández fue una serie de lanzamientos del libro “Sinceramente” de Cristina Kirchner, vendida o entregada a cientos de miles de ciudadanos. Ahora, ella dicta clases magistrales en las que mezcla postulados ideológicos, frases pintorescas y anécdotas, disciplina nueva en los medios académicos.
Cualquiera que haya estudiado economía o derecho encontrará en su última clase conceptos fuera de lugar y contradicciones, pero fue una afirmación de que no quiere ser candidata porque ha sido procesada, condenada por la Justicia y que han intentado asesinarle. Su entorno dice además que está proscrita. Todos esos son pretextos evitar una candidatura perdedora.
Dediqué mi vida a analizar la política. Nunca encontré un político importante que renuncie a la candidatura presidencial si cree que tiene alguna posibilidad de ganar. Quien supone que puede ser elegido, organiza un operativo clamor, del que participan sus parientes y amigos, que le ruegue que se sacrifique, contra su voluntad, asumiendo la presidencia.
Cristina no es candidata porque sabe que pierde, pero como es política de vocación, busca conservar el poder de alguna manera. Una nueva versión del títere tiene pocas posibilidades de éxito porque la gente suele votar vota por líderes con personalidad y por el fracaso del triunvirato de Cristina, Alberto y Massa. Tendrá que barajar otras opciones.
Astutamente polarizó con Javier Milei. Dedicó su clase magistral a desafiar al liberal, a atacarle, a contraponer su espacio político, el de los pobres, el de los trabajadores, con el liberalismo que, según ella, quiere acabar con los derechos de todos.
En esa polarización, mucha gente que tiene temor al cambio podría apoyar al Frente de Todos. El gran problema de Cristina es que no quiere arriesgarse a una derrota que parece inevitable y no encuentra quién pueda levantar su bandera.
Comentarios