Wednesday 11 de December, 2024

POLíTICA | 07-02-2014 10:12

La hipótesis irresponsable

El PJ en estado deliberativo. Scioli y Massa se acusan de conspirar. Sindicatos y empresarios desatados. La teoría del "autogolpe".

Hay una regla de oro del marketing en la industria de la aeronavegación: jamás promocionar una línea aérea por su seguridad en vuelo. Aunque la empresa tenga una tasa de accidentes nula, la maquinaria y capacitación a pruebas de fallas, no importa. Mejor hablar de la comodidad de los asientos, la sonrisa de las azafatas, el cuidadoso tratamiento del equipaje.Pero nunca decir: "este avión no se cae". Llegar a destino debe darse por descontado, obviando el horroroso escenario de un improbabilísimo descenso vertical.

De eso no se habla. En la comunicación política, hay pautas parecidas. Mencionar un tema tabú, aunque no exista como dato real, es darle entidad en la opinión pública, darle permiso para rodar. Y luego correr el riesgo de que la bola de nieve crezca sin parar, incluso al ritmo de las desmentidas.

Eso pasa esta semana en la Argentina. El gobernador oficialista Maurice Closs agitó a viva voz los fantasmas del 2001 y del traspaso anticipado del poder en medio de la hiperinflación que desbordó al presidente Alfonsín. Mientras el Gobierno lo retaba a Closs por boca floja, el ministro Florencio Randazzo salió a tranquilizar con una frase que intranquiliza: "Que no se ilusionen, no nos vamos a ir antes". Y el resto del elenco oficial vio una señal de que hay que sincerar el clima saliendo a bancar a la Presidenta.

Agustín Rossi prometió que "Cristina estará hasta el último día de su mandato", y su diagnóstico del aire enrarecido parece pensado para ensombrecer aún más el panorama: "El Gobierno aparece en soledad controlando la economía, pero desde los medios aparecen presagios de catástrofes.

Cuando digo que está solo no digo débil. Sabemos el camino que estamos tomando y el pueblo nos acompaña", se defiende el ministro de Defensa. Soledad, debilidad, incertidumbre: todos temas barajados por el propio discurso oficial. No es

de extrañarse que tanto sinceramiento aliente otras explicaciones amigables, que suenan como redactadas por el enemigo, como la del flamante funcionario del Mercado Central Alberto Samid, quién se lamentó: "Tuvimos la desgracia de que Néstor se murió y Cristina no está bien de salud.

Antes teníamos dos presidentes; no es lo mismo dos que uno." Y las adhesiones siguen, no se sabe si amontonadas por el amor o el espanto. Es difícil discernirlo, sobre todo en el caso del kirchnerismo, que incluso en sus momentos de mayor solidez política y económica jugó reiteradamente la carta de denunciar un golpe institucional por la vía financiera y mediática.

Pero hay dos diferencias preocupantes. La primera es que los "fundamentals" de la economía no muestran un tablero de control tan manejable como el de los años dorados del ciclo K. Y la segunda es que, tal como denuncian en el Gobierno, son demasiados los actores empresarios, periodísticos, opositores y del panperonismo que coquetean -cada día con más vehemencia- con la idea de que Cristina se vaya.

Incluso algunos ya se animan a pedirlo con todas las letras. Y los que no lo admiten en público quizá sean los más peligrosos, no importa si son K o anti K. Para entender la conmoción subterránea que, una vez más, pone en riesgo la transición ordenada de la democracia argentina hacia un recambio de modelo y de liderazgo hace falta un mapa del tesoro que indique a quién le conviene que la Presidenta no se quede hasta el plazo constitucional que vence en 2015.

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