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SOCIEDAD | 13-07-2017 02:56

Polémica VIP: ¿existe la prostitución por placer?

La serie "Las Estrellas", con el personaje de Justina Bustos, revolucionó el feminismo que considera que las trabajadoras sexuales se prostituyen por necesidad. La grieta del movimiento.

Estudiante de día y prostituta vip de noche. Miranda, el personaje encarnado por Justina Bustos (28) en la exitosa serie Las Estrellas, de El Trece, recrea el mundo de la prostitución de lujo en nuestro país de una manera naif. Sin la presencia de proxenetas ni clientes violentos, la menor de las hermanas protagonistas de la tira trabaja como escort en un universo de la prostitución pintado color de rosas. Ningún riesgo parece asomarse en su horizonte a pesar de moverse en un ambiente delicado y con gente que no conoce. Incluso recibe un generoso salario que ronda los 300 dólares.

Pero a pesar de la liviandad e idealización con la que el submundo de la prostitución es abordado en la tira, que el guion contemple a una joven mujer que se dedica al trabajo sexual por su propia elección pone en relevancia un debate aun irresuelto al interior del movimiento feminista: la prostitución. Las activistas se dividen así en dos grandes corrientes. Para las abolicionistas, la venta de sexo es una muestra más de la sociedad patriarcal que somete a las mujeres. Del otro lado quedan aquellas activistas que consideran que se trata de una actividad como cualquier otra, siempre y cuando sea escogida de forma libre y que debe ser regulada y reconocida por el Estado.

“Gracias a la popularización del feminismo y su llegada a los medios mainstream, hoy tenemos el debate sobre trabajo sexual en cada vez más espacios y con ello a sus protagonistas hablando en primera persona contando las problemáticas que nos atraviesan como colectivo”, explica a NOTICIAS María Riot, trabajadora sexual e integrante de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (AMMAR).

La presencia de una mujer de clase media o acomodada que se dedica a ejercer la prostitución, no por necesidad ni obligación, sino que por propia voluntad no es un rasgo exclusivo de la nueva ficción de El Trece, sino que es un correlato de un fenómeno que otras tiras internacionales han captado. “The Client List” en Estados Unidos o “Llámame Bruna”, en Brasil, llevaron a las escort al centro de la escena. La serie brasileña, basada en la historia real de Raquel Pacheco, escandalizó algunos sectores del país vecino que incluso pidieron su prohibición. Pero mientras las escenas o diálogos de una prostituta de ficción hacen reaccionar a muchos, lo cierto es que su presencia en el prime time obliga a un debate hacia el interior del feminismo.

Visiones. Así las cosas el creciente movimiento sufre un cisma en su interior. De un lado, aquellas que buscan la legalización y regulación de la actividad por parte del Estado y que consideran a la prostitución un trabajo y, como tal, exigen que sea alcanzado por la legislación laboral, con derechos y obligaciones para quienes lo ejercen. Del otro margen, las activistas sostienen que la prostitución reproduce y amplifica relaciones de poder desigual y que, aunque la mujer que se prostituye lo haga por propia decisión, siguen primando el sometimiento, la opresión y la cosificación.

“Son los varones los que siguen haciendo funcionar el sistema prostituyente”, explica a NOTICIAS Marta Fontenla, integrante de la campaña abolicionista “Ni una mujer más víctima de las redes de prostitución”, quien asegura que el comercio sexual es otra forma de violencia género. “Dicen que se trata de una visión moralista, pero es todo lo contrario. Nosotras abogamos por la libertad sexual y la entendemos como una liberación de todo, del sometimiento, la opresión y la violencia”, dice.

Riot, en cambio, analiza esta realidad de manera diferente. “La mujer siempre tuvo que tener sexo por amor o por procreación, desde la gratuidad y sin poner sus condiciones. Las trabajadoras sexuales nos salimos de esas normas, le ponemos un precio a aquello que siempre se dijo que tenía que ser gratis y además ponemos lo sexual en el ámbito público cuando siempre se nos impuso que debía ser algo privado”, explica.

La grieta interna del feminismo toma forma. Sin embargo, son las propias activistas quienes reconocen la importancia de que este movimiento que tantas conquistas logró, subsane las diferencias. “Necesitamos un feminismo diverso, inclusivo, que no sea dogmático, autocrítico y que pueda hacer alianzas a pesar de las diferencias o distintas formas de ver ciertas cosas”, resume Riot.

Ajena al debate al interior del feminismo, Miranda Estrella, la escort del prime time televisivo, sigue con su trabajo. En el inmaculado mundo de ficción los problemas son lejanos o siempre puede ser salvada por el galán de turno, en su caso, el chileno Gonzalo Valenzuela. Miranda eligió ser trabajadora sexual y se muestra feliz por la decisión que parece ser acertada en vistas del éxito económico del que goza. Prostitución glamorosa y sin riesgos. “Se la muestra como una elección que no tiene ninguna consecuencia negativa”, dice Fontenla quien asegura que la imagen de la prostitución creada por los medios está muy alejada de la realidad.

Esta ficcionalización light del trabajo sexual es también advertida por aquellas mujeres que buscan la regularización del trabajo sexual. “Los medios de comunicación, las películas y las series repiten hasta el cansancio los mismos estereotipos sobre trabajadoras sexuales que se alejan bastante de lo que sucede en la realidad”, explica en consonancia Riot, quien asegura que “no sólo existen mujeres pobres que no tienen otra opción o escorts de lujo, que son los extremos que suelen presentarse, sino que hay una amplia variedad, formas de ejercer el trabajo sexual e historias”.

Sin embargo, la TV lo sigue mostrando como un ambiente donde todo es color de rosas. “Nadie elige libremente su trabajo por lo que no creo que sea trabajo sexual 'por elección. Creo que es trabajo sexual y ya. Hay personas que desearían otro trabajo, otras que queremos seguir ejerciéndolo y lo elegimos entre otras opciones que teníamos”, enfatiza Riot.

Fontenla concuerda y asegura que de libertad de elección, poco. “En nombre de la libertad individual no se analiza nada. Y la realidad es que la prostitución no es más que un producto de la mercantilización de los cuerpos y de la sexualidad, en la que se crea la idea que todo se puede comprar”, sostiene y agrega que los productos televisivos cumplen un rol fundamental banalizando el asunto. “Conozco muchas mujeres que se dedicaron a la prostitución y puedo asegurar que ninguna terminó siendo rica. Hoy tienen 60 años y ninguna es millonaria. Eso es una falsa idea que se crea con estas miradas que dan las series y las películas”, comenta.

Mundo real. Las disputas del feminismo en torno a la prostitución no son una novedad, sino que llevan más de un siglo de debate. En mayo de 1910 el Primer Congreso Femenino en Buenos Aires condenó esta práctica y la tachó de vergonzosa. Julieta Lanteri, una de las pioneras del movimiento feminista en el país fue la encargada del discurso y no dudó en plantear que la mujer “nació siempre purísima y angelical, y fue desviada de sus instintos naturales que la llevan a la maternidad y al cuidado de la prole, por la sensualidad y la ignorancia”. Tras su alocución las mujeres procedieron a votar y condenaron la prostitución.

Poco ha cambiado desde entonces. “Hoy en día el trabajo sexual en Argentina no es ilegal pero sin embargo todos los espacios donde lo puedas ejercer, están criminalizados. Se han cerrado los cabarets, las whiskerias, en las calles pueden llevarte presa o multarte por los artículos contravencionales que están vigentes desde la dictadura militar”, grafica Riot.

Así, el trabajo sexual y la discusión en torno al mismo sigue siendo tabú y mucho más para los políticos. “Es inviable”, le respondió el diputado Daniel Lipovetsky a Natacha Jaitt cuando la semana pasada la mediática le preguntó si era posible tratar un proyecto de “prostitución legal” en la cámara baja. La propia Jaitt había ido a la Legislatura porteña a hacer entrevistas sobre el tema y aunque aseguró que contaba con el apoyo de Yamil Santoro, el oficialista rápidamente salió a responder que habían trabajado juntos en el tema, pero “no lo tenía en agenda”.

“Nosotras pedimos derechos laborales para quienes queremos ejercer la prostitución y políticas públicas para quienes no. Ambas políticas pueden y deben ir de la mano”, plantea Riot. Para otro sector debe abolirse porque representa una manifestación violenta de poder sobre las mujeres y los países que lo han intentado no han tenido éxito: “Un ejemplo es Alemania donde lo que sucedió fue que aumentó la trata de personas y la inmigración ilegal”, ejemplifica Fontenla.

Los funcionarios prefieren atender otros temas en año electoral y nada de esto llevará a un debate político y mucho menos a una regulación. Prefieren ver la inmaculada imagen de la prostitución ficcionalizada. Una bonita joven que eligió dedicarse al trabajo sexual, que logró el éxito y que no tiene ningún problema en un submundo que, en la TV, dista mucho de ser similar al que enfrentan miles de mujeres día a día.

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