Erigida para servir de sarcófago al faraón Keops durante la Cuarta Dinastía Egipcia (entre los años 2613 a.C y 2494 a.C), la Gran Pirámide de Guiza es un monumento lleno de misterio. Tras 4500 años desde que fuera finalizado, los seres humanos aún no saben cuáles fueron las técnicas utilizadas para erguirlo, con sus 150 metros de altura, sus 230 metros de base y una masa de cinco millones de toneladas. Guiza es el ejemplar más grande en su categoría: ¿Cómo fue posible construir tal maravilla en apenas 25 años y cómo fue que los operarios lograron transportar los bloques con los que la alzaron? Más enigmático aún es el interior de Guiza.
Al comparar los planes de las diferentes pirámides, los especialistas se han ido topando con anomalías inexplicables. Como último hogar de los faraones en el Antiguo Reino (2575 a.C - 2134 a.C), las pirámides debían ser inviolables, y por eso es que sus constructores multiplicaron trucos y obstáculos para proteger los restos de sus soberanos. Hasta ahora no se tenía idea siquiera de cuántas cámaras contiene, escondidas dentro de su estructura; tampoco qué tesoros o qué momias estarían dentro de ella.
Eso es porque la exploración de la famosísima pirámide es, ante todo, peligrosa: está repleta de trampas contra saqueadores, como ciertos rieles que hacen deslizar bloques de granito que obstaculizan el paso en medio del laberinto de corredores que llegan al interior de la pirámide.
Además, algunas salas están cerradas por paredones y para poder introducirse en ellas sería preciso dañar la estructura, que es un patrimonio histórico de la humanidad.
Todo esto hace pensar en que Guiza es más un territorio para algún imaginario Indiana Jones que para investigadores de carne y hueso, respetuosos de la historia y de la veracidad de la vida real. Sin embargo, las máquinas parecen estar logrando algunos “milagros”.
Recientes progresos en la exploración de Guiza muestran cómo, a lo largo de la última década, las tecnologías digitales se van transformando en herramientas científicas, inaugurando una disciplina académica que ya fue bautizada con un nombre: ciberarqueología.
Sin contaminación
Desde noviembre del 2015, un equipo de investigadores del cual forman parte empresas especializadas en escaneo, detección de partículas y simulaciones de realidad virtual está mapeando las pirámides egipcias. El proyecto Scan Pyramids, una asociación de la que participan el Ministerio de Antigüedades de Egipto, la Facultad de Ingeniería de El Cairo y el Instituto Francés de Patrimonio, Innovación y Preservación, tiene planificado emplear lo que los especialistas denominan “técnicas no destructivas” para explorar el interior de esas construcciones extraordinarias.
Los físicos e ingenieros involucrados en el proyecto (provenientes de la Facultad de Ingeniería de El Cairo, la Universidad Laval de Quebec y la Universidad Nagoya de Japón) escanearán, por medio de fotos y videos, cuatro pirámides de lo que se conoce como “la Cuarta Dinastía” en la zona de Dahsur, unos 15 kilómetros al sur de Saqqara. La misión estudia la pirámide sur (conocida como “la acodada”) y la pirámide norte (bautizada como “la roja”), ambas construidas por Snefru durante los años 2575 a.C y 2551 a.C. En la zona de Guiza, a veinte kilómetros de El Cairo, se estudiarán las pirámides de Keops y Kefrén.
La arquitectura de cada una fue, previamente, recreada en tres dimensiones por un software de realidad virtual. Los resultados de la investigación se conocerán a lo largo de este año. Con esa información es factible detectar áreas sobre las cuales había sospechas de que podrían servir como pasajes hacia salas secretas de las pirámides. En dos casos, en las pirámides de Giza y de la Curvada, se instalarán placas detectoras de muones.
Los muones provienen de capas superiores de la atmósfera terrestre, donde fueron creadas a partir de las colisiones entre rayos cósmicos de nuestro medio ambiente galáctico y el núcleo de átomos presentes en la atmósfera. Caen en el suelo a aproximadamente la velocidad de la luz, de manera constante, a razón de unos diez mil por metro cuadrado y por minuto.
Así como los rayos X pasan a través de nuestro cuerpo permitiendo a los especialistas visualizar esqueletos, los muones son capaces de atravesar cualquier estructura con mucha facilidad, incluyendo rocas grandes y densas, como por ejemplo montañas. La teoría indica entonces que detectores, ubicados en los lugares apropiados, como puede ser el interior de una pirámide incluso bajo una cámara nunca detectada, pueden, por acumulación de muones a lo largo del tiempo, diferenciar entre zonas vacías (que los muones atraviesas sin problemas) y áreas pobladas, donde los muones son absorbidos o redirigidos de algún modo.
En la Curvada, el empleo de detectores de muones significó el descubrimiento de una cámara. En Guiza, los investigadores hallaron algo más sorprendente: dos habitaciones con corredores que podrían llevar hacia otras áreas aún no exploradas.
“Muchas misiones intentaron desvelar esos misterios, hasta ahora sin tener éxito”, afirma el ingeniero francés Mehdi Tayoubi, director de Scan Pyramids. “Parece ser que encontramos la llave para avanzar en ese sentido, gracias a la implementación de técnicas contemporáneas. Estoy convencido de que este es el futuro de las investigaciones científicas en el área de la arqueología”, se entusiasma.
Los nuevos conocimientos y herramientas de tipo tecnológico han estado siempre del lado de los especialistas que se dedican a lograr tener una mayor comprensión de lo que fue el pasado de los seres humanos y del planeta. En 1947, la invención del método del carbono 14 por el químico estadounidense Willard Frank Libby permitió, por primera vez, lograr una datación precisa de fósiles y construcciones milenarias, debido a la validación de la edad del carbono almacenado dentro del material estudiado.
Ahora, como si fuesen los Indiana Jones del siglo XXI, los investigadores recurren a software y hardware en el esfuerzo de responder a la misma pregunta que siempre se hicieron: ¿Cómo éramos y vivíamos? Y, por ende, ¿de dónde venimos? Tales recursos comenzarán a ser cada vez más usadas, a gran escala, en la próxima década.
Tendencias
La consultora Boston Consulting Group prevé que hasta el año 2025 un cuarto de los empleos hoy existentes desaparecerá. Tareas como las de operador de telemarketing, enfermero de primeros auxilios y conductores podrían empezar a ser sustituidos por tecnologías de inteligencia artificial y de realidad virtual.
¿Implica esto que la profesión de arqueólogo también está amenazada? De ningún modo, porque en este caso, la máquina necesitará del especialista humano. Hace apenas quince días, el gobierno egipcio anunció un descubrimiento que solo fue posible porque hubo excavaciones tradicionales, ejecutadas por manos humanas: resquicios de corredores de una pirámide hasta entonces desconocida, constuida hace 3700 años.
Para una simple máquina, destinada a la tarea de desenterrar ruinas, los escombros no dejarían de ser piedras de manera no natural. Es el ojo de un experto humano es el que le da significado al hallazgo. Como dijo alguna vez Albert Einstein: “Las computadoras son increíblemente veloces, precisas y burras; los seres humanos son increíblemente lentos, imprecisos y brillantes. Ambos poderes juntos pueden sobrepasar los límites de la imaginación”.
por Andrea Gentil, Talissa Montero
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