El debate sobre el impacto de las importaciones en el empleo y los precios ha vuelto a ponerse al rojo vivo a partir de los cierres y despidos en la industria en los últimos meses, que han desembocado en la marcha de la CGT de mañana. En la academia y los organismos internacionales las aguas están divididas sobre el efecto positivo o negativo de la apertura comercial.
Una investigación publicada en 2010 por el Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (Cedlas) de la Universidad de La Plata y escrita por Mariana Viollaz estudió las fábricas del Gran Buenos Aires entre 1980 y 2001 y concluyó que la liberalización comercial explicó un 4% del aumento de la tasa de informalidad de ese sector en ese periodo: "Los resultados obtenidos respaldan las teorías que indican que ante la apertura comercial las firmas buscarán reducir costos, siendo uno de los posibles mecanismos el incremento en la informalidad, ya sea eliminado los beneficios jubilatorios de sus empleados o despidiendo trabajadores que luego son incorporados como empleados informales por otras firmas de la misma industria".
Otro que investigó la apertura argentina en los 90 en un paper de 2012 fue el economista Víctor Beker, profesor de las universidades de Buenos Aires y Belgrano. "La apertura de la economía disminuyó significativamente el precio de los bienes de capital (maquinaria). Esto impulsó un proceso drástico de sustitución de capital por trabajo y promovió el incremento de la demanda de mano de obra calificada", sentenció.
Latinoamérica
A una conclusión complementaria llegaron en 2011 un investigador del Cedlas, Leonardo Gasparini, y otra de la Universidad de Tulane (EE.UU.), la argentina Nora Lustig, en un paper sobre inequidad en América Latina: "En la mayoría de los países, las reasignaciones de empleo que produjo la liberalización comercial y el cambio tecnológico asociado a la modernización de la economía implicó una considerable reducción de la demanda de trabajadores sin calificación, lo que condujo a una mayor desigualdad".
Un economista mexicano, Enrique Dussel Peters, elaboró hace siete años un documento de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que concluye que el proceso de apertura en la Argentina, Brasil y México "no ha mejorado la generación de empleo y su calidad durante los 90 y ha generado nuevas estructuras productivas que han exacerbado los problemas de la balanza de pagos". Se refería a las ensambladoras de piezas importadas.
En cambio, dos economistas del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Paolo Giordano y Kun Li, sostuvieron en un trabajo en 2012 que los datos de Latinoamérica "apoyan" su hipótesis de que la liberalización comercial propicia el crecimiento económico y la reducción de la pobreza, aunque "es imposible aseverarlo de manera rigurosa y sin ambigüedades". "La mayoría de los estudios empíricos muestran que el impacto del comercio en el crecimiento y la pobreza es en general pequeño, por lo que las causas de la indigencia deben buscarse en otros factores. Asimismo, es extremadamente arduo encontrar evidencia que sostenga la noción de que el proteccionismo sea bueno para los pobres", concluyen.
Dos años antes, el BID había publicado un libro con las mismas conclusiones, pero que también refutaba "la noción de que el comercio es una panacea para el desarrollo", dado que depende de otros factores como seguridad social, educación, tecnología e infraestructura. También reconocía que "en el corto plazo algunos segmentos de la sociedad no pueden soportar los costos de transición".
Mundo
También hay estudios globales sobre el vínculo entre intercambio y empleo. La Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad, por sus siglas en inglés) señaló en 2013 que “la mayoría de los datos disponibles indica que la liberalización del comercio no influye en el nivel agregado de empleo, pero sí en el empleo y los salarios en determinados sectores y oficios, por lo que contribuye al aumento de la desigualdad dentro de los países”.
Dos economistas del Fondo Monetario Internacional (FMI), Era Dabla-Norris y Romain Duval, escribieron en 2016 que la experiencia pasada indica que “la reducción de las barreras al comercio internacional y la inversión extranjera directa podría estimular la productividad y el PBI”. No obstante, admitieron que ambas medidas “no están exentas de costos en algunos casos” y ampliaron: “Aunque la reasignación de los recursos entre empresas e industrias constituye una fuente de crecimiento de la productividad, los trabajadores de determinados lugares e industrias, o cuyas aptitudes no sean las que demanda el mercado, podrían sufrir graves consecuencias, incluida la pérdida de salarios o empleos. La mayor movilidad que le imprime al capital la liberalización de la inversión extranjera también podría restarles poder de negociación a los trabajadores menos móviles”. Si lo dice el Fondo...
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