Desde que está encerrado en la cárcel de Ezeiza, la salud de Lázaro Báez no hace más que empeorar. El frío de los últimos días le provocó una angina que lo tuvo con un poco de fiebre y bajo tratamiento antibiótico. Pero el dolor de garganta no es lo único que aqueja al empresario K investigado por el juez Sebastián Casanello en la causa conocida como la Ruta del Dinero K. La diabetes y una arritmia lo tienen preocupado. Por los antibióticos y el estrés del encierro los valores del azucar se le dispararon. Lejos de sus días en libertad, cuando viajaba hasta Buenos Aires en su avión privado para atenderse con los mejores profesionales hoy tiene que conformarse con la guardia médica del penal.
Báez está preso desde hace un mes en el módulo 6 de la cárcel de Ezeiza. Está alojado junto a un grupo de quince presos de bajo riesgo con los que penas interactúa. En su tiempo libre -que es mucho- aprovecha para releer el expediente por el que está preso. A veces, también mira la televisión. En un salón de usos multiples hay un solo televisor. Cuando aparecen imágenes de él dicen que ni se inmuta.
Duerme en un celda solo y está vigilado las 24 horas. El encierro le da tiempo para leer algunos de los libros que le llevan las pocas visitas que recibe. Está terminando uno sobre política exterior y tiene en carpeta otro sobre historia Argentina reciente.
Los únicos que lo visitan casi a diario son sus abogados Daniel Rubinovich y Rafael Sal Lari. También uno de sus secretarios que suele llevarle mensajes de la familia Báez. Para comunicarse con el exterior tiene que hacer cola con otros reclusos para usar el único teléfono público del pabellón. Varias veces al día se acerca hasta el vetusto aparato para consultar a sus abogados y secretarios.
Hasta ahora nadie de su familia fue a visitarlo. Lázaro se los prohibió: no quiere una foto de ningún integrante del clan entrando a prisión.
por Nicolás Diana
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