★★1/2 En el mes del cumpleaños ochenta del jesuita Jorge Bergoglio, la plataforma de contenidos Netflix estrenó los cuatro capítulos de la miniserie “Llamame Francisco”, la biopic del Papa argentino elegido en 2013 y convertido desde entonces en figura principal de nuestro álbum for export, por encima de Máxima, Messi y hasta Maradona. Serie nacida, en realidad, como película, pero que como tal no se estrenó en la Argentina sino solo en Italia, en 2015. En primer lugar, hubo un problema judicial. La ficción se basa en el libro “El Papa de la gente”, de la periodista argentina Evangelina Himitian. Sin embargo, a pesar de las reuniones y compromisos, la productora italiana Taodue Films no reconoció los derechos autorales por lo que Himitian inició acciones legales. Por otro lado, la otra película sobre el mismo personaje, “Francisco, el padre Jorge”, que dirigió Beda Docampo Feijóo con el protagónico de Darío Grandinetti, tuvo tanto malas críticas como poco público. Como sea, quien quiera ver, que vea porque ahí está, disponible en Netflix la biografía de Bergoglio desde su primera juventud hasta que es elegido Sumo Pontífice en Roma, a los 77 años.
Con dirección del actor y cineasta Daniele Luchetti (“Mi hermano es hijo único”), “Llamame Francisco” tiene su núcleo duro en los años de la dictadura militar y en el papel que le tocó al entonces superior provincial de los jesuitas en la Argentina. En los capítulos dos y tres –los mejor narrados– vemos a un Bergoglio que busca mediar entre los curas tercermundistas y los opresores militares. El perfil que Luchetti destaca es el del sacerdote bifronte que se expone por un lado y negocia por otro, como pasó durante el nazismo cuando cierta parte de la Iglesia dio refugio a los judíos. Por ejemplo, aparece el episodio del secuestro de dos jesuitas que trabajaban en villas a quienes Bergoglio advirtió que se les iba a retirar la protección de la Orden. Y por quienes después medió ante el dictador Massera.
El primer capítulo, el del Bergoglio joven, peronista, químico, vecino del barrio de Flores, con novia a la que deja por su vocación, es descafeinado. No hay en este personaje aún ninguna épica. Mientras que el último, el del camino a la trascendencia, pierde verosimilitud por la inexplicable decisión del director de que sea el chileno Sergio Hernández quien interprete al Bergoglio maduro. El resto de los personajes –Muriel Santa Ana como Alicia Oliveira, Mercedes Morán como Esther Ballestrino, etc.– están caracterizados de principio a fin con los signos del envejecimiento. El único que no llega a esa instancia es De la Serna. Una biografía que no se mete con los complejos vericuetos de la elección ni el porqué del nombre Francisco, un esbozo informativo con correctas actuaciones.
por Leni González
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