Noticias: ¿Es una calebridad, Sarkany?
Ricky Sarkany: No nací para ser famoso, nací para ser zapatero. El asunto es que la moda se puso de moda en el mundo. Antes uno no sabía quiénes eran los dueños de las marcas que compraba; hoy saben la vida privada de las modelos, de los diseñadores. En la ceremonia de los Oscar tiene más rating la alfombra roja que la entrega de premios.
Noticias: ¿Hay mística detrás de los zapatos?
Sarkany: Detrás de hacer zapatos hay historias. ¿Cuándo nos compramos zapatos los hombres?: cuando los que tenemos ya no sirven más. ¿Cuándo compran zapatos las mujeres?: cuando están deprimidas, cuando están contentas, cuando están enojadas, cuando están eufóricas, cuando tienen una reunión, cuando no tienen una reunión, por si tienen una reunión. Siempre hay una excusa y no sienten lo mismo cuando compran un suéter que cuando compran calzado. No siente lo mismo el hombre cuando mira el suéter de una mujer que cuando le mira los pies. Hay mucho más que un artículo de uso. No hacemos zapatos, hacemos objetos de deseo. La mujer no compra zapatos, compra gratificación.
Noticias: ¿Pero cómo es la historia que cuenta un par de zapatos?
Sarkany: Es la historia no desde que los compró, sino desde que pensó que los iba a comprar, cuando los ve en una vidriera o se los ve puestos a alguien, cuando decide que los quiere, que los necesita; cuando está yendo al local, cuando se los prueba, cuando se lleva la bolsa, y cuando se los pone se siente distinta. A partir ahí empiezan las otras historias, todo lo que vivió arriba de esos zapatos. El caso más sencillo son los zapatos de boda. Todavía me paran mujeres que usaron zapatos míos en su casamiento y me cuentan que tuvieron cuatro hijos, tienen una vida feliz, y no se olvidan de que todo empezó arriba de un par de tacos míos.
Noticias: ¿Por qué esa pasión femenina por el calzado?
Sarkany: Hay muchas cosas que la motivan, a través de ellos expresan su personalidad, su actitud y hasta su estado de ánimo. Karl Lagerfeld decía que un buen vestido con malos zapatos es un desastre, que la mejor ecuación es un vestido completamente clásico con los mejores zapatos. No encontré nunca una razón valedera para esta pasión femenina, pero uno de los cuentos que más nos cuentan de chicos es el de la “Cenicienta”, donde todo gira en torno a un zapato de cristal que no es ni más ni menos que el símbolo de la felicidad, del amor. No sé si eso es lo que las motiva o lo que leyó el que escribió “Cenicienta”.
Noticias: ¿Se puede saber sobre una mujer solo mirándole los pies?
Sarkany: Por supuesto. No es igual la que usa mocasines que la que usa botas bucaneras, que la que usa chatitas o stilettos. Y la que lleva los stilettos de taco alto en rojo no es igual a la que los compró en marrón. La moda es para agradar y agradarse, y eso habla no solo de las personas sino también de las sociedades. Las sociedades más tradicionales se fijan más en agradar que en agradarse; las más liberales funcionan al revés, se concentran más en agradarse a sí mismas y terminan siendo hermosas por una cuestión de actitud. En un barrio top de Londres o Nueva York entrás en un local de una marca top y te atiende una chica con media cabeza rapada, la otra mitad teñida de naranja, la cara llena de piercings, y te atiende como una reina. En Chile, en cambio, que son hiperconservadores, no toman riesgos.
Noticias: ¿Y en la Argentina?
Sarkany: De los países de la región, es el más “trendy”. Brasil es más jugado con los colores, en Venezuela es todo más ajustado al cuerpo; la argentina tiene mucho más sentido de la estética, por eso es la más parecida, en su forma de vestir, a las adictas a la moda en los principales centros “fashion” del mundo.
Noticias: En tiempos de bolsillos flacos, los zapatos son caros.
Sarkany: Hace poco se hizo un estudio que descubrió que los zapatos de taco alto son un indicador de crecimiento económico. Esto se da porque los diseñadores, que empiezan a trabajar casi un año y medio antes, cuando ven una economía estancada y en crisis, no hacen zapatos de colores y tacos altos; hacen trabajos más funcionales y que reflejan el estado de ánimo: botas marrones, taquitos bajos. Cuando las cosas mejoran, todo explota y empiezan a hacer cosas que representan lo más extrovertido.
Noticias: ¿Y qué estamos haciendo ahora? ¿Calzado de crisis o calzado de fiesta?
Sarkany: Soy un optimista por naturaleza. Mis padres pasaron por algo que nosotros no vivimos: la Segunda Guerra. Perdieron muchísimos de sus familiares en bombardeos, vivieron el racismo, mi madre estuvo en un campo de concentración. Después de la guerra, llegó el comunismo a Hungría. Mi padre se escapó del régimen, con mi mamá embarazada de mi hermana, en un bote a Checoslovaquia, de ahí a Austria –donde nace mi hermana– y luego a Italia, donde había dos barcos que llevaban refugiados con salvoconductos. Uno iba a Australia y el otro a la Argentina. Se subieron en el primero que salía y terminaron acá. No conocían el idioma o la cultura, pero tuvieron la oportunidad de ejercer su arte y crecer. Por eso, cada vez que me hablan de que hay crisis, digo que no. Crisis es la que vivieron mis viejos. Acá vivimos el patacón, lo de ayer, lo de hoy, lo que va a venir mañana; y la peor crisis que hayamos tenido no es ni por casualidad lo que vivieron mis padres. Si ellos pudieron salir de eso, no puedo decir que esto sea una crisis.
Noticias: ¿Qué influencia tuvo en su carrera haber hecho estudios universitarios?
Sarkany: Lo primero que me dio fue una visión distinta, que me llevó a dejar el modelo de negocio de mi viejo, que era venderles a las zapaterías, para vender directamente al público. El mayor diferencial que tenía mi padre era la creatividad. Era una época en la que había mucha demanda y todo lo que hicieras se vendía. Entonces ¿para qué hacer un zapato verde con la punta en amarillo, si lo hacías en negro y se vendía? Al final, me cansé de hacer productos innovadores y que los comerciantes no los compraran, así que pasamos al trato directo con la clienta. Mi papá decía que era más fácil venderle mil pares a una zapatería que un solo par a una mujer, y tiene razón. Pero el trato directo nos permitía medir la reacción y saber si estábamos haciendo las cosas bien, ver si a una clienta no le gustaba o si se iba feliz y les contaba a dos amigas. Antes no lo sabíamos. Dejábamos los zapatos en consignación y nos los devolvían al final de la temporada porque los locales ni se animaban a poner nuestros zapatos de colores en vidriera.
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por Diego Gualda
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