En más de una oportunidad Antonio “Jaime” Stiuso invitó al fallecido fiscal Alberto Nisman a pasear por el delta del Río de la Plata. Salían desde el puerto de San Fernando y a veces Nisman solía llevar a sus hijas Iara y Kala. Los custodios del fiscal lo llevaban un rato antes del mediodía, lo dejaban y luego tenían la tarde libre. Eso sí, para el atardecer tenían que estar otra vez en el puerto para el regreso de los navegantes. La relación entre Stiuso y Nisman empezó fría, distante y solo de manera profesional, pero con el tiempo el saludo con la mano y el trato formal pasó a ser un beso en la mejilla y un constante tuteo.
Nisman tenían plena confianza en el ex jefe del espionaje local. Sus conocimientos tecnológicos, sus contactos y sus recursos lo habían cautivado. Disfrutaba de ser “amigo” del espía más poderoso que tuvo el país, al igual que Néstor Kirchner y Cristina Fernández, quienes se hicieron de los servicios de Stiuso durante los últimos 11 años.
Stiuso, quién se fue a Uruguay el 8 de enero y regresó el 15, según publicó el diario uruguayo el Observador, olfatea el poder casi como nadie. Con el fin de ciclo en camino, “Jaime” ya comenzaba a girar la nave. Eso molestó a CFK , que aún conserva una cuota de autonomía para hacer y deshacer a su gusto. La interna dentro de la Secretaría de Inteligencia estaba pasando por su etapa más crítica, pero el reportaje que Stiuso dio a NOTICIAS terminó de desencadenar una tormenta que estaba siendo contenida. Con la revista en la calle desde el sábado 13 de diciembre, Cristina solo aguantó tres días: el martes 16 decidió descabezar la SIDE (ver recuadro) y emprender una cruzada contra el mismísimo jefe de los espías. Un hecho insólito en la historia del país. La Presidenta hacía tiempo que desconfiaba de Stiuso y le pidió al jefe del Ejército César Santos Gerardo del Corazón de Jesús Milani que lo “caminara”, como se dice en el submundo de la inteligencia cuando se espía a alguien.
Cuando Nisman hizo pública su denuncia, su amigo Stiuso, el ex agente al servicio del Gobierno, se convirtió de inmediato en el enemigo público número uno. Además de tener información clasificada inconfesable, el Gobierno, por lógica, entiende que Stiuso es el cerebro de la denuncia, la cual tiene un gran sustento en escuchas. Un dato no menor: por ley, las escuchas en la Argentina solo las puede hacer la SIDE, y quien tiene a su cargo esa tarea dentro del organismo es la dirección de Observaciones Judiciales, conocida como “Ojota”, la cual depende del Director General de Operaciones, el antiguo puesto de Stiuso. Este es uno de los motivos por los cuales el Gobierno le quita la potestad de las escuchas a la SIDE y se la traspasa al Ministerio Público Fiscal, hoy a cargo de la oficialista Alejandra Gils Carbó.
Este tema tendrá sus momentos de fricción en los tribunales de Comodoro Py, debido a que los fiscales son la parte acusatoria en un proceso judicial. Algunos jueces ya mostraron su disconformidad. “Los fiscales deben solicitar la prueba, no inducirla”, se quejan en privado.
Otro cambio que aparece con la ley propuesta por la Presidenta en cadena nacional es la eliminación de la Dirección General de Operaciones para pasar a dividirse en varias direcciones que dependerán directamente del Director de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI). Esto mantendrá acotado el poder de los espías y evitará que en el futuro surja un superpoderoso espía, con recursos ilimitados, como pasó con Stiuso.
Conocedores del mundo de la inteligencia afirman que la SIDE tiene equipamiento tecnológico digno del primer mundo. “Jaime” entendió a la perfección las ansias de espionaje de los Kirchner y cualquier compra era aprobada con la excusa de la seguridad nacional.
Dudas. “¿Quién puede creer que alguien que tenía tan grave denuncia institucional se fue de vacaciones y de repente las interrumpe y en plena feria judicial, sin avisarle al juez de la causa, presenta una denuncia de 350 fojas que evidentemente debía tener preparadas con anterioridad? ¿O será que alguien se las dio cuando volvió?”, se preguntó CFK en su primera carta, ya con los ojos puestos en Stiuso. Ella aún no lo nombraba, pero sí algunos funcionarios con la obvia venia de la Quinta de Olivos. En su segunda carta, Cristina decidió ir más a fondo –todavía no había anunciado la reforma de la ex SIDE– y en su escrito mencionó 11 veces el nombre Stiuso. “Si Stiuso era el que le daba toda la información que Nisman pedía y tenía, es más que evidente que fue el propio Stiuso el que le dijo (¿o le escribió?) que Allan Bogado e Héctor Yrimia eran agentes de Inteligencia. ¿Es posible que se haya olvidado que él mismo lo había denunciado en noviembre del año pasado y se había iniciado una causa judicial? Y si se había olvidado un hombre tan memorioso, ¿no consultó con la oficina de Recursos Humanos?”, fueron las preguntas retóricas. Dos párrafos más arriba la Presidenta había aclarado que Stiuso había denunciado a Bogado por hacerse pasar por espía. El espía pasó a ser el nuevo villano perfecto del relato K.
Stiuso, como afirmó en el reportaje que le dio a NOTICIAS, no le tiene miedo a las amenazas. Pero tiene un punto débil: su familia. El martes 20 de enero se apersonó en el despacho del juez Marcelo Martinez de Giorgi para solicitar custodia para su hija y su nieto. Para él, no quiso. En parte porque no le gusta tener custodia y también porque confía en muy poca gente. Desde la muerte de Nisman está preocupado, le confesó a sus íntimos, porque cree que el Gobierno le quiere “tirar el muerto”. Hace bien en preocuparse.
por Rodis Recalt
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