La mudanza ya terminó. Y la Quinta de Olivos, el hogar de Cristina Fernández durante doce años, por estas horas es la mejor postal del fin de ciclo. Casi no hay movimientos, las habitaciones y los parques están vacíos y los empleados de la casa oficial no tienen a quién atender. La Presidenta tampoco tiene demasiadas visitas en estas últimas horas en el poder. Ya ni siquiera cuenta con la compañía de Florencia Kirchner, que solía llenar de ruido la residencia. La hija se mudó hace un mes con su novio Camilo Vaca Narvaja y su beba Helena a su nuevo departamento ubicado en el barrio porteño de Constitución. Los últimos días, la Presidenta se mantuvo entretenida con los traspiés de campaña de su candidato Daniel Scioli y los cuidados de su hijo Máximo, que sigue recuperándose de su operación en el hígado dentro de la casa presidencial. Con tiempo de sobra, se dedicó a terminar de decorar y acomodar su nuevo hogar del despoder, el viejo departamento familiar ubicado en el quinto piso de Uruguay 1306 en pleno corazón del barrio porteño de Recoleta en el que vivió cuando era diputada y donde se gestó el “Grupo Calafate” que ayudó a llevar a Néstor Kirchner al Gobierno.
La Presidenta sabe que a partir del 10 de diciembre su vida dará un giro de 180 grados. Y en estas últimas horas en el poder aprovecha para organizar y planificar su vida lejos del Estado. Una especie de plan de evacuación para que la cubra de inconvenientes a futuro y que incluye nombramientos compulsivos y hasta destrucción de papeles y documentos en varios ministerios. Además, la Presidenta sabe que si no gana Scioli, la Justicia podría ponerla en serios problemas. Y que hay muchos dirigentes, políticos, empresarios y jueces que están dispuestos a cobrarse todos los malos tragos que Cristina les hizo pasar. El despoder es cruel.
Mudanza. Lo peor ya pasó. Las cajas, bultos y objetos de la Presidenta y su familia ya se fueron de la residencia oficial. La mudanza había comenzado en junio, como reveló NOTICIAS, e incluyó a todo el personal de Olivos. Se usaron camionetas Sprinter blancas para mover los objetos. Algunos fueron a parar a la nueva casa de Florencia Kirchner, un semipiso de estilo ubicado en San José 1111. Otras fueron directo al Sur a las casas y hoteles familiares. Y también hubo convoys dirigidos al departamento en el que vivirá Cristina en Recoleta. Los vecinos se sorprendieron con el despliegue de la mudanza y por lo bajo se quejan porque la baulera quedó repleta de objetos. Cristina debería entregar las llaves de Olivos el 11 de diciembre, un día después de la asunción. El traspaso de la residencia empezará a ser acordado con el ganador del ballottage.
En ese edificio de Uruguay 1306 hay dos departamentos más que están vinculados a su entorno más cercano. El primer piso y el cuarto están a nombre de Osvaldo De Sousa, el hermano de Fabián, mano derecha y principal operador del empresario kirchnerista Cristóbal López. Los vecinos del lugar le adjudican, con algo de maldad, uno de esos departamentos a la propia Presidenta y aseguran que lo usaría de depósito para guardar algunas de sus pertenencias. Cosas de la contabilidad K: cuando los Kirchner compraron el piso de Recoleta en 1999 les costó 290.000 pesos convertibles a dólares. En su última declaración jurada, la Presidenta declaró que el valor fiscal de esa propiedad era de 220.000 pesos.
Además de la mudanza, Cristina empieza a pensar y diagramar cómo será su vida cotidiana en el llano. Al principio se instalará en el Sur entre Río Gallegos y El Calafate, su lugar en el mundo, y viajará seguido a Buenos Aires. Ya no contará con los aviones oficiales de Presidencia para ella y su familia. Por eso empieza a gestionar un sistema de taxis aéreos que la mueva sin costos. Hay cuatro hipótesis de quiénes podrían ser los generosos proveedores de la Presidenta. El empresario constructor Lázaro Báez tiene varios aviones privados a disposición, y no tendría problemas en colaborar con la esposa de su amigo Kirchner, que tanto dinero le hizo ganar durante la “década ganada”. Cristóbal López también le cedería algunos de sus aviones. Otra opción es que Cristina recurra a los servicios de Royal Class, la empresa de taxis aéreos que pertenecía a la familia Yabrán y que fue vendida a Miguel Livi, un empleado de la empresa que tiene una excelente relación con Sergio Velázquez, el piloto de la familia presidencial. Royal Class ya había sido contratada por Presidencia de la Nación para mover a Cristina en el 2012 cuando el Tango 01 tuvo que estar parado durante varios meses para ponerlo a punto. Y también un avión de esa empresa fue el que trajo a la Argentina a Guido Alejandro Antonini Wilson con una valija de 800.000 dólares junto al ex titular del Occovi Claudio Uberti.
Hay una cuarta opción para que Cristina vuele con comodidad. Como su cuñada, Alicia Kirchner, es la gobernadora de Santa Cruz y tiene que viajar seguido a Buenos Aires, puede prestarle el avión o subirla cuando ella tenga que viajar.
Más cambios. Algunas rutinas se modificarán en la vida de la Presidenta cuando deje el Gobierno. De un día para el otro dejará de tener todos los recursos del Estado para su comodidad. No habrá más autos oficiales, helicópteros para sortear los embotellamientos y dejará de tener una tropa de asistentes, colaboradores y secretarios privados a disposición. Para no sufrir de golpe el despoder, al menos podrá seguir contando con la custodia presidencial de la Policía Federal. Según la ley, todos los ex presidentes, vices y sus familias pueden disfrutar de ese derecho. Eso sí, ya no contará con los 250 oficiales que hoy tiene asignados sino “sólo” con 40 efectivos en turnos rotativos. Esos serán repartidos entre ella, Florencia y Máximo.
Lo habitual, aunque no está regulado, es que mantengan al jefe de custodia personal que los asistió durante su mandato. En el caso de Cristina se trata del subcomisario Diego Carbone, que la acompaña desde que era senadora y está siempre junto a ella. Cristina ya le propuso que continúe y Carbone aceptó.
En la historia reciente son pocos los mandatarios que se negaron a aceptar el beneficio de la custodia policial. Uno de ellos fue el ex vicepresidente Carlos “Chacho” Álvarez. Un caso llamativo es el del ex presidente Eduardo Duhalde que llegó a tener 54 policías a disposición para cuidarlo a él y su familia. Pero en el 2004 el entonces presidente Néstor Kirchner se la redujo.
Pero la custodia policial no podrá protegerla de los peligros políticos que la asediarán después del 10 de diciembre. Cristina sabe que su salida del poder le depara riesgos y empieza a preparar una lista negra con los futuros traidores. Durante los doce años en el poder, los Kirchner dejaron muchos enemigos. Uno, y de los más peligrosos, es el antiguo director general de Operaciones y hombre fuerte de la SIDE Antonio “Jaime” Stiuso. Refugiado y oculto en los Estados Unidos, le hizo llegar un mensaje inquietante a su entorno referido a la Presidenta: “El tema con ella de ninguna manera está terminado”. Cristina está al tanto de las amenazas del ex SIDE. ¿Qué secretos guardará Stiuso sobre la Presidenta y el poder? ¿Los revelará o los utilizará como un arma para negociar un regreso al país sin inconvenientes?
En la lista negra aparecen, sobre todo, varios gobernadores del PJ. Cristina nunca se llevó bien con la estructura del partido y sabe que si Scioli pierde, buscarán mantener una buena relación con Mauricio Macri. Y que serán despiadados con ella por haber elegido un candidato que terminó derrotado y al que –según interpretan– presionó con todo su poder para que no se distanciara lo suficiente de los K. El salteño Juan Manuel Urtubey ya le habría hecho llegar algunos mensaje a Macri que apuntan a enterrar de una vez por todas a los K. “Tenés que ayudarnos a dar vuelta la página kirchnerista dentro del PJ”, le habría dicho.
Además de los gobernadores, Cristina empieza a desconfiar de algunos personajes de su entorno. Hay discrepancias con algunos sectores de La Cámpora: no sabe si serán lo suficientemente leales a ella como para defenderla sin concesiones después del 10 de diciembre. Sabe que algunos deberán sobrevivir sin el kirchnerismo en el poder. Uno de los apuntados es José Ottavis, que tiene su base territorial en la provincia de Buenos Aires y en la Legislatura bonaerense. A Cristina le llegó el rumor de que Ottavis no habría distribuido del todo bien los fondos que le dieron para la campaña que Aníbal Fenández terminó perdiendo con María Eugenia Vidal. Algunos intendentes del PJ también se quejaron con Aníbal porque La Cámpora, que manejaba muchos fondos de campaña, no les giraba la plata. Esos enojos son los que hoy complican a Scioli a la hora de fiscalizar el ballottage. Muchos intendentes y jefes territoriales no piensan prestar sus servicios porque nadie les garantiza que les pagarán lo que les prometieron.
Para controlar a La Cámpora la dama cuenta con la ayuda de su hijo y flamante diputado. Al principio, Cristina se resistía a que fuera candidato. Temía que dentro del Congreso se convirtiera en un punching ball de la oposición. Ahora espera que su hijo, de insoportable bajo perfil, se convierta en el guardián de su figura en el despoder. ¿Tendrá el liderazgo para lograrlo? Es una incógnita mayúscula en el mundo K.
Con Cristóbal López empieza a tener fracturas. Desde hace un tiempo, el empresario empezó a ponerle alguna distancia. No suele contestarle los llamados con la misma velocidad con que lo hacía hace unos meses y evita visitarla en Olivos. A pesar de ese frío, desde sus medios sigue defendiendo al oficialismo y en la campaña apoyó a Scioli hasta el papelón. El domingo 25, el canal C5N dijo que Scioli y Aníbal ganaban por una amplia ventaja aunque luego la realidad los desmintió. A Cristina tampoco le gustó que se supiera que López había buscado reunirse con Macri en secreto. Esos contactos antes de su salida la enfurecen.
Con Osvaldo “Bochi” Sanfelice también empieza a tener algunos recelos. Aunque “el Bochi” es el encargado de manejar los negocios de la familia presidencial, Cristina comienza a notar que a veces los números no cierran y que les dedicó demasiado tiempo a algunos negocios propios. Cuando vivía, era Kirchner el encargado de controlar y mantener a raya la contabilidad familiar. Tras su muerte fue Máximo quien tomó ese rol, pero lo cierto es que el hijo presidencial no es tan riguroso como su padre. A pesar de las avivadas del “Bochi”, Cristina entiende que no puede desprenderse de él.
El futuro. La Presidenta sabe que una vez fuera del Gobierno pueden agravarse los problemas judiciales. La causa Hotesur, la empresa que administra el hotel de la familia presidencial Alto Calafate, puede complicarla a ella, a sus hijos y al empresario Lázaro Báez en la Justicia. El caso arrancó con una denuncia por supuestas irregularidades de la firma ante la Inspección General de Justicia (IGJ), pero avanzó en otro camino: una presunta maniobra de lavado de dinero que involucraría también a Báez. Los Kirchner lograron apartar al juez Claudio Bonadio del expediente –hoy lo tiene Daniel Rafecas–, pero nadie les garantiza que el caso no se reactive después del 10 de diciembre. La Presidenta podía esperar que con Scioli en la Casa Rosada tuviera asegurada la protección judicial, pero nada le garantiza esa suerte con Macri y su aliada Elisa Carrió.
Ese temor empieza a quedar en evidencia con los últimos movimientos que dio Cristina. Una especie de desesperación por mantener algo del poder que se le esfuma de las manos que se tradujo en una catarata de nombramientos en todos los ministerios, en la Auditoría General de la Nación y hasta en la Corte Suprema de Justicia, donde propuso dos candidatos a un mes de su salida del poder. A eso hay que sumarle que en varios ministerios empezaron a aparecer papeles y expedientes destruidos y hasta desaparecieron computadoras, notebooks y expedientes en el Ministerio de Economía, como publicó el diario La Nación.
Hasta el 10 de diciembre, Cristina sabe que tendrá el poder y todos los recursos del Estado para defenderse. Incluso convocó a una sesión extraordinaria en el Congreso el miércoles 9 de diciembre, un día antes de irse. Su marido ya había recurrido a las firmas de último momento antes de dejar el poder. El 4 de diciembre del 2007 firmó el decreto de renegociación del contrato de Aeropuertos Argentina 2000 y al día siguiente extendió a su amigo Cristóbal López el negocio del casino de Palermo del 2017, año en que vencía, al 2032.
Si gana Macri, Cristina abriga una esperanza. Que le vaya mal y que ella pueda convertirse junto a La Cámpora y su séquito de fieles en una voz opositora. En ese escenario, trataría de recuperar el poder para regresar en el 2019 con un representante del modelo K. Los nombres que imagina la Presidenta son los de Axel Kicillof, su hijo y hasta Eduardo “Wado” De Pedro. Hoy suena a utopía.
Hace 28 años que Cristina vive al calor del poder, desde 1987, cuando Kirchner ganó la intendencia de Río Gallegos. Fue diputada, senadora y Presidenta. Este es el momento que siempre temió. Acaba de llegar.
En julio NOTICIAS reveló el video de la mudanza de Cristina en Olivos
por Nicolás Diana, Rodis Recalt
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