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SOCIEDAD | 24-06-2017 00:07

Secretos de la caída de Jorge Castillo, el rey de La Salada

El dueño de la Salada gestó un imperio con complicidad política. Un golpe a la caja K que salpica a todos.

Dos narcos, “Scarface” y Pablo Escobar Gaviria, eran los ídolos de Jorge Castillo. Según la Justicia, de ellos parece haber aprendido los métodos de amenazas y aprietes que utilizaba el millonario “El Rey de La Salada” para amedrentar a los puesteros y a las mecheras que no pagaban el canon que les exigía. Pero todo culminó el miércoles 21, cuando él y gran parte de su familia quedaron detenidos, acusados de “asociación ilícita y extorsión a feriantes”, junto a otras 30 personas, dos policías de la Bonaerense, uno de la Federal y un ex gendarme.

Allí, en las oficinas administrativas de este enorme predio ubicado en el partido bonaerense de Lomas de Zamora, donde, según los investigadores, la función del negocio legal es esconder la ilegalidad, encontraron cajas fuertes, más de 11 millones de pesos, dólares, autos de alta gama y cuadros de sus ídolos mafiosos.

¿Cómo sobrevivió más de dos décadas esta mafia estando a la vista de todos y a pesar de innumerables informes periodísticos? La respuesta es concreta: complicidad política. Algo que habría logrado gracias a su amistad con el polémico ex secretario de Comercio K, Guillermo Moreno, y al multimillonario negocio ilegal que durante años abasteció decenas de campañas políticas. La caída del “Rey” implica también el final de una de las últimas cajas negras del kirchnerismo.

Dinero y política

En la mansión de Castillo, ubicada en el barrio privado Haras El Argentino Farm Club (Luján), los investigadores fueron recibidos a los tiros. Desde el primer piso de la lujosa casa, él disparó varios escopetazos. Uno de ellos hirió a un efectivo en el ojo. “Mi marido pensó que era un comando y nos venían a robar”, aseguró la esposa del detenido, Paula Luengo.

En los más de 56 allanamientos se secuestraron una pistola Bersa Tunder 380 (considerada arma de guerra), varias armas largas y cajas de pistolas de diferentes marcas, vacías. Además, documentación fiscal, 11 cajas fuertes con 11.145.000 pesos y 5.600 dólares, y 10 vehículos, entre ellos una Dodge Ram 2500, un Audi Q7, un Hyundai H1, un Mercedes-Benz 350 y una moto Harley Davidson, entre otros.

La fortuna del dueño de La Salada, según sus propios dichos, proviene de un negocio que facturaba unos 70.000 millones de pesos al año y que le dejaba al municipio de Insaurralde no menos de 6 millones de pesos al mes. Cifras que no contemplan la facturación en negro que, según la investigación, triplicaría el monto.

La primera gran coima que pagó Jorge Castillo, según cuenta el periodista Nacho Girón en su libro “La Salada, Radiografía de la feria más polémica de Latinoamérica”, fue a unos gestores. A principio de los 90, 500.000 pesos fue la suma en negro que habría pagado por la habilitación municipal que le permitiera poner en marcha el enorme predio de Punta Mogote, el que arrancó con mil puestos. Esto, según el relato del periodista, incluía el pago de coimas al municipio.

Luego de eso, los lujos y viajes en familia por el mundo no pararon. El 9 de mayo, el clan Castillo volvió de un viaje a Miami y fue el centro de atención de Ezeiza. Consigo traía más de 9 valijas y un enorme televisor LCD, lo que le implicó tener que pagar 500 dólares por exceso de equipaje.

Mientras Castillo paseaba por Miami, la diputada de Cambiemos, Elisa Carrió, presentó una denuncia ante el vicegobernador bonaerense, Daniel Salvador, y la Procuración General de la Provincia, en la que pidió que se investigue el universo de negocios y protección que gira alrededor del “mercado ilegal más grande del país” y la connivencia de los dueños de La Salada con la polémica comisaría 10° de Ingeniero Budge (con jurisdicción en el predio) y con los sectores judiciales y políticos. En el texto, Carrió, además de meter al intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, incluyó un posible vínculo del intendente de Lanús, Néstor Grindetti (ex ministro de Macri en la Ciudad), y parte de su gabinete, con los manejos policiales.

La amistad que Castillo supo gestar con Moreno es lo que lo habría catapultado en la era K. “Es el único radical que trabaja”, suele bromear el ex secretario de Comercio sobre su amigo. Gracias a esta cercanía entre ambos, en el 2012, Castillo logró que el modelo de La Salada acompañara a la ex presidenta Cristina Fernández en su gira de negocios por Angola. En su momento se dijo que quien había viajado era el “Rey de La Salada”, pero Moreno, quien reconoció en una entrevista con Radio El Mundo dicha amistad, aseguró que “los invitados a ese viaje fueron emprendedores que tenían puestos en la feria, no Castillo”.

Según los investigadores, gracias a las enormes cajas negras del comercio ilegal, Castillo habría sido uno de los financistas de las campañas políticas del kirchnerismo. Así conseguía la impunidad que le permitía imponer dentro del predio sus propias leyes.

Estado paralelo

Desnudas y a los cinturonazos. Así eran castigadas las mecheras que no pagaban el canon que se les exigía para poder robar impunemente a los que iban a comprar a La Salada. Los encargados de ejercer el castigo eran la fuerza de choque a las que Castillo llamaba “empleados de seguridad” del predio. Y no es chiste: en la causa hay videos en los que está filmado este accionar.

“Era una práctica habitual”, aseguró el fiscal de Lomas de Zamora, Sebastián Scalera, quien además agregó: “Algunos de los autores (de las golpizas) están identificados y son algunos de los detenidos” y, si bien aún no está firme la imputación, se los podría acusar del delito de “secuestro”, entre otros. Lo llamativo es que, según uno de los investigadores, estos golpes “no eran porque querían brindar más seguridad a los feriantes ni a los clientes, sino porque esas mujeres actuaban de manera independiente”. “Era una forma de aleccionarlas. El mensaje era: ‘Si quieren seguir robando, tienen que pagarnos a nosotros’”, afirmó a NOTICIAS el investigador.

¿Cómo se podía actuar con tal impunidad? El predio de la feria era casi como un Estado aparte. “La policía no podía ni quería ingresar si no le avisaba antes a Castillo”, explicó una fuente de la fiscalía que lleva adelante la investigación.

En el 2009, cuando Santiago Montoya estaba al frente de ARBA, intentó hacer varias inspecciones y sus inspectores fueron echados a piedrazos. Todo delante de los efectivos policiales que miraban sin moverse. Los controles comenzaron con la ayuda de Castillo. Esto implicaba que él tenía que enterarse con anterioridad y así, el día que llegaban los inspectores, todos estaban alertados. De esta manera, difícilmente se encontrase algo ilegal.

Las tres mafias disueltas, según el fiscal Scalera, tenían la misma modalidad. Sucede que con la compra de impunidad, estas organizaciones crecieron y se hicieron cada vez más fuertes.

Castillo era la cara visible de La Salada y dueño del predio Punta Mogote. Según la investigación, gracias a su apoyo, los puestos de la rivera fueron expandiéndose e, incluso, el Rey recibía pagos por esos puestos, los cuales eran controlados por barras de diferentes clubes.

Así, el dueño de la feria podía controlar a quienes eran sus principales competidores, los dueños de los predios cercanos como el de Enrique “Quique” Antequera, un personaje con claros vínculos políticos que, además, está nombrado en una de las causas paralelas que se desprende de la que llevó a Castillo a la cárcel.

Castillo siempre se mostró acérrimo militante del radicalismo, pero, como buen empresario, sabía dónde sembrar para poder cosechar sin problemas. Es dueño de una enorme cantidad de sociedades, en muchas de ellas asociado a su mujer, que incluyen hasta una radio y un haras de caballos. Ahora, con su caída, más de un político estará temblando, porque si “el Rey de La Salada” habla podría caer más de un peso pesado.

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