Wednesday 1 de May, 2024

TEATRO | 26-08-2023 21:45

Inquietante ceremonia profana

“Las criadas” de Jean Genet. Con Claudio Pazos, Pablo Finamore y Dolores Ocampo. Dirección: Facundo Ramírez. Espacio Callejón, Humahuaca 3759.

CUATRO ESTRELLAS

En la Francia de 1933, los ciudadanos asisten atónitos a los detalles de un crimen escabroso llevado a cabo por las hermanas Papin. Dos trabajadoras del servicio doméstico, Christine y Léa, han asesinado cruelmente a su patrona, Léonie Lancelin y a Geneviève, su hija menor. Según crónicas de la época, todo comenzó cuando madame regresó antes de tiempo a su hogar y lo encontró en penumbras, quizá por una plancha mal enchufada que habría generado el apagón.

Lo cierto es que fue como si el crepúsculo hubiera entrado en sus salones y oscurecido todo a su alrededor. Furiosa,
habría comenzado una discusión que concluyó en una carnicería feroz.

Los medios de la época, prontos a encontrar causas del desatino, empezaron a especular y sugerir diferentes interpretaciones. Algunos se refirieron al influjo de la violencia infantil en los adultos y a los trastornos de personalidad. Hasta se sugirió que la masacre podría haber sido causada por la lucha de clases. Lo cierto es que el caso fue tan impresionante que Jacques Lacan, reconocido psiquiatra y psicoanalista, publicó un detallado estudio sobre la pulsión
homicida.

Años más tarde, Jean Genet, gran innovador del teatro francés, escribe desde prisión, “Las Criadas”, su obra cumbre. Si bien jamás admitió que la historia hubiera servido de referencia hay ecos en ella que así lo sugieren. En piezas
posteriores, como “Severa vigilancia” o “El balcón”, continuará reflejando un mundo en el que habitan los personajes marginales que poblaron su juventud.

Acá la trama se sitúa en la casa donde trabajan Solange Lermercier (Pablo Finamore) y su hermana Clara (Claudio Pazos), ambas sometidas a las exigencias cotidianas de una señora (Dolores Ocampo) a la que temen, pero
de la que dependen para, de alguna manera, existir. En un clima asfixiante, que irá in crescendo, aprovechan la ausencia de la ama para humillarse mutuamente en una especie de inquietante ceremonia profana en la que intercambian roles de dominación, mientras fantasean con liberarse de la mujer, asesinándola.

En esta nueva puesta de la cartelera porteña, tal vez como reflejo de la sociedad de nuestros días y ante la cantidad de hechos violentos, se exacerba lo que el texto sugiere de manera larvada. La dirección de Facundo Ramírez actualiza y recarga, con buen ojo, las tintas en la crueldad de la relación que las une.

Hay una entrega admirable del talentoso Finamore y Pazos, no le va en zaga. Ambos son como dos animales que se desangran en escena y constituyen el gran atractivo de esta versión que puede disfrutarse en el insólito horario de los
domingos después de mediodía.

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Jorge Luis Montiel

Jorge Luis Montiel

Periodista crítico de artes y espectáculos.

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