(CUATRO ESTRELLAS)
La joven Guadalupe (Verónica Pelaccini) es una mujer empoderada que se ha capacitado profesionalmente y trabaja como agente inmobiliaria. Está casada con Sergio, tiene una hija que asiste a la escuela primaria y soporta, con resignación, la amistad de Leticia, mamá de una compañerita de su hija a la que conoce desde que las pequeñas Cutu y
Stefi, tuvieron la adaptación de jardín.
En esa relación, nuestra protagonista, es a tal punto tan condescendiente, que “pone la oreja” para escuchar las cuitas de la mujer e incluso la acompaña a un taller de apreciación de obras de arte porque siente que la otra no tiene iniciativa propia. Siempre dispuesta, atiende con sororidad, la demanda constante de atención de su amiga quien vive quejándose de Adrián, el esposo que se dedica a la abogacía. Pero esa práctica de la escucha activa y empática, es agotadora.
Guadalupe también tiene circunstancias de vida que le gustaría compartir. Para colmo de males, tiene que lidiar con un bien familiar: siete terrenos sin escritura que pertenecieron a su abuelo. La sugerencia inesperada, sin imaginar lo que podría ocurrir al juntar dos almas insatisfechas, vendrá de Leti, quien le dice que su marido tiene influencias y conoce muchos escribanos en la zona de Balcarce, donde están ubicadas las propiedades. Así las cosas, Guada y Adrián, ponen rumbo al interior de la provincia y comparten momentos en los que ella sentirá que él puede sacarla del hastío constante en el que está instalada. Lo que sucede, incluido el final imprevisto, hay que verlo y disfrutarlo en el íntimo espacio del teatro.
Lautaro Vilo, reconocido dramaturgo y director teatral, de piezas como “Un acto de comunión”, “Cabaña suiza” y “Escandinavia”, adaptador de obras como “Rey Lear”, “Enrique IV” y “Hamlet”, se sumerge en los vericuetos de esta esposa atravesada por los avatares del tiempo de una manera sumamente divertida en sus observaciones y, a la vez, se revela como un sensible conocedor del universo femenino.
La mirada de esa criatura sometida a las reglas de la correcta burguesía que imaginó se completa con la actuación de Pelaccini, en una amalgama perfecta que termina de darle existencia al texto. La actriz, se adueña de la situación,
relata, dialoga con otros personajes y hasta se transforma momentáneamente en una “wedding planner” que bebe en exceso. Con talento, recorre diferentes emociones y ámbitos de una manera tan explícita y veraz que nos atrapa
durante una hora en un frenesí en el que no podemos estar ajenos.
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