Dicen que en Ideas del Sur festejaron casi como una victoria propia la compra por parte del empresario K Cristóbal López de los activos de Petrobras en el país. Se sabe que dicha movida (valuada en el relato oficial en US$ 400 millones) ensanchará la red de estaciones de servicio de la marca de combustibles “Oil”, de cuya publicidad no tradicional hacen gala los productos de Ideas y que tiene como exclusiva cara promocional la del propio Marcelo Tinelli. También dicen que tragaron saliva como quien suelta un “que sea lo que Dios quiera”.
Lo cierto es que, mientras ese acuerdo se firmaba en la sede carioca de la petrolera, el miércoles 20 por la tardenoche, el conductor de ShowMatch evaluaba en Buenos Aires, antes de irse a pasar el fin de semana a Punta del Este, el pedido de una reunión oficial definitiva con el director general de ARTEAR, Lucio Rafael Pagliaro, y Adrián Suar, el gerente de programación de El Trece, donde ponerles punto final a sus desacuerdos y definir su futuro y el de sus productos televisivos.
Solo sus más estrechos colaboradores saben hasta qué punto Tinelli vino sufriendo la tensión generada por un contrato sin firmar, el peso de las finanzas de la empresa sobre sus espaldas y los aprietes difamatorios e impositivos provenientes desde el Gobierno, edulcorados con la promesa de devolverle el cielo por asalto. Tinelli conoce de cerca, desde adentro, por arriba y por abajo tanto lo que significa llevarse bien con el kirchnerismo como todo lo contrario. Tanto recibir ayuda para hacer obras en su Bolívar natal o más publicidad oficial que el Grupo Clarín promocionando al voley, como recibir a los sabuesos de la AFIP o denuncias por la supuesta publicación de avisos fuera de la ley. Está muy fresco aún cómo terminó el 2012: al borde de las piñas con el empresario mediático K Matías Garfunkel, uno de cuyos pasquines había cuestionado las inclinaciones íntimas del cincuentón ahora reconciliado con Guillermina Valdés.
Es norma del ganador jamás darse por perdido y ni siquiera por presionado o apenas preocupado. Desde esa lógica de que los perdedores y maletas siempre son los otros, utiliza parte de su actual tiempo libre para adiestrarse en el pedazo defensivo del discurso que muy probablemente adopte antes de que termine la próxima semana:
–¿Y qué van a decir en Clarín? ¿Que me vendí al oficialismo? Que digan lo que quieran... –se afirma con énfasis que se le escuchó decir el jueves a la noche, con un pie en la escalerilla del avión.
Es cierto que, año tras año, le ha ido resultando más sencillo superar el trance de semejante coaching discursivo. Veintitrés años en el aire lidiando con cuatro presidentes electos y sus tentadores presupuestos propagandísticos pueden convencer a cualquiera de que aquellos pasan y uno, no. Tinelli queda.
En su caso, los adjetivos “opositor” u “oficialista” alcanzan a representarle poco menos que nada. Un ex presidente sigue convencido de que Tinelli lo volteó una noche en que el mandatario tropezó con todos sus tics juntos en su programa. Y hay una Presidenta que en el 2009 percibió (y obró en consecuencia) que el humor político en ShowMatch puede resultar desgastante en elecciones parlamentarias de mediados de mandato. El rating pareció amenazante recién el año pasado, aunque sin llegar a abollarlo. Y no por razones políticas, sino, quizás, precisamente por el desgaste de una pantalla hiperpolitizada en la guerra de Clarín contra el Gobierno por la ley de Medios.
Sí le dolieron las ofensas a su virilidad, en las que no debió hacer demasiado esfuerzo para notar una presión indirecta de la Casa Rosada, donde nadie que se lo cruce por ahí le dirá otra cosa que:
–¡Eh, Marce, dejá a Clarín y venite con nosotros! ¡Vos sos del pueblo, che!
Si algo cree haber entendido Marcelo Tinelli en esteaño y medio durante el cual sus interlocutores clarinistas dilataron al infinito una respuesta a su pedido de que le compraran Ideas del Sur en su totalidad, es que estarían dando por perdida la titularidad de la licencia de El Trece. O algo así. De otro modo no les entrarían en la cabeza tantas dudas, dimes y diretes acumulados desde julio del 2011, cuando les habría ofrecido las acciones. Ahora, decidió trasladarles el brete de ser ellos quienes decidan, por ejemplo, si quieren ser socios nada menos que de Cristóbal López.
–En este año electoral van por el ahogo de los medios que no controlan y por las audiencias, talón de Aquiles del Modelo K. El fútbol, el caso Hadad y ahora esto... –sangraba un directivo de El Trece al cierre de esta edición, herido de Tinellicracia.
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