El año 2020 cerró con una inflación de 36% pero ese valor es un promedio que esconde una gran disparidad: el componente estacional subió 64%, el núcleo 39% y el de regulados, 15%. Estos datos permiten obtener dos conclusiones: la inflación, a pesar de ser menor a 2019, fue altísima, pero hubo un importante cambio de precios relativos.
Por su supuesto que el nivel de la inflación ya es un problema en sí mismo pero el cambio de precios relativos es un tema muy complejo ya que los precios relativos son determinantes de las decisiones de producción, empleo, consumo, ahorro, exportación, etc. Los datos de 2020 muestran un importante atraso de los precios regulados en relación al resto: la teoría económica básica indica que tenderá a aumentar el consumo de los primeros y a reducirse su oferta.
Los dos problemas mencionados, el del nivel de la inflación y el de los precios relativos, están relacionados. El atraso de algunos precios busca justamente contener el nivel de la inflación. Pero la teoría económica muestra que éste depende fundamentalmente de temas monetarios (y fiscales) en el largo plazo y también que no se pueden alterar arbitrariamente los precios relativos en forma permanente: hay innumerables ejemplos en la historia argentina.
En tanto y en cuanto no se reduzca el déficit fiscal, la inflación difícilmente baje. Atrasar precios, como en los servicios públicos, sólo va a generar una sensación temporaria de abundancia, pero redundará a la larga en cuellos de botella que condicionarán el crecimiento. La distorsión se acumulará y, pero nadie querrá afrontarlo por su costo político. Nada nuevo bajo el sol.
*Camilo Tiscornia es economista, director de C&T Asesores Económicos y profesor de Economía Monetaria (UCA).
por Camilo Tiscornia, economista
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