Pablo Perez Companc sale a caminar casi todas las tardes junto a su novia por Puerto Madero. Se lo ve nervioso y tiene un brazo enyesado. El menor del clan se mudó de su lujoso piso en El Aleph a un departamento en La Porteña, un edificio frente al hotel Faena. A un mes de haber denunciado a su hermano Luis por abuso sexual y de haber puesto en jaque la imagen de una de las familias más poderosas y conservadoras de la Argentina, la bajada de línea parece haber sido la misma para todos: “Aquí no ha pasado nada”.
El 11 de marzo, Pablo había arrancado este escándalo con una serie de publicaciones en Instagram caóticas e incontinentes. Pero luego de recibir una reprimenda pública de su madre, María del Carmen “Munchi” Sundblad, y de que Luis lo amenazara con iniciarle una demanda por injurias, se llamó al silencio. De un momento al otro, la estremecedora denuncia se esfumó como humo y Pablo eliminó todas las denuncias de las redes. ¿Recibió presiones?, ¿hubo un acuerdo familiar para sepultar el tema?
En las últimas semanas, cuenta los días para volver a Miami, el lugar en el que vivió los últimos años. Relata su deseo de abandonar la Argentina a través de Instagram, donde también publica mensajes que dejan entrever que no atraviesa sus mejores días. “Tengo un tremendo lío que no puedo salir a la esquina”, escribió hace una semana. El martes 5 subió una foto del diseñador de autos de lujo, Horacio Pagani, con una descripción que decía: “Una de las pocas personas que me da ánimos en este momento”.
El resto de la familia, por su parte, redobló su esfuerzo para que su vida privada continúe siendo un misterio. Hace un año, Pablo ya los había desafiado con una acusación similar. ¿Cuánto tiempo más pasará para que salga a hablar nuevamente de su drama?
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