Las manos de Marcos Aguinis no son nada extraordinario. Tamaño normal, la piel arrugada, aunque bastante menos de lo que deberían, a su edad. Y pensar que esas mismas manos no son sólo las que escribieron novelas como “La cruz invertida” o “La gesta del marrano”. También pintaron cuadros, hicieron dibujos. Esos diez dedos recorrieron inclusive las 85 teclas de un piano de concierto en forma profesional.
“Fui concertista de piano con mucha intensidad, ambición y esperanza”, explica pausado, sin apurar las palabras. Pese a los años que lleva instalado en Buenos Aires –llegó cuando tenía quince–, aún se le nota apenas lo cordobés, cuando alguna “r” se rebela en su discurso (o más bien “se shebela”, patinando al mejor estilo mediterráneo).
Estudió medicina y, tras recibirse, se fue a París, a especializarse en neurocirugía. Mientras estudiaba, daba conciertos de música clásica, convencido de que esa era su verdadera carrera. Pero no.
Ejerció como neurocirujano durante década y media. Porque esas mismas manos, que a simple vista no tienen nada de inusual, son tan capaces de tomar un pincel y de pasar la página de una partitura como de clavar un bisturí en un cerebro ajeno.
Pero la espiral de eclecticismo de Aguinis no se detiene en un mero combo de artista plástico, pianista y médico. Tras especializarse en psicoanálisis, ejerció al otro lado del diván durante veinte años mientras se interesaba en política. Ese interés lo llevó a ser primero subsecretario, luego secretario de cultura en el gobierno de Raúl Alfonsín, durante el cual creó el Programa Nacional de Democratización de la Cultura.
Mientras tanto, no dejaba de escribir. Desde el quirófano o desde la función pública, siempre escribió, tanto ensayo como ficción. De hecho, la ficción histórica ha sido una de sus marcas distintivas. Confiesa que, de adolescente, contempló la posibilidad de ser historiador. Hoy es un hombre versado en la materia, pero “sin títulos”, según su propia definición.
El otro terreno en el que se siente confiado de sus conocimientos pese al autodidactismo es el de la teología. Un “hobby” algo inusual, aunque –en apenas más de ocho décadas– nada haya sido del todo “normal” en la vida de Marcos Aguinis.
Noticias: ¿Aficionado a la teología? ¿Cómo es eso?
Marcos Aguinis: Me empecé a interesar en la teología porque, a los ocho o nueve años, me enteré cómo había muerto mi abuelo y me enojé con Dios. No podía creer que un Dios que se jactaba de ser tan omnipotente permitiera tremenda atrocidad. Los nazis lo sacaron de la aldea en la que vivía, lo balearon en la calle, cayó en una zanja y lo abandonaron a que lo devoraran las fieras. Esa historia, que la cuento en mi último libro, me provocó una crisis muy seria porque discutía con mi papá, que era moderadamente religioso. Me negaba a aceptar que Dios existiera. Eso produjo un efecto paradójico: me generó una gran curiosidad que me llevó a leer precozmente la Biblia. Primero versiones para chicos, luego, la versión completa, que tiene momentos entretenidos y otros muy aburridos.
Noticias: A nivel narrativo, será un “best seller”, pero el ritmo es desparejo.
Aguinis: Es un “best seller” y, ante todo, el mayor “long seller” de la historia. Luego leí el Corán, que es mucho más difícil que la Biblia, es más caótico, críptico y no sigue un relato fluido. Leí sobre budismo y más, lo que me llevó a que conociera mucho de teología y, con el tiempo, ocurrió el fenómeno –de vanguardia– de que tuviera extensos diálogos con el Obispo Justo Laguna, del que salieron tres libros. En aquella época era raro que un tipo como yo, judío y agnóstico, dialogara con un obispo católico. También Monseñor Laguna era un hombre muy especial.
Noticias: ¿Su nuevo libro de memorias, de qué va?
Aguinis: Me resistí a escribir este libro pese a que mis editores y mis amigos me insistían en que lo hiciera, especialmente por la cantidad de profesiones que tuve. En general me fue bastante bien en todas y no puedo explicar la razón de los cambios. Quizás estoy racionalizando, pero puede ser que haya cambiado tanto de profesión para no cambiar en otros aspectos importantes de la vida.
Noticias: Se lo ve bien, Aguinis. Parece diez años más joven. Hoy se llega a grande en mejores condiciones, pero lo suyo es destacable.
Aguinis: Es cierto, se llega mejor. Nunca fui fumador. Bebí con moderación. Llevé una vida de alimentación equilibrada. La dogmática médica dice que eso es lo que hay que hacer, ¿no? Hace muchísimos años conocí a Juan Filloy, un escritor al que admiré mucho –Cortázar lo admiraba muchísimo– y que llegó a los 106 años. Filloy decía: “Tengo una salud de fierro y unas piernas de algodón”. Pero estaba lúcido el viejo, eh. Y esa es una muy buena definición de lo que es llegar a grande.
Noticias: ¿Qué es más difícil, tocar Mozart o meterle un bisturí en el cerebro a una persona?
Aguinis: No podría responder cuantitativamente, pero para las dos se exige una altísima precisión y concentración. Tanto en la ejecución musical como en la labor quirúrgica tiene que haber paciencia y un estado relajado de ánimo, donde las cosas fluyan. El pianista que toca nervioso y apurado, toca mal. El cirujano nervioso, opera mal. En mi vida cotidiana no soy muy paciente. Me cuesta hacer colas; los trámites burocráticos me vuelven loco. Pero cuando operaba –o cuando escribo– me aíslo, me vienen una serenidad y una paciencia que hacen que me olvide del reloj.
Noticias: ¿Logra el mismo estado Zen cuando escribe?
Aguinis: No pertenezco a la fauna de escritores que escriben en bares. No puedo trabajar en un lugar ruidoso. A tal punto que ni siquiera llevo encima una libreta de apuntes. Necesito el mayor silencio posible. Mi cuarto de escritura es casi conventual. Ni siquiera escucho música y envidio a los que lo pueden hacer. Quizás sea que, como entiendo de música, me distraen los detalles de la melodía, de la armonía. No es sólo esa simple caricia que pasa, esa cosa de fondo.
Noticias: ¿Cómo ve al país, a más de tres meses del cambio de gobierno?
Aguinis: Los argentinos somos un pueblo contradictorio, paradójico y es quizás parte de nuestra riqueza. Cuando Sarmiento escribió “Facundo, civilización y barbarie” puso una “y” no una “o”. No es una alternativa. Estamos viviendo las dos cosas al mismo tiempo, en distintas dosis, según la época. A veces predomina una, a veces la otra. Desde el cambio de gobierno, la Argentina cambió. El acto que hubo en Comodoro Py, en apoyo a la ex presidenta, sirvió para que los que tienen memoria débil puedan recordar de dónde veníamos.
Noticias: ¿Y de dónde veníamos?
Aguinis: De una época en la que se insultaba a los jueces, no nos olvidemos de Hebe de Bonafini diciéndole turros a la Corte Suprema. De una época donde se golpeaba y amenazaba a los periodistas, donde había un clima de violencia y donde los discursos apuntaban a provocar una adhesión irracional, sin dar cuentas claras. Ver eso en Comodoro Py fue revelador y contrastante con lo que se está viendo ahora: la apertura al diálogo y éxitos que parecían imposibles. Cuando asumió Macri se decía que iba a tener el Congreso en contra y no iba a poder aprobar ninguna ley. Veamos cómo se resolvió el tema del “default”, con un acuerdo favorable en el Congreso. Un Presidente que dialoga pemanentemente con la oposición, con el sindicalismo, con los gobernadores; que se interesa por lo que sucede, que presta atención, logra cosas. Es un clima distinto el que se vive en la Argentina.
Noticias: ¿Hacia dónde vamos?
Aguinis: La Argentina ha tenido muchas oportunidades y todas las malogró. El golpe de 1930 agarró al país en pleno crecimiento y desarrollo. El golpe contra Frondizi malogró esa sociedad industrial y vanguardista. En este momento, la Argentina tiene una oportunidad importante. Sería gravísimo que la desperdiciáramos porque puede que no se repita nunca más. Me contaba en una reunión el ex presidente español José María Aznar, que en Europa la infraestructura está cubierta, está desarrollada. Hay capitales que no se invierten porque está todo hecho. En nuestro país todavía hay mucho por hacer y esos capitales vendrían con mucho gusto a la Argentina. Pero no van a venir si en el país vuelve a establecerse el clima que nos mostró Comodoro Py: inseguridad, agresividad y violación de la ley. Ahora, para que el país salga adelante, no se trata de apoyar a un gobierno, se trata de apoyar a una nación que tiene por delante una gran oportunidad. Tampoco es que tengamos muchas opciones. O avanzamos hacia un crecimiento real con fabulosas inversiones o retrocedemos a la década pasada.
Noticias: El macrismo porteño fue cuestionado por su gestión cultural. ¿Qué podemos esperar ahora, que son gobierno en la nación?
Aguinis: En la capital y en algunas ciudades del interior, la actividad cultural es intensa. Personalidades de la cultura del exterior no dejan de sorprenderse, hace tiempo que aquí hay más teatros que en París o en Nueva York. Las muestras pictóricas no dejan de renovarse, hay conciertos abundantes. La actividad es mucha, deberíamos buscar aumentar la cantidad de público que concurre. No es justo decir que la gestión cultural no ha sido buena. ¿Qué más le podemos pedir? Se han realizado muchas tareas, y con honestidad intelectual. No es honesto haberle puesto “Centro Cultural Kirchner” al ex Palacio de Correos cuando sabemos que Néstor Kirchner jamás terminó de leer un libro. Eso es una grosería para la cultura.
Diego Gualda
@diegogualda
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por Diego Gualda
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