Uno de los desafíos de la industria electrónica fueguina radica en salir de la comodidad de precios que les proporcionaba un mercado cautivo, sin importaciones. “Probablemente la industria local necesita un poco de competencia, no abrir todo”, opina el economista Francisco Gatto, directivo de la Universidad de Tierra del Fuego. Luis Galli, de la fabricante Newsan, atribuye los altos precios vigentes hasta 2015 a dos factores: “Los proveedores nos cobraban cobertura de riesgo alta por la inseguridad de que nos dejaran sacar las divisas para pagarlas, en tiempos del cepo cambiario y las DJAI (declaraciones juradas anticipadas de importaciones). Además, nos cobraban la prima de riesgo por parecernos a Venezuela. El otro problema, derivado del primero, era que la oferta estaba por debajo de la demanda y eso hacía que los precios volaran. Pero en enero (pasado) nos pusimos al día con los proveedores y además el mercado argentino entró en recesión”. La consultora Gfk revela los diez celulares más vendidos y concluyó que aumentaron 9% de precio, pese a que el dólar subió 60% y la mayoría de los componentes es de afuera, según Galli.
Federico Hellemeyer, de la asociación de fabricantes fueguinos Afarte, identifica algunos productos argentinos con precios históricamente bajos en dólares, como los televisores, “aunque siguen siendo más caros que en Chile”. Y da otro ejemplo: “El último teléfono de Samsung, el Galaxy S7, se lanzó este año a 20.000 pesos, pero una telefónica lo vendía a 15.000 a sus clientes premium y afuera se conseguía a 850 dólares más impuestos (unos 14.000 pesos en el estado norteamericano de Florida)”.
Cada vez que se echan culpas por los costos, los industriales fueguinos responsabilizan a las telefónicas porque, a diferencia de lo que ocurre en otras partes del mundo, aquí algunas ganan dinero vendiendo aparatos. Telecom así lo registra en su balance. Claro también, aunque sólo le sirve para compensar los costos financieros y comerciales que asume para venderlos. No es el caso de Telefónica, que antes perdía dinero en este rubro y ahora sale empatada.
Afarte calcula que podría reducir 4% el precio de sus productos si los componentes y productos terminados viajasen en barco y no en camión entre Buenos Aires y Tierra del Fuego. Limitada por la cordillera, Ushuaia tiene poco espacio para ampliar su puerto y, si lo hiciera, también habría que mejorar el camino de montaña de cuatro horas en camión para llevar las piezas desde allí hasta Río Grande. A su vez, la costa de esta ciudad industrial presenta un régimen de mareas incierto y carece de la profundidad suficiente, razones por las cuales nunca nadie terminó las obras de construccción del puerto y el dragado. “En el corto plazo podría ampliarse Ushuaia, pero debería haber un consenso para que el costo de la operación portuaria incluya el flete a Río Grande. Hay un incentivo para que la industria ponga el hombro”, observa Hellemeyer.
Un decreto de 2004, promovido por el detenido sindicalista Omar ‘Caballo’ Suárez, restringe el cabotaje a buques de bandera nacional, de mayor costo que los extranjeros. Así es que solo una minoría de componentes llega a Buenos Aires y hace trasbordo a un buque argentino para después dirigirse a Ushuaia. A su vez, vuelven en general vacíos. También hay piezas que llegan por avión, pero sobre todo en casos de urgencia. Las deficiencias en infraestructura aumentan hasta 42% el costo logístico de la electrónica, según la consultora Abeceb. Los gastos por servicios al sector son hasta 100% más caros que en el continente.
Aunque suene a consuelo de tontos, Manaos también tiene sus problemas logísticos. Entre la ciudad amazónica y San Pablo los productos recorren 5.000 kilómetros, primero 15 días en barco a lo largo de 1.600 kilómetros y después en camión.
“Tierra del Fuego tiene unos costos salariales de la san puta y costo logístico altísimo”, advierte un alto cargo del Gobierno de Macri. El salario inicial asciende a 30.000 pesos, con un 20% adicional en las autopartistas y premios anuales. “Se busca volumen para bajar márgenes y costos”, concluye el funcionario.
En las fábricas defienden su eficiencia puertas adentro. El director de Abeceb, Dante Sica, destaca que la maquinaria tiene menos de cuatro años promedio de antigüedad. En las Pymes argentinas los equipos tienen una media de nueve años y en algunos sectores, 15, según un estudio del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec). “Queríamos fabricar un millón de televisores por año en dos turnos, pero en 2015 hicimos 1,2 millones en turno y medio por mejoras de eficiencia”, destaca el gerente de la planta CM de Newsan en Ushuaia, Pierre Iribarren, después de mostrar una serie de máquinas que cuestan 350.000 dólares cada una y que colocan automáticamente y a toda velocidad los chips en las placas. Los trabajadores, mientras tanto, controlan el funcionamiento de los robots y reparan en casos de desperfectos en el ensamblado de las placas. Cada televisor cuenta con 2.500 componentes. Un exsecretario de Industria fueguino, Juan Ignacio García, cuenta que empleados de Newsan han desarrollado sistemas de trazabilidad de programación del equipo de ensamblado y ahora venden su servicio a terceros.
Durante la campaña electoral de 2015, el ahora ministro de Producción, Francisco Cabrera, visitó la planta CM y le preguntó a Iribarren: “¿Cómo hacemos para competir con el mundo?”. “Con el mundo, no. Con Brasil, sí”, le respondió el gerente de la fábrica, y apuntó al costo de la importación de aquel tiempo, al financiamiento sin interés en 12 cuotas y a la infraestructura. Así lo relata el propio Iribarren.
“La clave para sobrevivir es la productividad”, destaca el gerente de planta de la autopartista Famar, Rubén Bertossi. “Nosotros necesitamos exportar por una cuestión de supervivencia. Si la economía es cerrada, no te hace falta exportar. Superamos en calidad a México y Brasil. Todas las empresas de acá pueden hacer lo que nosotros hacemos. Hay que hacer ajustes, que no sólo atañen a los operarios sino también a los costos logísticos”, opina Bertossi.
Famar produce radios y electrónica del motor. Cuenta en Río Grande con 200 empleados, de los cuales 80 son ingenieros, y con 100 trabajadores más en Buenos Aires, sede de la administración y del centro de desarrollo de software de productos y testeo. En la fábrica fueguina tiene un laboratorio que prueba los equipos a diversa temperatura y vibración. Por ejemplo, en una cámara someten las radios a la agitación que sufrirán en la ruta de ripio de la Tierra del Fuego chilena por la que pasará el camión que las llevará a Buenos Aires. También hacen ensayos para otras empresas. Por ejemplo, para probar la resistencia a golpes de los celulares de Newsan.
En Mirgor, otro gerente de planta, Luis Iglesias, cuenta: “Nosotros aplicamos criterios de la industria automotriz a la electrónica de consumo masivo en la medida en que podemos”. No siempre se puede y por eso, por ejemplo, la inyección de plásticos nacionales se hace en los aires de autos, pero no en los hogareños. El director de Planeamiento de la compañía y vicepresidente de la Asociación de Fábricas de Componentes (AFAC, que nuclea a las autopartistas de toda la Argentina), Fabio Rozenblum, desestima la posibilidad de exportar bienes de consumo masivo, pero aboga por enviar incluso fuera del Mercosur autopartes electrónicas fueguinas: “Tenemos el conocimiento y ahora también las ventajas de la nueva ley de autopartes”.
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Esta investigación fue realizada para Chequeado.com y se publica en forma conjunto con NOTICIAS. Chequeado es una organización dedicada a la verificación del discurso que busca mejorar la calidad del debate público en la Argentina. Este artículo forma parte del proyecto “Investigación y datos: Chequeado sin corsé”, que incluye más de 12 producciones a publicarse antes de fines de 2016 en el sitio especial “Chequeado Investigación”, y que fueron financiadas gracias al apoyo de Open Society Foundations (OSF).
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Esta investigación se completa con otros textos:
Mitos y verdades de la electrónica fueguina
El sufrimiento en la Margen Sur: la lucha por el techo de los operarios de la electrónica
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Componente nacional, exención impositiva y concentración económica, en la polémica
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