Héctor “El Chango” Icazuriaga jamás había visto a la jefa tan enojada con él. La primera cachetada la sufrió frente a todos, en público, cuando ella le envió un cristalino mensaje desde el atril.
—Han aparecido artículos en los diarios sobre presuntas investigaciones que han hecho organismos de inteligencia del Estado sobre la amenaza que yo les comenté que había sufrido por parte de ISIS... —se despachó Cristina—. A mí nadie me dijo nada, me enteré por los diarios que aparentemente los organismos de Inteligencia del Estado descubrieron no sé qué en la Triple Frontera. Primero que no lo creo, porque creo que si fueran organismos del Estado, que dependen de mí, a la primera que tenían que haber avisado es a mí, que soy la Presidenta y la amenazada, y no a Clarín. Pero no, aparecieron primero en Clarín datos de no sé qué tunecino...
Icazuriaga, el jefe de los espías K que se olvidó de avisarle del dato a la supuesta amenazada, empalideció de golpe y sintió cómo los funcionarios a su alrededor se volteaban a verlo. No sabía que aún faltaba lo peor.
Horas después, cuando estuvo frente a frente con la jefa, ella no mostró piedad:
—No puede ser que no controles absolutamente nada... —le dijo.
No lo estaba tratando de desleal, sino de algo aún peor: inútil.
Icazuriaga intentó una desmentida y juró que la filtración a los medios sobre la delirante trama de las amenazas de los yihadistas de ISIS a la Presidenta no había salido de la SIDE, como suponía ella. Pero decidió callar cuando notó que Cristina levantaba aún más el tono de voz. Era mejor dejar que se descargara.
Las noticias de los días posteriores a esa discusión del martes 30 de septiembre no mejoraron el cuadro: cuando se supo que los tres mails con las intimidaciones a CFK que llegaron al 911 se habían enviado desde cuentas de Canadá y Australia, la hipótesis de una causa armada por los agentes kirchneristas para victimizar a la Presidenta cobró más fuerza. Por las dudas, ella ya se había quejado en público: “Por favor, que no me vengan a armar ninguna novela con el ISIS”.
El áspero desencuentro entre Cristina y el jefe de la ex SIDE (rebautizada SI) fue el último de una larga serie. La jefa hoy ya no confía en sus espías formales. Icazuriaga no logra domar la salvaje interna entre sus agentes, que huelen el despoder de fin de ciclo y además recelan de los espías a las órdenes del jefe del Ejército, César Milani, que han venido a reemplazarlos por orden de la Presidenta. Parece la tormenta perfecta: una campaña presidencial en ciernes, agentes fuera de control y un in crescendo de hechos que llevan el sello de la Inteligencia oficial o paraoficial, como el ataque de supuestos “motochorros” al periodista Marcelo Longobardi en Barrio Parque o la golpiza que sufrió uno de los abogados de Clarín en la entrada del edificio donde funciona el diario (ver recuadro). Demasiadas casualidades.
El “señor 5”. Así se conoce en la jerga de los espías al jefe de la SIDE, la cara visible del organismo. Icazuriaga siempre ostentó un papel más bien decorativo, opacado por la influencia de su subsecretario, el “señor 8”, Francisco “Paco” Larcher, quien hasta la muerte de Néstor Kirchner movía los hilos de la Inteligencia oficial con la venia del ex presidente. Pero Cristina, ya viuda, le cedió el timón a quien es el jefe formal, e Icazuriaga hasta ahora no se muestra a la altura. Por orden de ella metió en la Secretaría a unos 30 militantes de La Cámpora, pero los muchachos no lograron hacer pie entre los experimentados agentes que llevan décadas en el organismo. “Son pendejos, les hicieron el vacío, la mayoría de ellos no terminó la escuela de Inteligencia”, cuenta un allegado a la SIDE, que resume así el trabajo de los fieles de Máximo Kirchner: “Arman un informecito de cualquier cosa una vez por semana y ganan lo mismo que los agentes profesionales”.
Con el desembarco de los “camporitos”, como los llaman despectivamente sus colegas con más trayectoria, recrudeció la interna de los agentes. Varios de esos jóvenes trabajan en el departamento de Observaciones Judiciales (Ojota, en la jerga), encargado de las pinchaduras a los blancos del espionaje K, desde funcionarios, opositores y empresarios hasta jueces y periodistas. Otros están en la división de Comunicación Social, que se dedica al análisis pormenorizado e inútil de los medios periodísticos, a las órdenes del agente Alberto Mazzino, quien no siente especial empatía con sus nuevos empleados. Por otra parte, los viejos espías celebran que los “camporitos” aún no hayan llegado al “cuartel Billinghurst”, la sede de la Secretaría en esa calle porteña donde trabajan los cuadros especializados en infiltración y trabajo de campo. Todavía no les da el piné.
Icazuriaga, el protector de esa nueva camada, debe lidiar con la furia de los históricos del organismo, entre ellos el ya célebre Antonio “Jaime” Stiuso, aún afectado por el asesinato de su amigo y mano derecha, Pedro Viale, “El Lauchón”. A Viale lo mató el Grupo Halcón de la Policía Bonaerense en un allanamiento en su casa por una causa de narcotráfico, en septiembre del 2013, y Stiuso sigue convencido de que fue un ajuste de cuentas y no una simple fatalidad en medio de un enfrentamiento armado. “El Lauchón”, dice Stiuso, estaba tras los pasos del jefe de la Bonaerense, Hugo Matzkin –probable jefe de la SIDE en un futuro gobierno de Daniel Scioli–, y supone que eso le pudo haber costado la vida. Cuando aparecen los muertos es evidente que la guerra entre agentes ya está fuera de control.
Icazuriaga, el jefe, siente impotencia. Abogado, oriundo de Chivilcoy, santacruceño por adopción, por ahora lo sostiene su amistad con el hijo de la Presidenta y con el influyente secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini. Pero la jefa ya no disimula su desencanto. Además de culparlo por el desmadre de la Inteligencia K, no ve con buenos ojos que se haya separado de su esposa para comenzar una relación con una abogada de 40 años y mudarse a otro departamento del exclusivo Puerto Madero. A Cristina siempre la indignaron los desarreglos en la vida privada de sus funcionarios.
Otro reproche que “El Chango” recibió desde la Casa Rosada fue por los viajes de su joven hija Lucía por Ibiza, Atenas y Croacia, sin cepo y con profusas imágenes en las redes sociales, como las que meses atrás reprodujo esta revista. También llaman la atención algunos detalles de la declaración jurada de bienes del funcionario, como los 20.932 metros cuadrados de terrenos en Río Gallegos que le costaron solo 9.772 pesos. Es decir, 2 pesos el metro.
El “señor 8”. “Paco” Larcher, el subsecretario de la SIDE, también está en serios problemas. Lo cierto es que nunca le cayó en gracia a la Presidenta, que lo tenía catalogado como uno de los supuestos compañeros de juerga de Kirchner. Pero la relación terminó de quebrarse en la última campaña que el kirchnerismo perdió contra Sergio Massa en la provincia de Buenos Aires. Hasta ahora, la historia que se conocía era que Larcher le había asegurado a Cristina que Massa –buen amigo del espía– no competiría, un augurio destinado a desinformar a CFK, que castigó al subsecretario y le retiró el saludo desde entonces. Ahora, las fuentes consultadas para esta investigación revelan algo más: Larcher no solo se equivocó en su pronóstico, sino que lo hizo adrede y estaba dispuesto a dar el salto.
“Le pidió a Massa que lo incluyera en su lista de candidatos a diputados. Sabía que se iba a presentar y quería sumarse”, asegura un operador clave del tigrense, que jamás lo admitirá en público. Pero la traición de Larcher estuvo a punto de consumarse, y si no ocurrió fue porque la mesa chica de Massa desaconsejó la idea. Era la época en que Jorge Lanata maltrataba al candidato del Frente Renovador con aquella imitación del doble Massa K y anti K, y entonces no parecía políticamente redituable que incluyera en su lista al número dos de la SIDE. “Renuncio y me voy con vos”, fue, palabras más, palabras menos, la propuesta de Larcher.
Algo más: el descarado intento de traición del subsecretario llegó a oídos de la Presidenta. Al parecer, por medio de una escucha telefónica que le acercó el jefe del Ejército, Milani, su nuevo preferido y el encargado de competir con la SIDE en las tareas ilegales de espionaje. La escucha, aseguran en el Gobierno, era una charla entre Larcher y Massa en la que quedaba en claro qué se traían entre manos. Agentes que espían a otros agentes.
Pocos días antes de aquella elección, un incidente sacudió la campaña: el robo en la casa de Massa en Tigre protagonizado por un prefecto a las órdenes del secretario de Seguridad, Sergio Berni. El asaltante, Alcides Díaz Gorgonio, cargaba un arma con silenciador y la mostró ante las cámaras de seguridad de la vivienda, como si hiciera ostentación de la impunidad con que lo dejaban actuar. ¿Un mensaje intimidatorio más que un robo común? A la esposa del candidato, Malena Galmarini, el recuerdo de ese día aún la sigue alterando: por estas horas se quebró en medio de un reportaje en TV cuando María Laura Santillán la consultó por el incidente.
¿Por qué Massa, en cambio, eligió responder con más cautela y minimizar el tema? ¿Sabía que podía tratarse de un mensaje, de una guerra entre agentes de distintas fuerzas, acaso por su cercanía con el número dos de la SIDE que casi formó parte de su lista? Es un argumento atendible: un prefecto del secretario Berni había asaltado su casa, y una supuesta pinchadura de la Inteligencia militar de Milani alertaba sobre la relación entre el tigrense y el espía Larcher.
El “número 8” aún hoy sueña con un futuro pase al massismo y mientras tanto sigue trabajando a reglamento para Cristina. Ya casi no pasa por su oficina de la sede de 25 de Mayo, en el microcentro porteño. Según sus íntimos, está algo deprimido. Y eso que ya fue sobreseído en una causa por supuesto enriquecimiento ilícito que se inició luego de que NOTICIAS revelara que tenía una coqueta casa en el country Abril, en Berazategui, y 4 millones de pesos declarados en su rendición de cuentas ante la Oficina Anticorrupción, ocho veces veces más que cuando arrancó en su cargo.
Más agentes. Desde que el Ejército compite con la Secretaría de Inteligencia por orden de la Presidenta, esa interna se traduce en los números del presupuesto: el general Milani dispone de 431 millones de pesos para espiar contra 689 millones de la SIDE, a pesar de que las Fuerzas Armadas no tienen hipótesis serias de conflicto y que los agentes de Icazuriaga y Larcher deben arreglárselas para investigar el narcotráfico, el crimen organizado, el lavado y el terrorismo, al menos en teoría. La verdad es que hoy algunos cuadros de la SIDE responden más a Milani que a sus jefes en la Secretaría, entre ellos Fernando Pocino, cada vez más cerca del polémico general.
Una de las pocas personas en las que la Presidenta sigue confiando dentro de la SIDE es Sonia Fornasero, directora general de Administración y Finanzas, a cargo de “la boba”, como llaman los agentes a la caja del organismo (porque dicen que “todos se aprovechan de ella”). Fornasero y Cristina se conocen bien desde los tiempos en que la primera asesoraba a la segunda en la Cámara de Diputados.
Para hacerle frente a la insubordinación de los agentes, desde el Gobierno comenzaron a tercerizar algunas tareas sensibles y contrataron a diversas consultoras para que provean información: según las fuentes consultadas, entre estos nuevos cuentrapropistas que se suman a la danza de espías puede destacarse C3 Consultings, capitaneada por Leonardo Scatturice, o Federal Services SRL, patrocinada por Mario Montoto.
Un informante cercano a la Secretaría resume el clima de rebeldía interna que se respira: “Este gobierno se termina y se viene una caza de brujas. Las cosas adentro no están claras, mejor no moverse si no hay una orden por escrito ni informar algo que puede causar problemas”. Según la fuente, hubo traslados compulsivos y pequeñas purgas quirúrgicas ordenadas por Icazuriaga, pero nada de eso funcionó para aplacar a los espías.
La ascendente influencia del general Milani no deja de sorprender. Fue él quien tiempo atrás le advirtió a Cristina sobre un peligro que otros ignoraron olímpicamente: que los fondos buitre tratarían de rastrear el supuesto dinero de la corrupción K en el exterior y llevar a la Presidenta ante la Justicia de los Estados Unidos. Días atrás, cuando el fondo Elliot convocó a una conferencia de prensa para informar de los avances de su investigación contra Lázaro Báez, supuesto testaferro de los Kirchner, la jefa estalló de indignación. Solo Milani se lo había adelantado en agosto: los buitres tiene la capacidad financiera para contratar a los mejores investigadores del planeta, entre ellos las agencias Pinkerton o Kroll. Si algo faltaba en esta historia eran los espías del Norte.
La campaña hacia el 2015 empieza a calentarse. Hay demasiados protagonistas en la sombra.
por Franco Lindner, Rodis Recalt
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